El loco revive en el Teatro de la Zarzuela

Crítica
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El loco revive en el Teatro de la Zarzuela

El Teatro de la Zarzuela despierta la historia y vida del bailaor Félix Rodríguez García con la colaboración del Ballet Nacional de España

Dirección musical: Manuel Coves. Dirección de escena: Francisco López. Coreografía: Javier Latorre. Escenografía y vestuario: Jesús Ruiz. Iluminación: Nicolás Fischtel. Orquesta de la Comunidad de Madrid, Músicos Flamencos del BNE y Ballet Nacional de España.

 

Durante el pasado mes de diciembre se ha representado en el Teatro de la Zarzuela la obra El loco, inspirada en la vida artística de Félix Fernández García (1896-1941) y la peripecia profesional y personal que le llevó a enloquecer.

Todo empezó en 1916, cuando Diáguilev, Falla y Massine emprendieron su primer viaje juntos por España, atraídos por la idea de crear ballets con aire español. Entre diferentes ciudades del sur, frecuentan cafés-cantantes1 en busca de esa esencia española que fascinaba a los rusos. Allí conocieron multitud de artistas, pero en especial uno sobresalió sobre el resto. Como narra Massine en sus memorias: “nos llamó la atención un joven bailarín, menudo y moreno, cuyos elegantes movimientos y la intensidad de sus evoluciones le hacían destacar sobre el resto del grupo. […]. Se presentó a sí mismo como Félix Fernández García”.2

La causalidad prepararía un segundo encuentro un año después en Madrid. Diághilev se interesa más profundamente por Félix y es entonces cuando le propone unirse a su compañía. ¿Qué buscaba el empresario ruso en él? Inspiración y conocimiento sobre música y danza española, pues empezaba a gestarse la nueva obra de Manuel de Falla sobre El corregidor y la molinera, de Pedro Antonio de Alarcón –lo que conocemos como El sombrero de tres picos–. Félix ayudaría a Massine para la coreografía y enseñaría a los bailarines de la compañía lo más característico de las danzas folclóricas de nuestro país.

Fundamentalmente, los rusos estaban interesados en la farruca. La farruca es un género del flamenco perteneciente al complejo genérico de los tangos. Deriva probablemente de la tonadilla teatral o variedades para la zarzuela3. Destaca por un zapateo con gran ímpetu en los contratiempos y figuras rítmicas de gran virtuosismo. La tonalidad menor caracteriza a la farruca, con alternancia de dominante-tónica e intervención de la subdominante, además del ritmo binario, al estilo del tango argentino o el pasodoble español, acompañado de guitarra, palmas y el chasquido de los dedos.

Félix acepta la oferta, y marcha con la compañía por distintos puntos de España, siguiendo el curso de la temporada, al tiempo que colabora en la coreografía y música de la obra. Se alimentan de los ritmos regionales que encuentran en ciudades como Barcelona, Zaragoza, Burgos, Salamanca, Toledo o Granada. Al terminar la gira se trasladan a Londres y Félix empieza a perder la ilusión, desengañado por sentir que su vida no era lo que había imaginado. El bailaor no se adapta a la disciplina del ballet clásico, no asimila los ritmos sinfónicos y es incapaz de dejar de improvisar4. Todo ello menoscaba su salud mental, y progresivamente las excentricidades del bailaor van aumentando. Obsesionado con asimilar el ritmo de la música, lleva permanentemente consigo un metrónomo y camina al compás que le marca. La compañía no daba importancia a estos síntomas, ya que pensaban que eran comportamientos para llamar la atención.

Pese a todo, Félix pensaba que todo su esfuerzo y sufrimiento iba a tener fruto, ya que la ayuda prestada para sacar adelante El sombrero de tres picos iba a darle el papel protagonista y por fin debutar en los Ballets Rusos. No obstante, días antes del estreno de la obra ve que su nombre no figura en los carteles, y que sería Massine quien interpretase el papel principal y el número en el que había sido clave, “La farruca del Molinero”.

Tras lo ocurrido, alimentado por la obsesión del ritmo, el metrónomo y el estilo de la compañía, Félix enloqueció por completo, y tras varios altercados y días desaparecido, fue internado en un asilo de Epson (Reino Unido). El diagnóstico fue esquizofrenia catatónica,5 la que sería causa de su muerte en 1491.

Tras lo ocurrido nos preguntamos ¿se plantearon alguna vez darle verdaderamente el papel de Molinero, o solo era una manera de tener una inspiración hispana permanente en la compañía? Y si es así, ¿tan lejos llegó la ambición de Diáguilev y Massine? La rapidez de los movimientos de Félix, uno de sus principales dones, había hipnotizado a la compañía franco-rusa: «[se movía] más y más aprisa, con una asombrosa variedad de movimientos, y chasqueaba los dedos como si fueran castañuelas»6. Pero, ¿en qué medida se pactó la participación de un bailarín de los bajos fondos en una de las compañías más prestigiosas de danza?

