Sapiente. Jorge Drexler en Sevilla

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Sapiente

Drexler aterriza en la isla de la Cartuja de Sevilla con su gira Silente

Cartuja Center, Sevilla, 1 de febrero de 2020. Jorge Drexler.

Me provocó sorpresa y algo de ternura que Spotify me recordara al terminar el 2019 que mi artista de la década era Jorge Drexler. Y digo sorpresa porque, en los últimos años, el uruguayo ha ido perdiendo espacio y minutos en ese cajón desastre que es mi cuenta de Spotify y en la que conviven felizmente Monteverdi, Kiko Veneno, Andrew Bird, Falla, Brad Mehldau o Duquende.

Sin embargo, ahí estaba el algoritmo de la plataforma musical mirándome frente a frente para que asumiera mis obsesiones musicales, las pasadas y las presentes. Así que sí, el uruguayo se llevaba el oro en el cómputo de minutos de música escuchada en la última década. Su caída era más que evidente y me gustaría poder explicarlo: el mal entendido “éxito” de la carrera musical de Drexler ha sido inversamente proporcional a la calidad de sus canciones. Muestra de ello es que su disco Salvavidas de hielo, del que apenas las canciones “Movimiento” y “Asilo” se salvan del naufragio, haya sido su trabajo más premiado y reconocido a nivel mediático con tres premios Grammy latino incluidos. Desconozco la lógica que aplica la Academia latina de la música para otorgar sus galardones, aunque puedo intuirla: cuanto más dinero sea capaz de generar su música, más opciones tendrá usted de ser reconocido con nuestro galardón, llevándose por delante, por supuesto, cualquier criterio de calidad musical en dicha valoración. Solo así se puede entender que el autor de varias decenas de canciones maravillosas tejidas en los últimos 30 años ni siquiera existiera para dicha Academia hasta el año 2014, en el que fue premiado por primera vez por Bailar en la cueva.

Pero lo peor no es esto. Lo peor es que intuimos cierta decisión estética por parte del uruguayo en los últimos tiempos hacia la simplicidad o hacia lo “más fácilmente digerible”. Puedo llegar a entender que a Jorge Drexler le haga ilusión ganar premios, que sienta la necesidad de sentirse reconocido en un escenario musical en el que durante décadas ha tenido que ver cómo propuestas mucho más mediocres que la suya recibían una atención de la que sus trabajos adolecían. Comprendo, además, que el ego nos muerde a todos alguna vez. Pero intuyo, también, que este sutil giro estético, consciente o inconsciente, es un error del que antes o después deberá salir.

Pues bien, tras el baño de éxito de estos premios, Drexler anunciaba nueva gira, titulada Silente, con la que recorrería de nuevo medio mundo, esta vez con la única compañía de su guitarra. Al leer la noticia, y tras la decepción de Salvavidas de hielo, pensé que quizás sería su oportunidad para rescatar el tono de su maravilloso disco de versiones Cara B, sobre todo por aquello del formato “voz y guitarra a solas” que tantos años hacía que no retomaba.

Y así llegó anoche el uruguayo al espectacular auditorio de la Cartuja de Sevilla, con el sold out colgado desde hacía meses, y con un planteamiento visual cuidadísimo. El concierto consistió en una revisión a voz, guitarra y sintetizador de canciones extraídas de varios de sus discos anteriores.

La propuesta era muy íntima en el contenido el concierto se abrió en total oscuridad y con la audición de un fragmento de canción compuesta y grabada por su hijo de 22 años, Pablo Drexler, también músico–, pero absolutamente colectiva en el resultado: el cantante utilizó al público como un instrumento musical más, con lo que el artista denominó como “vocación percutiva y vocal” del público sevillano. Fue creando capas sonoras con los coros y chasquidos de sus seguidores, junto a los que acompañó sus nuevas versiones. La participación del público no se ciñó a lo musical, el uruguayo sacó al escenario el péndulo de Newton para acompañar rítmicamente una de sus canciones y, posteriormente, abrir un debate académico con el público sobre el objeto en cuestión, que incluyó las intervenciones teóricas e improvisadas de varios físicos presentes en la sala.

Aparte de esta divertidísima anécdota, lo más interesante fue la interpretación de dos canciones en concreto: una zamba inédita del uruguayo escrita en homenaje a Enrique Morente y la primera canción que Drexler compuso en su vida, hace 30 años, titulada “La aparecida”.

Cabe reprochar al repertorio elegido la ausencia de versiones de canciones de otros músicos que, bien sabemos, son referencias habituales para Drexler: nada de Caetano Veloso, de Fernando Cabrera, de Chico Buarque. Retomar el concepto del disco Cara B para esta gira hubiera mejorado algunos aspectos como el repertorio. Echamos también en falta algún invitado ilustre de estas tierras, con los que el uruguayo se deja escuchar de vez en cuando en los escenarios como Kiko Veneno o Rocío Márquez.

Por lo demás, auditorio en pie y palmas por fandangos para despedir al músico del escenario. Ojalá Drexler sepa recuperarse del destello del gramófono y en su próximo disco vuelva a mirar hacia adentro. Y es que, anoche, al otro lado del río Guadalquivir y tan cerca de Triana, este uruguayo demostró ser mucho más “sapiente” que “silente”.

Pilar Serrano Betored

Fotografía: Cartuja Center Arena

Publicado en abril 2020

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