Entrevista a Octavio Aguilera
Entrevista a Octavio Aguilera
“El flamenco es autenticidad y eso es lo que nosotros tenemos que ofrecer”
El día 29 de febrero, una fecha sin lugar a duda especial, tuve el enorme placer de cubrir mi primer reportaje periodístico. Desde que era pequeña había querido dedicarme a esto, pero nunca imaginé que además podría compaginarlo con una de mis grandes pasiones: el flamenco.
Eran las diez y media de la noche de un sábado y hacía bastante frío, pero en cuanto las puertas de la Sala Candela se abrieron ante mí, su calor me acogió como el calor de un hogar. Mientras caminaba con la cámara colgada al cuello por el pequeño pasillo que me conducía hasta mi lugar junto al tablao, mis ojos recorrían aquellas paredes plagadas de historia. Paco de Lucía, Tomatito, Enrique Morente… Y cómo no, Camarón. Todos estaban allí y, si me permiten, creo que todos habían estado allí siempre. Inmortalizados en las paredes, los ojos expertos de tan grandes artistas veían cada noche llenarse aquella sala con suelo de baldosa y paredes de mosaico de decenas de personas diferentes, de todas las edades y de todas las procedencias.
Acomodada por fin en mi asiento, cámara en mano e ilusión a flor de piel, esperé a que empezase la actuación durante los cinco minutos más largos de mi vida hasta que de pronto las luces bajaron y toda la sala estalló en aplausos y vítores para recibir a los artistas. Por un lado, al Truco y la Polaca, bailaores, a Ricardo Vázquez, el guitarrista, y a Abraham Motos y José del Curro, quienes con sus cantes y palmeos fueron capaces de iluminar hasta el más oscuro de los rincones de aquel lugar, dejando que esa luz se reflejase en los rostros y las miradas emocionadas de todos los presentes.
Durante el tiempo de descanso, tuve el enorme placer de poder entrevistar a Octavio Aguilar, dueño de la sala que, con una cálida sonrisa dibujada en sus labios en todo momento, puso todo su empeño en transmitirme su experiencia al frente de la Candela.
Bueno, Octavio, cuéntame un poco la historia de la sala.
Yo solo soy un seguidor de la idea de mi hermano. Él falleció en el año 2008, pero Candela abrió en 1981. Llevamos ya más de cuarenta años y la verdad es que siempre ha sido un centro referencial del flamenco en Madrid. Todas las figuras del mundillo se dejaban caer por aquí porque el ambiente que había era muy diferente. Esos artistas que, a día de hoy —y también por aquel entonces—, son considerados grandes estrellas y que, por desgracia, han fallecido en su mayoría.
Por las fotos que he visto cuando entré a la sala, tuvisteis por aquí a Paco de Lucía, Camarón…
Frecuentemente. De hecho, ahí fuera hay también colgadas fotos de mi hermano con ellos porque eran muy amigos. Le querían mucho, igual que Morente. Camarón era muy tímido, pero venía muy a menudo. Mi hermano le acogía en la cueva para que no le molestaran y ahí hacía prácticamente su vida. Esta sala era un verdadero hervidero de artistas.
El hecho haber tenido aquí a Camarón y a Paco de Lucía y que además pasasen tiempo y fueran cercanos con tu hermano, como nos comentabas, tiene realmente mucho impacto, ¿no?
[Ríe] Sí. La verdad es que a veces me da un poco de pena que, al no estar activos, hayan dejado un poco de ser noticia entre los jóvenes. No es que éstos les falten al respeto, por supuesto, porque estos artistas son gente a la que todo el mundo respeta. Creo que siempre serán respetados porque, desde luego, nunca jamás va a volver a haber nadie que esté a ese nivel. Hubo también una tercera persona que no hemos mencionado pero que seguramente conozcas, que fue Enrique Morente. Morente fue una figura importantísima para el desarrollo del flamenco y, al igual que Camarón con La leyenda del tiempo, que fue un disco muy rupturista, Enrique dio también un giro muy importante al flamenco con Omega. Ellos permanecerán siempre, a día de hoy estoy convencido de que no tenemos sustituto.Podemos decir, entonces, que la Candela hoy en día tiene el propósito de mantener el recuerdo y la obra de todos estos artistas cuya huella es imborrable en una cultura como la nuestra, la española, que tiene tan sumamente arraigado el flamenco.
Sí. Mi hermano en realidad no necesitaba tener actuaciones, el hecho de que las tengamos fue idea mía. A título personal, es de las cosas de las que más orgulloso me siento.