Después de todo, ¿qué fue del estreno de la obra sin Félix? Gracias a diferentes críticas del estreno publicadas en periódicos nacionales, podemos conocer la sensación del público al recibir una obra cuya propuesta coreográfica rompía con el clásico estilo de los Ballets Rusos. El medio La Mañana abre con el titular “Triunfo de Falla en Londres” y añade “Medios como “Daily Telegraph” dice que se trata de una obra deliciosa. El “Daily Mail” dice que la obra es ligera, clara, exquisita y de un intenso sentido nacional”7.

Tras años de olvido, la figura del bailaor despierta interés entre historiadores y musicólogos de la segunda mitad del siglo XX, que estudiaron la vida de Félix Fernández y su influencia en el mundo artístico de este período. Entre estas investigaciones destaca en 1955 la obra musical de Doris Humphrey8, Félix el loco, para la compañía de José Limón9. También la obra de Antonio Hernández Moreno10 Treinta castañuelas para Londres, una biografía sobre la vida y tragedia del bailarín.

A principios del siglo XXI, se empezó a escribir El loco, que hemos disfrutado estas semanas en el teatro. Fue un encargo de la entonces directora del Ballet Nacional de España, Elvira Andrés. Su estreno absoluto tuvo lugar el 6 de diciembre de 2004 en el Teatro Real, con la colaboración del Ballet Nacional de España, música de Manuel de Falla, Mauricio Sotelo y Juan Manuel Cañizares y coreografía de Javier Latorre. Además del interés que suscita la obra por su propio protagonista, Rubén Olmo, director actual del BNE afirma que “es importante recuperar un ballet de argumento con el rol principal para un primer bailarín masculino”11.

Para empezar la obra, se muestra el final de la vida del bailaor, encarnado por José Manuel Benítez. La escenografía tétrica e inquietante, iluminación minimalista y el sonido afilado y chirriante de los instrumentos de cuerda evocaban una atmósfera psicótica que erizaba la piel. Los bailarines, representando las pesadillas de Félix, intentan bailar pero siempre caen. Efectúan piruetas sin control mientras chasquean los dedos a destiempo y el protagonista intenta huir sin remedio. Rememora entonces los momentos con la compañía y el sufrimiento que le llevó a ese lugar. Todo ello se rompe y transforma cuando el protagonista muere, abrazado por la calidez de una figura femenina con un velo y música coral, que evoca el ascenso al cielo. Ambos componen una forma que recuerda una piedad al estilo del arte de inicios de siglo, nada religiosa, que simplemente recoge el cadáver con cariño y serenidad.

A continuación, el escenario se transforma por completo. La luz es de tonos ocres, y la escena nos lleva al momento en que Diáguilev conoce por primera vez a Félix en unos de los cafés-cantantes de Granada. Aparecen los músicos flamencos del Ballet Nacional de España y el cantaor Juan José Amador el Perre, los cuales interpretan una sobremesa flamenca. La fiesta y alegría que inunda el teatro se acrecienta con la farruca de Félix. A ésta se suma el propio Diáguilev, quien intenta imitar los gestos del bailaor, atraído por sus pasos. Los movimientos rápidos, vibrantes y exagerados de Félix contrastan con la delicadeza del ruso, lo que podemos ver si nos fijamos, por ejemplo, en las manos. El bailaor aprieta y relaja las manos indistintamente, incluso chasquea los dedos; en cambio el ruso mantiene la posición de las manos clásica, donde las muñecas deben seguir la línea de los brazos y las manos ligeramente cerradas cerca del tronco del cuerpo, lo que se denomina preparatoria en la escuela rusa o bra bras.

La segunda parte de la obra nos muestra a Félix Fernández y a su antagonista, Massine, e interpretan una lucha en forma de baile para ganarse el puesto principal en la obra de Falla. Es por ello que la orquesta interpreta momentos de El sombrero de tres picos, mientras los bailarines interpretan un número grupal coreografiado por Massine, con los detalles del folclore español que querían los directores. Así vemos palmas, zapateado o mirada penetrante, incluso el paso de la caída característico de este género, con la rodilla en el suelo; unido a giros y posiciones más propias del ballet clásico como la cuarta posición o grand pose.

Félix se da cuenta de que no puede seguir el ritmo del grupo, que su energía y naturalidad no caben en la disciplina del grupo, y se empieza a sentir cómo pierde el control. Se mira al espejo y destapa su locura, que se refleja en el ritmo frenético de la música, la sonoridad desquiciante de las cuerdas y el taconeo nervioso y torpe del bailarín.

Antes de finalizar, se recrea el estreno de la obra, con un número grupal cuyo vestuario es el original de la obra, ideado y creado por Pablo Picasso y que en esta ocasión vuelve a llenar de color y forma el escenario. Por último, la iluminación se vuelve fría y tétrica, y finalmente se repite el momento del inicio, donde se recrea el manicomio donde Félix estuvo los últimos 22 años de su vida hasta su muerte en 1941.

