Bohemian Rhapsody

Crítica
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Bohemian Rhapsody

Ni un paso más allá de la superficialidad de “drogas, sexo y rock ’n’ roll”

Dirección: Bryan Singer. Intérpretes: Rami Malek, Lucy Boynton, Gwilym Lee, Allen Leech. Género: biopic, Reino Unido, 2018. Duración: 134 minutos.

El pasado 31 de octubre tuvo lugar uno de los acontecimientos más esperados por los fans de Queen, el estreno de Bohemian Rhapsody, una película sobre la vida de Freddie Mercury o, dicho de otra manera, sobre el mito de Freddie Mercury. Sí, este film basa sus 134 minutos de duración en la leyenda que todos conocemos, desde los grandes fans de los 70-80 hasta los que no tuvimos la suerte de ser coetáneos a su música: la leyenda de las drogas, el sexo y el rock ‘n’roll que rodeó al polémico artista.

Los primeros segundos nos abren paso a la historia de Farrokh Bulsara (Rami Malek), un joven de origen parsi que trabaja en un aeropuerto. Su gran pasión, la música, se ve frenada por las convenciones sociales de su familia. El carácter soñador y atrevido de Farrokh lo llevan a conocer a Brian May (Gwilym Lee) y Roger Taylor (Ben Hardy), miembros de Smile, un grupo que triunfa entre el público universitario. Smile metamorfoseará a Queen con la llegada de Farrokh, o, mejor dicho, de Freddie, Freddie Mercury. El resto es historia del rock ‘n’ roll.

El punto de inflexión de la película llega con la influencia de Paul Prenten (Allen Leech), quien conseguirá que Freddie haga su carrera en solitario mientras lo guía por el camino del exceso. Este exceso será el que rompa el corazón a cualquier fan de Freddie Mercury al encontrar a un joven absorbido por la fama, el alcohol, las drogas y el sexo, y que, solo a veces, aparece trabajando en su disco.

¿Dónde quedan los dos álbumes en solitario del cantante? Experiencias tan notables como lo es la grabación del álbum Barcelona (1988) junto con la mundialmente reconocida cantante de ópera Montserrat Caballé, o la lucha contra el SIDA son excluidos de la película, que marca su final con el gran espectáculo en Live Aid (1985) donde la mezcla entre imágenes reales y de la película impiden que el espectador despegue los ojos de la pantalla.

En definitiva, una grabación entretenida y para todo tipo de públicos, pero que no profundiza en la vida del cantante más allá de lo que todos sabemos, dejando un sabor de boca agridulce. Gracias a la majestuosidad de los grandes hits del grupo británico, que no podremos dejar de tararear durante varios días, esta grabación se convierte en todo un éxito alrededor del mundo, devolviendo a Queen sus días de gloria al encabezar las listas de plataformas universales como Spotify.

Y, recordemos, pase lo que pase The show must go on.

Consuelo Berzosa

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