Esto no se para

Ensayo
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Esto no se para

Perder canciones

Va a pasar ya casi un año y aun así parece que fue ayer cuando te adentraste por última vez en el mar, y le besaste, y mientras te bañabas cantabas en tu mejor tono “La fuerza” de Facto Delafé y las Flores Azules, que esto no se para, decías, que la montaña es el premio anhelado en el paisaje, el color del fruto muy a lo lejos, que la montaña intuye la curva más gloriosa de cada frase, de cada palabra, que la montaña puede ser gris como en un poema y puede ser rosa como la cosas de familia y puede ser azul como el Mediterráneo y puede ser el olor de la piedra y el tacto de la piedra, y puede desprenderse cuando hagamos mucha fuerza y cantemos muy alto y se puede ver imponente desde la costa cuando saltemos y nos acostemos en una noche de estrellas, y decías que la montaña es mucho más que la cordillera que se hunde en un sueño, que la montaña empieza cuando el abrazo se hace enorme y a uno de los dos le entran las ganas de llorar y luego le entran al otro, y lloramos los dos, nos reímos los dos, nos hace falta ya tanta gente y esa gente es la montaña, el mar es la montaña, septiembre es la montaña y la música es la montaña, perdiste canciones sobre un océano que se desplomaba en sílabas y batallas sonoras, no caminaré, decías, he aquí mis amigos y sus cuerpos con el mío, cantamos bajo la luz de la montaña, construiremos cumbres en cada mañana que compartamos, la montaña que va creciendo en el arranque del estribillo, la montaña que te va cantando y aleccionando el estribillo, la montaña por la que luego desciendes a pecho abierto como en el desmoronamiento de un estribillo, y va a pasar ya casi un año pero podrían ser muchos más, piensas, y mientras asolapas el mar con todos los mares conocidos te imaginas su sonrisa encendiendo la voluntad de cada nueva estación, su sonrisa doblándose sobre el oleaje de unos dedos de inverno, la casa vacía y luego sin ningún pasaje la casa de pronto muy llena, palabras sobre palabras sobre palabras, un campo de nieve que de una de ellas inadvertidamente se desprende, el hielo en la corola del horizonte y el hielo en las ruedas de la bicicleta, hoy me voy a perder canciones, piensas, ya viene la noche y tu no estás, ya viene la oscuridad y la sal, ya viene la montaña arqueándose ante las imaginaciones pero quizás no todo se acabe hoy, quizás mi música se adueñe de mi música y luego despierte y sepa que al final podré caminar, y va a pasar ya casi un año y te recreas en esas montañas que no eran montañas sino montañas hundiéndose en el corazón de islas algunas muy blancas y otras color de guitarra, islas de acordes y líneas de música en el límite de las tierras, allí donde uno llega y luego sabe que debe regresar, que ya puede entonces volver y dejarse llevar por las cosas, que ya probó la miel de los caminos y ya no volverá a subir la montaña del modo en el que se suben las montañas, adiós a las montañas, alegría con las montañas, tu amor con las montañas, y vas nadando y nadando mucho y ya casi no se te ve, nos preguntamos si aún eres tú, nadas como si el mar no se fuera a acabar y nos gustas así, nada cada vez más fuerte, ve, imagínate el paisaje, muévelo con todas tus fuerzas, te lo amuraremos con nuestros brazos y nuestras piernas, con nuestros labios, nada como esto no fuese ya la montaña, nada como si esto no se fuese a parar jamás, nada muy fuerte, nada muy bonito, nada hasta que digas cielo, espérate, deja que llegue para besar su frente y decirle que le quiero por última vez.

Hugo Milhanas Machado

Fotografía: Delafé y Las Flores Azules.

Publicado en febrero 2015

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