Entrevista a Osi Martínez

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Osi Martínez:

“Me gusta el blues más aguerrido y salvaje porque, en los momentos en que necesitas una buena sobredosis de emoción, es el que más te transmite”

Tras más de veinte años tocando en distintas formaciones, Osi Martínez se ha erigido como uno de los más destacados armonicistas de la escena de blues madrileña. Su sonido, pulido por la experiencia y la emoción, es robusto e impetuoso, delicado y solemne. Recordando la máxima de que el músico de blues debe sentir lo que toca –pues solo entonces podrá comunicar–, llama la atención que Osi no sólo lo sienta sino que su forma de tocar sea, de hecho, una materialización expresiva de su personalidad y carácter. Apasionado, comprometido y honesto tanto arriba como abajo del escenario, su trayectoria y actitud son ejemplos de la mejor espontaneidad y espíritu comunitario de la escena.

Su carrera empezó a despegar a principios de los noventa con Chocolate Blues Express, una banda con la fuerza y talento del impulso juvenil y que aglutinó una serie de músicos que han tenido largo recorrido en diversos géneros y grupos. Junto a David Sanz Corbacho, literalmente el barrendero del blues, y los desde entonces todoterreno Javier Vacas y Antonio Álvarez Bordoy, Osi grabó el disco Directo en Vallekas (Nox, 1994), en el que presentaban composiciones propias en castellano como “El viejo lamento del blues” y “El barrendero del blues”. Desde entonces, ha tocado en distintas formaciones, entre ellas con Bloodhound, Malcolm Scarpa, y Xulián Freire. Pero, por encima de todo, la historia de Osi Martínez está vinculada a la del genial cantante y guitarrista Fede Aguado, a quien define como su hermano de blues. Juntos forman un dúo perfectamente compenetrado, que sobresale por su intensa y particular apropiación del lenguaje tradicional del blues. Un lenguaje que, alejado de la mera imitación, combina profundidad y humor castizo, ilustrando la trascendencia de la cotidianeidad.

Convertida en una extensión de su corporalidad, la armónica de Osi Martínez cobra vida en la improvisación, agitándose, elevándose, gritando, susurrando. En el fluir de sus sentidas interpretaciones, Osi revela su humanidad y vulnerabilidad, su alma sincera, su imperfección. Y al sentirlo, podemos entender su omnipresente ilusión y su alegría estoica, orgullosa de luchar a pesar de los golpes.

 

Háblanos de Vallecas, el barrio donde creciste, y de su relación con la música. 

En relación con la música, igual que con otras facetas de la realidad, es un barrio inquieto. No he encontrado en otros barrios de Madrid el mismo interés de la gente por asociarse y hacer cosas en común. En cuanto a la música, igual que otros barrios de la periferia como Carabanchel y la Prospe[ridad], se ha caracterizado porque hay mucha gente joven con ganas de hacer música. Ha habido un movimiento musical importante. Los más representativos del barrio han sido los Esturión, que hacían rock.

¿Cómo empezaste a tocar?

Con once o doce años tocar es básicamente un juego de niños. No lo considero una actividad encaminada a la profesión. Podía ser por la propia vocación musical que puede tener uno dentro. Más tarde, la información que te llegaba era por parte de otras personas o por la radio. Yo paraba con unos músicos, nos intercambiábamos discos y me pasaron discos de blues. Me gustó y me pareció que esa era la música que a mí me molaba: el blues.

Supongo que tendrás una serie de músicos que hayan influido en tu forma de tocar…

Parte de la música que me gusta es el rock, y Deep Purple es uno de los grupos que más me han marcado. La forma de organizar los solos que tiene Richie Blackmore, independientemente de que sea buen o mal guitarrista o de que haya otros guitarristas mejores, sí que me ha influenciado… En particular “Lazy” y, sobre todo, “Strange Kind of Woman”, que tiene un ritmo de shuffle,aunque lo toque una banda de rock. Ese solo que tiene en el Made inJapan (EMI/Purple, 1972) me pareció siempre una brutalidad. Empieza a insinuarlo con notas graves y acaba haciendo riffs en la parte aguda de la guitarra. A mí me parece que es genial porque va la emoción in crescendo. Siempre me ha llamado la atención.

