Pastiche de oposiciones

Crítica
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Pastiche de oposiciones

Silvia Márquez al frente de La Tempestad

Universo Barroco, CNDM. La Tempestad. Silvia Márquez (clave y dirección), Guillermo Peñalver, flauta. Javier Bonet, trompa, Alfonso Sebastián, Clave. “Para la oposición que se ha de executar…”. Virtuosismo instrumental en el entorno de Carlos III y Carlos IV de Nápoles a Madrid. Auditorio Nacional. 17 de febrero de 2015.

Si algo cabe destacar del concierto del ciclo Universo Barroco el pasado día 17 de febrero es lo variopinto y contradictorio de su planteamiento y ejecución. La Tempestad, dirigida por la consagrada clavecinista Silvia Márquez, es una agrupación que lleva larga andadura en el terreno de la interpretación histórica en España. Fue la encargada de presentar un bello programa, a la par que incoherente –como ella mismo reconoció–, lleno de cambios sobre el escenario. El paripé resultante de las continuas modificaciones de la disposición de los dos claves con el consecuente movimiento de los músicos rompía el encadenamiento de piezas interpretadas. Si ya de por sí no estaban unificadas en tanto a estilo y estética, menos liviana se hacía la sucesión de obras si pasaba tanto tiempo entre ellas. No obstante, la ocasión merecía retomar un repertorio generalmente poco tañido de “obras de oposiciones a músicos de la Capilla Real en el periodo de los reyes Carlos III y Carlos VI”, tal como rezaba el subtítulo al cartel.

La oposición en forma de concierto comenzó por el Concertino a quattro en re mayor (1770) de Francisco Corselli. Al igual que su compañero Dometico Scarlatti –también representado con su Sonata en re menor, K 90 y su Sonata en mi menor, K 81–, fue un compositor que pasó gran parte de su vida al servicio de la corte borbónica en Madrid. De estilo aún barroco, ya se intuyen gestos claramente clasicistas a través de los diferenciados planos sonoros de la cuerda. Esta agrupación ya consolidada ha integrado la concepción historicista de este repertorio a través de la sonoridad de los instrumentos antiguos que manejan. La calidad en los tuttis y las cuidadas dinámicas en escalón destacaron en la obra del italiano. La Sonata K. 90 del napolitano despuntó por la interpretación con instrumentos añadidos a la partitura original para clave, proporcionando volumen y diversidad de timbres en los pasajes contrapuntísticos.

De Manuel Narro (ca. 1729-1776) disfrutamos su Concierto para clave y cuerda, una recuperación histórica encargada por el CNDM, tratándose del primer concierto para este instrumento que se conserva en la Península Ibérica. Con cierto brío desmesurado, la protagonista de la agrupación, Silvia Márquez, brilló por una sonoridad plenamente adaptada al estilo scarlattiano del compositor valenciano. Los solos alternados entre la flauta, violín y oboe reiteraban las frases melódicas con un bajo continuo muy bien interpretado al clave por Alfonso Sebastián.

La peor parte del concierto, sin duda, vino con el Sexteto nº 3 de Francesco Federici. Cualquier aficionado a la música antigua conoce de sobra que los instrumentos antiguos son muy susceptibles a la desafinación constante; cualquier diletante ha percibido en más de una ocasión las continuas y necesarias interrupciones entre obra y obra de un programa barroco con el fin de afinar. Probablemente fuese algo que pasó por alto a la agrupación (en la que únicamente se salvaba el clave añadido y el fagot de timbre sutil) que sufrió una complicadísima desafinación –posiblemente producida por la alta temperatura que proporcionaban los focos, ya que el evento estaba siendo grabado por las cámaras de RTVE–. Nada que comentar al respecto. Fue un desafortunado error que mostró inseguridades evidentes en el violín y éstas pasaron al resto de la formación, alarmada ante el craso momento.

Las cuatro obras restantes levantaron los ánimos de un público bastante extrañado por lo sucedido. De nuevo, la Sonata en mi menor de Scarlatti trasladó a la sonoridad galante a través de unas entradas muy ajustadas marcadas por la maestra de ceremonias. Ante la broma de la siguiente, Pieza de repente. Oposición a la plaza de trompa de la Real Capilla del desconocido José de Juan y Martínez (1812-¿?), sólo cabe destacar lo absurdo de algunas pruebas pasadas realizadas para un instrumento tan limitado como es la trompa natural. Javier Bonet defendió lo que pudo su parte, intentando contrarrestar la dificultad de los pasajes técnicos a través de una buena expresividad en los pasajes líricos.

La Sonata en si menor para flauta y continuo de Manuel Cavaza (¿?–1790) desplegó el virtuosismo del consagrado Guillermo Peñalver como solista. La obra –poco merecedora de más halagos más que la adecuación a su función como objeto de oposiciones a la Real Capilla– muestra claras influencias del autor cuyo trabajo sucedió en el programa: Giovanni Battista Pergolesi. El estreno de Concerto a due cembali concertati e archi, P 240 fue el gran descubrimiento de la noche que solventó de alguna manera lo tedioso de la segunda parte. Como protagonistas, los dos clavecinistas sobresalieron sobre todo en el Adagio tardissimo donde desplegaron la musicalidad implícita de Pergolesi bajo el acompañamiento ligero de una orquesta a cuatro. Sebastián, hasta entonces siempre absorto en su papel de continuista, articuló perfectamente el contrapunto que entrelazó con la primera línea del clave, interpretado por Márquez.

A veces una se pregunta si esta performance ha sido preparada con el fin de “sonar bien” ante las cámaras más que ante la percepción del oyente. La Tempestad ha brillando en otras sesiones mucho más de lo que lo hizo en ésta, probablemente por problemas técnicos asociados a esta grabación. Aun así, el valor de escuchar piezas “rescatadas” de archivos polvorientos –siendo algunas de calidad cuestionable–, a través de la labor realizada por la doctora Judith Ortega en su tesis, mereció una velada de atención. Y sí, por el cuidado al detalle, la técnica y el lirismo se podría decir que esta agrupación ha pasado correctamente su oposición

María Elena Cuenca Rodríguez

Publicado en abril 2015

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