Barberidades sonoras y visivas

Crítica
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Barberidades sonoras y visivas

El movimiento de la esquina en la cita con el mundo

Llorenç Baber. Ciclo Audiópolis. Auditorio Caja de Música en CentroCentro. Madrid, 7 de junio de 2013.
“El aire es aura”, músicas colgables y visivas de Llorenç Baber. Instalación en CentroCentro. Madrid, junio 2013.

Los paseantes de Madrid hemos tenido este mes de junio una propuesta doble con Llorenç Barber como protagonista. El día 7 se inauguró su primera instalación de partituras en esta ciudad, coincidiendo con un concierto en el que Barber presentó sus músicas habladas a los más jóvenes. Ambas citas tuvieron lugar en CentroCentro, espacio cultural en el Palacio de Cibeles. Francisco López, artista y comisario del ciclo Audiópolis, fue el encargado de presentar al protagonista. Dejó de lado las palabras referente y ausente, quizás necesarias para contextualizar a Barber, acallado de la escena nacional en la última década; entró rápido en materia destacando su figura como mina que no destruye las posibilidades reales de lo que se abre a la música.

Fuga prófuga fue la primera de las músicas habladas, esto es, discurso fónico modulado para “envolver al oído de turbulencias de cotidiano desnorte”, emisiones y vocalizaciones recreadas como materia maleable –física, simbólica y conceptual–. Esta pieza se debate entre la pérdida y la búsqueda de un sentido, de la disgregación frente a lo que antaño sostenía y constituía una forma musical autónoma.

A continuación, mediante el campanario portátil y los platillos, interiorizamos la música que se crea con la escucha; ecos que se expanden, que se acompasan y se desacompasan alejándose del foco emisor, que viajan en la experiencia de cada cual conforme se apagan las asociaciones referenciales habituales, para regresar al ahora con los armónicos finales del canto diafónico y la reverberación del metal. Esta forma de sonar promueve un tipo de exploración en la que la producción del sonido es contingente: suena, pero lo importante es lo que resuena en el que escucha.

El evento concluyó con el Breve ensayo del tiempo, la segunda de las músicas habladas, máxima acrobacia, epifanía de combustión que desató la rendición a lo inefable. “Hacemos tiempo para que el tiempo no nos devore”. Barber esbozó la línea discontinua del quebranto en la secuencia de sucesos pasados y futuros para dejar carente de fluctuación al presente. Elongaciones curvas y lineales de lo cotidiano sin extensión. El tiempo concreto de la naturaleza donde no habitamos, que es el mismo con el que después discurrimos, y que quizás será después con el actualicemos cada instante y futurible posible –esperado, exigido y temido–. La música de las palabras se expresó a la vez categórica y silenciosa, y, durante ese espacio temporal actualizó las contradicciones inconciliables del tiempo vivido.

En la instalación de músicas colgables y visivas nos encontramos con las nuevas grafías que surgieron en la década los años sesenta del siglo XX. Estas fuentes sonoras apuntan a nuevos parámetros con los que formular la gramática musical y remiten a otras formas de organización de lo sonoro en su sentido más amplio. Hay propuestas que tienen difícil traslación a la frecuencia auditiva, que adquieren autonomía sugestiva y visual, y es el caso de estas músicas de Barber, que penden de hilos transparentes como racimos de sonidos a la espera de los gestos de los visitantes. La instalación queda enmarcada entre dos esquinas, de modo que el primer ademán para sortear la arista desencadena una estela ondulante en estas delicadas estructuras –“escucha abierta en canal siempre a punto de ocurrir”–. El paseante puede deambular entre las ramificaciones de elementos que se repiten y conforman disposiciones cambiantes, como principio orgánico en un gesto de réplica fugada.

Las partituras se distribuyen inquietas, esperando el choque del paseante que las dote de discurso propio o que las mueva con la resonancia del mirar. Algunos visitantes vencen el temor y las acarician para que vibren, otros las atraviesan sin contemplación, varios que desde el espacio contiguo les gritan, hay quienes las examinan tímidamente; otros vienen después y las ignoran, uno atiende sin comprender… Fluyen solitarias, anhelan el latido del sonar, el aura de otros aires.

Eva González Bullón

Fotografía: Eva González Bullón

Publicado en verano del 2013

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