En cuanto a los armonicistas, el primero que me influyó bastante fue Jerry Portnoy. Cayeron unos cuantos discos en mi poder y el Life of ease (Rounder, 1981), donde tocaba con la Legendary Blues Band, me pareció una lección de armónica. A partir de ahí he conocido otros muchos. Ahora estoy dándole doscientas vueltas a [Big] Walter Horton porque tiene muchísimo de donde aprender. Pero el primero que me hizo comerme el coco bastante fue Jerry Portnoy. En ese disco utiliza tonalidades de armónica que no son las posiciones que corresponden. Me sirvió muchísimo y ese disco lo tengo medio “cascao” de tanto pincharlo.

¿De qué otras formas conseguías escuchar y aprender sobre blues?

He aprendido mucho con el programa “El Tren 3” de Jorge Muñoz. Muchos programas de esos los tengo grabados, ha sido una fuente de información brutal. También había un programa que hacía “El Gato” –no sé cómo se llama de nombre–. Era uno de los camareros de La Coquette, creo que sigue yendo por ahí. Tenía un programa en una radio libre de Madrid y era muy didáctico. Cada vez que escuchaba el programa estaba con una hoja delante y apuntaba todos los datos que me podían ser útiles.

¿De qué manera te han influido músicos locales como el armonicista Ñaco Goñi?

Para mí, fundamental. Otro de los que he estudiado porque no había nadie que tocara blues en Madrid, salvo él. De repente cuando le vi por primera vez me quedé loco, macho. No podía comprender cómo un tipo podía hacer tantos sonidos tan variados con una armónica. Ha sido una influencia bastante importante en mi forma de tocar. Lo he estudiado. Me lo grababa y me lo llevaba a mi casa y lo estudiaba. Porque lo tenía ahí en la Coquette, qué menos que ir allí a verle. Las notas las mima, las cuida. El toque de Ñaco es así, como el de Sonny Boy Williamson, que busca darle matices a cada nota. Es un armonicista completísimo.

Ñaco [Goñi] será 3 o 4 años mayor que yo, pero yo no sé de dónde salió ni cuándo empezó a tocar así. Siempre ha tocado bien. Hay otros que van evolucionado, a este ya le veías tocando bien. Teníamos relación porque yo también tocaba y le preguntaba alguna cosa… Él decía: “ah, esto lo tienes que hacer así…”. Explicaciones que tampoco eran muy técnicas. Al cabo de un tiempo yo me monté lo de la Chocolate Blues Express, él hizo acopio de aquello y hemos seguido teniendo buen rollo.

¿De qué manera nace Chocolate Blues Express?

Nadie piensa en la repercusión hasta que no pasan los años. Éramos gente a la que nos gustaba tocar. El ‘Pax’ [Antonio Álvarez Bordoy], que ahora es un monstruo, no era tal. Era un chaval con 22 años, igual que yo. Y David [Sanz Corbacho] tenía 20. El ‘Pax’ sí tenía claro que quería vivir de la música, pero ninguno nos planteábamos ni vivir de la música ni dedicarnos toda la vida a estar encima de los escenarios.

Fue simplemente el azar. Por medio de otro chaval, un amigo común, conocí al “Pax”. David Sanz compartía un grupo con ‘Pax’, de versiones de pop, de los Beatles y tal. Luego surgió la posibilidad de que David también se viniera a tocar blues y aquello fue una satisfacción. Al cabo de poco tiempo, el amigo en común se dio cuenta de que no tenía el mismo nivel ni luchaba con la misma pretensión que nosotros por tocar blues y se fue descolgando. Yo llamé al ‘Patata’ [Javier Osa Ruiz], el bajista de los Esturión, que fue el que me empezó a pasar discos de blues, y le dije si se quería venir a tocar. Me dijo: “Vale, así practico un poco”. Se había hecho un bajo sin trastes y quería simplemente practicar.

¿Cómo describirías el estilo de la banda?