La idea surgió cuando mi hermano me nombró para dirigir la sala. Yo me puse en contacto con los artistas, contraté un programador que nos ayudó mucho al principio y la sala empezó a funcionar como sala de conciertos. La verdad es que fue un éxito rotundo desde el principio, y a día de hoy, tenemos muchas dificultades para dar cabida a todas las personas y a todos los artistas que quieren actuar aquí porque este sitio es muy referencial, muy mítico. Hay muchos tablaos en Madrid, pero el problema que tienen los tablaos en Madrid a nivel general, desde mi punto de vista, es que están muy vendidos al “turisteo”. [Ríe]
Me gustaría también preguntarte por qué esta dedicación al flamenco.
Bueno, mi hermano fue realmente el que marcó la pauta, yo no soy más que un continuador de su obra. Él era un verdadero aficionado al flamenco. Yo no tanto [ríe].
¿Tu hermano era músico?
No, no. No era músico, pero era una persona muy carismática. Se iba siempre al Palacio de los Deportes cuando actuaban Camarón y Tomatito, que era su guitarrista. Primero fue Paco [de Lucía], pero luego fue el Tomatito. La cosa es que mi hermano se iba al concierto y después volvía aquí con cien personas que estaban convencidas de que estando cerca de él podían estar cerca de todos estos grandes.
Y a la hora de contratar artistas y conjuntos para que toquen aquí, ¿buscáis un perfil concreto? Es decir, ¿escogéis a artistas que ya tengan un cierto caché?
No, nosotros, y yo en particular, apostamos por talentos jóvenes. De hecho, lo he visto. He visto la evolución de artistas que eran muy jóvenes cuando les dimos las primeras oportunidades.
A la gente que está viajando al extranjero para ganarse la vida en Japón, México o Argentina, ya es muy difícil traerla, pero a mí me cabe el orgullo de haberles dado los primeros empujones. Les tengo cariño y ellos a mí también, pero no solo a mí sino también a este lugar. Candela se diferencia de otros tablaos que hay en Madrid por su sabor, por su profundidad.
Tiene duende, que se suele decir. [Río]
[Ríe] Sí, tiene duende, sí. En la “cueva”, los artistas más “viejos” que llevan aquí desde el año 81 y que han conocido a mi hermano y han conocido toda la historia de la Candela –y sobre todo esta última etapa que me ha tocado a mí– me dicen siempre: “Octavio, si estas paredes hablaran, la de historias que contarían. Han estado con Camarón, con Tomatito, con Morente…”. Yo siempre les digo que las paredes de este lugar están cargadas de historia, pero por desgracia no hablan.Este es un lugar de encuentro. Una especie de reconciliación entre el pasado y el presente, pero con vistas al futuro, ¿no? Porque veo que el éxito de este lugar va a mantenerlo a flote muchos años.
Yo creo que en la medida que sepamos respetar la pureza, que es lo que siempre hemos hecho aquí, perdurará. Lo que tengo más claro es que lo que tenemos que ofrecer es autenticidad. Este es un sitio de autenticidad, no de “voy a ver qué pasa”. No. La gente viene aquí a escuchar flamenco, incluso la gente que viene del extranjero. A mí me contactan a través de internet, me piden las entradas y yo se las vendo, pero son ellos quienes eligen este lugar.
Y con respecto a eso, ¿tenéis más clientela extranjera o española?
Depende de los días y de las épocas del año. Ahora en invierno lógicamente hay menos extranjeros y más españoles. Hoy particularmente, la niña que ha venido a bailar es bastante famosa porque forma parte de Las Turroneras, que salieron en el programa Got Talent. Vienen con toda su familia y toda su “tropa”, entonces está la sala llena de españoles. Hay también extranjeros, pero pasan un poco desapercibidos. Aunque ya te digo, muchas veces es al revés.
De todas formas, desde el principio Candela fue un lugar de encuentro de gente entendida, y esta es una característica que no solamente se aplica a los españoles, porque hay muchos extranjeros que saben muchísimo de flamenco.
Como he dicho siempre, es fundamental no caer en los clichés. El flamenco es autenticidad y eso es lo que nosotros tenemos que ofrecer.
Dicho todo esto, Octavio y yo nos tendimos la mano y, junto a su mujer, Pastora, nos encaminamos hacia “la cueva”, un lugar oscuro pero repleto de historia que muy amablemente me invitó a conocer.
Mi visita a la Candela fue una experiencia que permanecerá siempre en mi recuerdo, respaldada por la innegable calidad de la interpretación. Pero en especial por toda la historia que encierran sus paredes y por la calidez con la que fui recibida.
Ana Escudero Berbes
Fotografía: Ana Escudero Berbes