Buscando la autenticidad de Sugar Man

Ensayo
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Buscando la autenticidad de Sugar Man

“… clouds that pierce the illusion
that tomorrow would be as yesterday…”

La historia de Sixto Rodríguez reúne demasiados elementos de realidad, tantos que parece una estudiada recreación de imaginarios en los que un justiciero deus ex machina hace su aparición para templar una descompensada balanza. Con Searching for Sugar Man celebramos el rescate de la genialidad anónima, descubrimos un músico y nos dejamos arrebatar con los delirios de sus letras.

Malik Bendjelloul, director del documental, ha indicado que todas las cuestiones narrativas necesarias para hacer una buena historia de ficción estaban presentes en la vida de Rodríguez, incluso algunas más, comparando esta existencia cotidiana con la historia de Cenicienta. El cineasta se topó con el fenómeno Rodríguez en Sudáfrica, donde su música se había extendido como la pólvora entre una clase media blanca con resistencias al régimen de apartheid. A mediados de los años 90 Rodríguez había vendido más discos en este país que Elvis o los Rolling Stones. Y es aquí donde entroncamos con el cuento de la Cenicienta, en alguien que vive su rutina diaria ajeno a su fama en un lejano país, hasta que el empeño de unos entusiastas admiradores, lo fortuito e internet, le proporcionaron seis conciertos multitudinarios en Sudáfrica.

Dejamos el documental y especialmente las canciones de Rodríguez para el disfrute personal de cada cual, con la intención de no convertir su música en producto de mera especulación carente de poética:

“Well, just climb up on my music,
And my songs will set you free,
Well, just climb up on my music,
And from there jump off with me”

Sixto Rodríguez, como objeto y centro del documental, acompaña a Malik Bendjelloul en las numerosas entrevistas que rodean los certámenes a los que se presenta esta producción. Parece que lo acompaña para garantizar la idealidad de la película o como amuleto viviente de autenticidad, y es aquí donde nos detenemos. La música de Rodríguez es de principios de los años 70, y con una cierta sorna podemos decir que es tan auténtica que apenas se vendieron copias de ella en los EE. UU. Y que es tan auténtica que paradójicamente en varias décadas inundó el mercado sudafricano por su novedad y frescura. Sin embargo la forzada estela de autenticidad que acompaña a los entrevistadores responde a una necesidad de hiperrealidad, en la que en ciertos momentos nos preguntamos cuándo van a introducir los dedos en las llagas de Rodríguez para verificar empíricamente que es real… La postura de Rodríguez resulta enigmática, ciertamente no manifiesta simetría con los interlocutores que buscan la obviedad de lo ya expresado. Las preguntas que realizan una y otra vez quedan claramente respondidas, nos atrevemos a decir, en el documental; tienen delante al Rodríguez de carne y hueso, ¡qué mayor autenticidad…!, ¿por qué hablar de Detroit y no de música? “And I wonder how many dreams have gone bad”…

Lo interesante de estos documentos audiovisuales es que posibilitan la escucha del protagonista aún con “interferencias”, que permiten atender a sus palabras directamente y a sus pausas digresivas. La rítmica de sus canciones desaparece dando paso a la fluctuación de ideas, evitando la confluencia con lo ya dicho; es claro que este hombre se expresa acorde a su momento vital, que no podemos esperar la claridad semántica de sus canciones de hace cuarenta años ni el mismo registro en su voz. El contexto más inmediato de sus letras se pierde de vista en los entornos de su reflexión verbalizada.

En vez de tanta especulación acerca de una realidad por él ignorada, hubiese sido más provechoso que alguien le preguntase por sus canciones preferidas, por sus poesías favoritas, por cómo empezó a cantar o a tocar la guitarra. Inquieta conocer sus reminiscencias latinas, que seguramente las hay, esa memoria musical del pasado de sus progenitores que ha podido impregnar su vida. ¿No se trataba de buscar lo auténtico? La primera imagen con la que se presenta a Rodríguez es la de los dos productores de su primer LP, cuando van a escuchar a alguien a un tugurio junto al río y se encuentran con un tipo tocando de espaldas al resto. No sabemos qué diálogo trataba de establecer con esa im-postura hacia el resto, puede ser que buscase la negación del espectador, puede ser que quisiese esconderse en su sombra con su música en otra parte y dejar hablar al resto, sólo podemos especular con esa manera granular de materialización que se ofrece en el relato… es un momento al comienzo del documental con una gran retórica sin continuidad fuera de él, ni en las entrevistas ni en sus intervenciones musicales actuales, inevitablemente ha cambiado su interpretación del mundo…

Nos despedimos de Rodriguez con las palabras de Simon Chinn al recoger BAFTA 2013 al mejor documental, “esperando que reciba los royalties que se merece”, asunto que no queda del todo aclarado en el documental. De momento, su agenda de conciertos es bastante extensa, visitando Barcelona en primavera….

Eva González Bullón

Fotografía tomada de http://blog.sugarman.org/2012/07/23/searching-for-sugar-man-spotlights-the-musician-rodriguez-nytimes-com/

Publicado en marzo 2013

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