Aquello era muy visceral. Fue una casualidad del azar, del destino. Encontré a los compañeros ideales sin haber puesto anuncios ni nada de nada. Cuando tocábamos juntos todo iba bien, teníamos todos el mismo temperamento a la hora de tocar blues. Encima coincidió que a la postre se ha visto que éramos músicos brillantes. Técnicamente fuimos mejorando con el tiempo pero el germen que teníamos dentro era increíble. Se llenaban los conciertos. A David no sé cómo no le daban infartos en los conciertos porque se hacía unos solos brutales. Se tiraba vueltas y vueltas machacando una frase repetitiva, todo el rato a toda caña. Cada vez tiraba más para arriba… Yo decía: “Le va a dar un patatús a este tío cualquier día en un concierto”. Aquello era una brutalidad…

Como estilo no te puedo decir que tipo de blues era este. A mí me gustaba el blues de Chicago y yo pretendía ir hacia eso pero al final la música que sale resulta de la mezcla de lo que cada uno tiene en la cabeza. David, desde mi punto de vista, tenía una forma de afrontar la música que era más rockera, más tipo blues blanco. Tiraba mucho hacia Eric Clapton, Stevie Ray Vaughan, etc. A mí y al ‘Pax’ nos gustaba más lo negroide, y a David y al [Javier] Vacas le gustaba más lo blanquito, sabes. Ahí salió lo que salió.

¿Qué relación tuvisteis con la Sala Hebe (Vallecas)?

Lo que pasó fue que ganamos el concurso de bandas del año 94 y nos grabaron. Aquello fue la risa… La única limitación que teníamos era que había que tocar tres canciones. En nuestro caso podíamos hacer un concierto de media hora.

¿Cómo recuerdas el Beethoven Blues Bar, uno de los bares míticos de la escena blues en Madrid?

El Beethoven no tenía nada en particular pero se convirtió en la casa de los músicos de blues. Daba programación de blues, los jueves se montaba una jam session y tenía los ingredientes necesarios para que se convirtiera en un sitio donde se juntara la gente que hacemos blues. Si encima el tío que lo lleva es “majete”, y llevas años conociéndole y tienes cierta amistad… se convierte en tu segunda casa.

¿Qué relación habéis tenido con otro tipo de bares como el Populart?

Eso se intentó en el año 95-96 y directamente decía que allí blues en castellano no se metía. A raíz de eso Fede [Aguado] compuso “Dices que no tengo feeling”. Queríamos tocar a dúo, hablamos con el dueño y nos dijo que allí todo era música en inglés. Nos pareció tan paradójico y caló tan profundo que en nuestra ciudad no pudiéramos tocar blues en castellano en un sitio ubicado en el centro de Madrid… Nos pareció impresionante. A Fede le conmovió tanto que empezó la canción con esa frase: “Dices que no tengo feeling porque soy blanco y de Madrid…”

A Fede Aguado le has descrito como un grandísimo cantante y guitarrista, y como tu hermano del blues…

Después de tocar con tanta gente, vas creando distintos tipos de conexión. Con Fede tengo una conexión musical. Luego en lo personal hay veces que no estamos de acuerdo en muchas cosas pero en lo musical nos entendemos bastante bien. No sólo eso sino que después de tantos años ya no hace falta ni mirarnos para tocar. Al principio del concierto ya le veo y digo: “Vale, ya sé cómo va el Fede…”. Son muchos años y muchos conciertos juntos. Hemos compartido unas cuantas bandas.

Una de ellas era Manzanares Delta Blues [Fede Aguado, Osi Martínez, Jorge ‘Flaco’ Barral, José Manuel Torrego]…   

Aquello fue la mezcla de las composiciones de Fede [Aguado] y de [Jorge] ‘Flaco’ [Barral] con los parámetros de blues y ragtime. Era una cosa muy guapa y muy curiosa, y todo en castellano. Me molaba mucho esa banda y había canciones que eran buenísimas. No eran sólo los blues clásicos, había también ragtime con otras estructuras. Fede, Flaco y José Manuel [Torrego] son personas que, aparte de músicos, están siempre dispuestos a la gracia, la broma, el chiste… a darle otro aire al show. Había un complemento de cosas que eran muy graciosas. Por un lado la música y por otra la diversión.

¿Qué tal fue la experiencia de tocar en Alemania junto a Fede Aguado?

