El cinema bontempi de Noiserv

Ensayo
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El cinema bontempi de Noiserv

Perder canciones

El nombre de Noiserv es David Santos y el nombre de David Santos es Noiserv. La fotografía del uno es la fotografía del otro, y os juro, si aún me seguís, que la voz de David es sin ninguna duda la misma de las canciones de Noiserv, aunque en esas canciones su voz se escuche al lado de contingencias sonoras o melódicas ajenas. Instrumentación, manipulación, samples: la musicalidad de Noiserv. Sin embargo, es su voz. Aquella es su voz.

Del mismo modo, y supongo que quizás os parezca evidente, conocí primero a Noiserv y luego a David, algún tiempo después, el suficiente, me parece, para que mientras tanto ya pudiese reconocer la música de Noiserv como la música de Noiserv. Aunque, en fin, como siempre suele suceder, al final la música de uno se confunde con la de otro, muy a pesar de que la voz de Noiserv hable en inglés y la de David Santos en un portugués cuyo rostro (músculo, fibra, dicción) me resulta más familiar. David es portugués, Noiserv no. En todo caso, me pregunto si el David Santos que se presenta al público antes de un concierto de Noiserv y luego empieza a cantar, en aquel timbre tan suyo (quiero decir, tan de Noiserv), al lado de la música de teclados (¿cuántos?) y guitarras, es el David Santos que al término del mismo se acerca a charlar sobre determinado plato de la carta.

David, Noiserv y yo coincidimos en un recital en un restaurante de Lisboa, allá por octubre o noviembre de 2010. Noiserv ponía la música y yo los poemas, y recuerdo que aquella noche se juntaron amigos de distintos tiempos y lugares, encontrados en una circunstancia común alimentada a canciones y poemas. Estas ocasiones tienen todo para ser un éxito de emociones cruzadas, potentísimas, aunque muy escasas, demasiado breves y precarias. Y resulta curioso: algunos de mis compañeros más antiguos estaban allí para ver a Noiserv, eran seguidores suyos, y de paso, por qué no, escuchar algún texto mío. Me alegró la perspectiva, sin ninguna duda feliz: la música y la literatura movían la noche de aquellos amigos y compañeros, como también la de algunos rostros desconocidos. Antes de empezar a perder canciones decir apenas que aquel encuentro llevaba por título “Poesía en vinilo” [“Poesia em Vinyl”], bajo coordinación de la periodista Raquel Marinho y del escritor Luís Filipe Cristóvão.

Así que inmediatamente tras el obsequio de una formidable cena me puse a leer algunos poemas. Unos nueve o diez. Canté uno de ellos, “Caballos en movimiento”, tres tercetos, y fue la última vez. Pero me gustó el fracaso de la interpretación, el dolor de una melodía inventada sobre nueve cortos versos, la sensación de extrañamiento suscitada. Y luego vino Noiserv, buenas noches a todos, bienvenidos al cinema (esto lo pienso ahora), y empezó a tocar, unas cien, doscientas canciones. Es que la música de Noiserv trabaja en un lugar fecundo en imágenes en movimiento (como mis caballos en aquellos nueve versos), es una música de ningún lugar, aunque ese lugar se pueda llamar Lisboa o tener otro nombre que nos suene portugués. Estoy de acuerdo si este planteamiento os parece convencional, o poco brillante, pero ahora mismo lo veo afinado. Sí, la música de Noiserv también es portuguesa, y cuando Noiserv canta es portuguesa la voluntad de David Santos, del David a cubierto de la muralla de sonido de Noiserv. Además, la música de Noiserv habla de un amigo de un amigo.

Hugo Milhanas Machado

@hmmachado

Fotografía de Rita Carmo

Publicado en abril 2013

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