La historia de Félix Fernández García no es una historia fácil. Su brillantez como bailarín y el incansable trabajo en los Ballets Rusos y en la obra de Falla, de la cual no recibió el resultado esperado, hicieron que su cordura se desvaneciera al tiempo que se esfumó su libertad. Nunca sabremos realmente si los empresarios rusos mintieron con el fin de obtener la ayuda de Félix y su posterior triunfo con la obra, o si realmente la mente del bailaor le llevó a imaginar que alguna vez habría espacio para él en los Ballet Rusos. Según Rubén Olmo, Director de BNE, el contrato original nunca especificó que el papel principal fuera suyo y ya se atisbaban rasgos psicóticos en su personalidad antes de viajar a Londres.12 Lo que sí sabemos es que gracias a él la danza y la música conocieron un nuevo horizonte, donde empieza el gran movimiento de Manuel de Falla y Pablo Picasso. Además, El sombrero de tres picos es uno de los grandes ejemplos de lo llamado nacionalismo de las esencias, es decir “esa necesidad de buscar la sustancia de la música española en el canto popular, y que animó a los compositores a impregnarse de esas melodías que, una vez recreadas, debían constituir la base de la nueva escuela nacional”.13 No pretendía ser una obra que copiara el estilo de lo popular, o que lo incluyera directamente. Félix fue clave a la hora de construir esta obra y dotarla de la esencia que llevaría tanto este ballet como a sus creadores al éxito internacional.

La forma de contar esta historia, tan fascinante como delicada, a través de esta obra, ha sido sensible, equilibrada y artísticamente deslumbrante. Javier Latorre se inspira en la danza estilizada española y el flamenco, con detalles de vanguardia que hacen que la obra sea atractiva para el público tanto especializado como no. La escenografía y vestuario de Jesús Ruiz entiende la esencia de cada momento, y logra que cada plano sea una fotografía de composición brillante que acentúa el protagonismo de los bailarines y la danza. Ha resultado una forma de contar la vida de El loco sin caer en lo morboso ni en la pena, dando luz y protagonismo a los bonitos momentos de su vida bailando, respeto al sufrimiento de un enfermo y calidez a la muerte trágica y solitaria del que fue figura clave de la danza del siglo XX.

Natàlia P. Gregori Vayá

1 Espacio en que se interpretaba cante, toque y baile flamenco. Contribuyeron a la moda del cante flamenco y expansión del costumbrismo andaluz. CASARES, Emilio. “Café” en Emilio Casares rodicio (ed.) Diccionario de la Música Española e Hispanoamericana. Fundación Autor, Sociedad General de Autores y Editores, 2002, tomo II.

2 SOLOKOVA Lydia, Dancing for Diaghilev. Mercury House, 1960.

3 NÚÑEZ, Faustino. “Farruca” en Emilio Casares rodicio (ed.) Diccionario de la música española e hispanoamericana. Fundación Autor, Sociedad General de Autores y Editores, 2002, tomo IV.

4 Dancing for Diaghilev

5 Programa de mano, El loco. Consultado en línea 2 de enero de 2023 <https://teatrodelazarzuela.mcu.es/es/temporada/danza-2022-2023/download/619_d308fb83a53594d5ed141c71b7dfd6ed>, p. 13.

6 Dancing for Diaghilev

7 «Triunfo de Falla en Londres». La mañana, Madrid, 24 de julio de 1919, p. 3.

8 Doris Batcheller Humphrey (1895-1958) fue una coreógrafa y bailarina de danza moderna estadounidense. Durante años colaboró con la compañía de Danza de José Limón, establecida en Nueva York.

9 José Arcadio Limón (1908- 1972) fue precursor de la danza moderna. En 1946 estableció su propia compañía de danza en Estados Unidos, la Compañía de Danza José Limón.

10 Antonio Hernández Moreno, 1964, Murcia. Es un músico, investigador y docente que ha colaborado en diferentes medios y publicaciones con cuestiones relacionadas con la música y la pedagogía.

11 Programa de mano, El loco. Consultado en línea 2 de enero de 2023 <https://teatrodelazarzuela.mcu.es/es/temporada/danza-2022-2023/download/619_d308fb83a53594d5ed141c71b7dfd6ed>, p. 3.

12 Entrevista a Rubén Olmo, director del Ballet Nacional de España. El Loco. Consultado en línea 2 de enero de 2023 <https://www.youtube.com/watch?v=0_3OwnpJIec>

13 TORRES CLEMENTE, Elena. “Nacionalismo de las esencias. ¿Una categoría estética o ética?” en Pilar Ramos López (ed.) Discursos y prácticas musicales nacionalistas (1900-1970).

 

Publicado en enero 2023

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