La verdad es que no se enteraban de nada. Es como cuando tú escuchas blues en inglés, y no sabes inglés. Pero la gente nos acogió muy favorablemente. Tienen una cultura musical bastante amplia y les gusta escuchar blues. Tenemos más éxito en sitios donde no se canta en castellano que en sitios donde se canta en castellano.

De hecho, en el festival de Hondarribia [Hondarribia Blues Festival] de hace dos o tres años estuvimos tocando en la comida de los músicos y estaban Willie ‘Big Eyes’ Smith y Pinetop Perkins y les molaba lo que estábamos haciendo. Estaba también Bob Margolin y Adrián [Costa] le estaba traduciendo las letras de Fede mientras estábamos tocando. Luego nos felicitaron todos; que eso es blues.

Tienen claro que el blues es un lenguaje, una forma de comunicar. Yo respeto a todo el mundo que hace música en cualquier idioma. Es como que los de aquí son más integristas que los propios negros que lo crearon.

¿Hasta qué punto es importante la producción discográfica en comparación a los directos?

Es el documento fonográfico de la actividad de un determinado artista. Claro que es importante. Tienes que tener un equilibrio entre las dos cosas, como es lógico. Nosotros tenemos una muy baja actividad de discos, somos muy “dejaos”. Fede [Aguado] es el que principalmente compone, tiene facilidad para componer letras, entonces depende un poco de él.

¿Qué relación has tenido con compañías discográficas como Cambayá o Gaztelupeko Hotsak?

Hablamos con Hotsak para el segundo disco, a ver si nos lo podían sacar… No mostraron mucho interés. Lo cual es también un poco sorprendente porque es el sello que ha grabado a casi toda la gente que hace blues. Ya te estás dando cuenta de que el panorama se pone difícil de repente. Da igual que lleves toda la vida tocando blues. En determinados sitios te dicen que no puedes ir a tocar porque solamente es en inglés, en otros sitios ni siquiera quieren que vayas a tocar no sabemos por qué, y a otras compañías no les interesa tu producto. No pasa nada, nosotros vamos a seguir tocando a pesar de todo porque siempre hay gente a la que le gusta lo que hacemos.

¿Qué es el blues para ti?

El blues es una forma de pensar y una forma de vivir, básicamente. Y además da nombre a un género musical que expresa lo que esa forma de vida le está acarreando a la persona que lo está cantando o interpretando. Tiene un sentido bastante amplio. No es solamente un estilo musical basado en una población que está maltrecha y sin posibilidad de liberarse; ése es el inicio de todo. Pero dentro de ese grado de falta de libertad y de represión, este tipo de música –que se generó a raíz de esas condiciones jodidas– identifica perfectamente otro tipo de situaciones que podemos estar viviendo en el siglo XXI. Con lo cual el blues responde a un tipo de situaciones que pueden ser malas o alegres. Principalmente es una forma de expresión que canaliza un tipo de sentimiento, de sensación humana que se tiene ante una realidad.

¿Te gusta algún tipo de blues en particular?

Me gusta el blues más aguerrido y salvaje. El más salvaje en plan acústico es el más profundo, el del Mississippi. Ése es el profundo salvaje. En los momentos en los que necesitas una buena sobredosis de emoción es el que más te transmite. Luego, de los que pueden ser rítmicos y a la vez intensos están el de Chicago y el de Texas. Luego el de los pantanos es un blues muy bonito y endulzado, te gusta escucharlo.

¿Qué relación ves entre el blues y otros géneros como el rock, el pop, el soul, el funk, el jazz…?

Como todo el mundo que escucha música puede observar, estamos hablando de la primera piedra de un edificio. El blues son los cimientos sobre lo que se ha construido lo demás. Si aprendes a tocar blues puedes tener acceso, de forma bastante inmediata, a otros tipos de música como el rock, el reggae, determinados tipos de jazz, el country… Las escalas que utilizas te valen. En el blues tienes que desarrollar mucha capacidad de improvisación y, sobre todo, la capacidad de sentir lo que estás tocando. Expresar tus sentimientos a través del lenguaje de la música. Con esos ingredientes eres capaz de desarrollar otros tipos de música, que tienen una parte de blues.

¿De qué manera ha influido la negritud en tu forma de entender el género?

Lo negroide y lo blanco se caracterizan en la música de una forma muy clara. El negro es puramente rítmico y menos virtuoso o rápido… Hay gente muy virtuosa dentro de los negros pero predomina el ritmo sobre el virtuosismo. El blanco es al revés; predomina el virtuosismo –tocar muchas notas– sobre lo rítmico. Entonces la finalidad de la música para el negro es divertir sin complicarse la vida… dándole mucha profundidad a lo que se hace. Es preferible tocar menos pero que transmita mucho. Es la economía de notas lo que el negro pretende con su música.

En el ritmo nos suelen dar mil vueltas. Rítmicamente el negro es capaz de hacer cosas que van al tempo del principio, pero va jugando. A la hora de meter el solo, lo mete a contratiempo, deja un silencio muy largo, etc. Tiene una facilidad de juego con los ritmos que es una brutalidad, a mí en la vida se me hubieran ocurrido. Sin embargo el blanco, si tomamos a Eric Clapton o Johnny Winter como ejemplo, son personas que han desarrollado su forma de tocar el blues en el virtuosismo, en tocar muchas notas. Todo tiene su parte donde puedes aprender y fijarte. Yo tengo bastante admiración por lo negroide. Lo otro me sale más normal, al ser blanco. Siempre me llama más la atención lo que yo no soy capaz de desarrollar.

¿Cómo ves la relación entre los músicos de blues?

Estamos todos en el mismo barco. Cada uno defiende su forma de hacer la música y los demás la admitimos y da gusto la verdad. No es como en otros terrenos que hay rivalidad, aquí no, tenemos buena onda. Si ves a un músico por ahí le invitas a tocar en algún concierto.

¿Crees que la gente del blues tiene algo en común?

Lo único que veo en la gente que va a los conciertos de blues en general es que la mayoría son músicos. Es de lo que me he dado cuenta a lo largo de los años. La otra característica es que son gente de 35 años en adelante menos los chavales que tocan algo, que son músicos y de repente encontraron un disco de blues y se enganchan a ello.

¿Cómo ves el panorama actual?

Últimamente lo estoy viendo mejor que hace unos años, con esto de las Sociedades de Blues, tanto de Barcelona, Sevilla y ahora en Madrid. Estoy viendo que se le está dando un cierto impulso a la música que nos va a servir para afianzar los lazos entre nosotros, entre los músicos de Madrid con Barcelona o Sevilla, etc.

¿Crees que se puede hablar de un blues español?

El blues hecho en España creo que no tiene la identidad necesaria para convertirse en un referente. De hecho, en el mundo no existen tendencias de blues fuera de EE.UU. salvo las de Gran Bretaña, donde se gestó el british blues allá por los años 60. Se hace blues en toda Europa, además de EE.UU., pero no hay ningún país que genere una corriente innovadora o reseñable de referencia.

En España llevamos en esto del blues una historia no muy dilatada, igual desde los años 70-80. En este tiempo hemos llegado nada más que a repetir las versiones de los clásicos y en algún caso excepcional componer blues en nuestra lengua. No hay más. Hablar de blues español es hablar de un puñado de buenos músicos localizados principalmente en tres núcleos: Madrid, Barcelona y Sevilla. Aquí se concentra el 80% del producto nacional y lo que hay principalmente son versiones, en la mayoría de los casos.

¿De qué factores depende?

Desde el punto de vista de que el blues encierra unas estructuras predeterminadas, la libertad está en la expresión del mismo. El blues de Chicago, Texas o los pantanos se diferencian en la intención, en lo desgarrado, en la fuerza. Aquí en España la expresión es bastante homogénea, sólo se diferencian ciertos matices en algunos grupos ubicados en Barcelona donde el blues toma tintes jazzísticos. En cuanto a los rasgos que identifiquen al blues en Madrid, creo que no existen todavía rasgos identificativos que te hagan suponer que un blues es de Madrid o de otra parte al escucharlo.

¿Qué es lo auténtico del blues?

Como expresión de un colectivo que estaba pasándolo mal no pasa por una compañía de discos, una sección de marketing, etc. Hablamos de que es el grito desgarrador de alguien que tiene la necesidad de esgrimirlo.

Josep Pedro

Fotografía: Valentín Suárez.

Publicado en marzo 2013

 

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