Viaje a lo esencial: Los gavilanes
Viaje a lo esencial: Los gavilanes
Los gavilanes, música de Jacinto Guerrero y libreto de José Ramos Martín. Dirección escénica: Mario Gas. Dir. Musical: Jordi Bernàcer. Escenografía: Ezio Frigerio con Riccardo Massironi. Vestuario: Franca Squarciapino. Iluminación: Vinicio Metalli. Reparto: Juan Jesús Rodríguez / Javier Franco (Juan, Indiano rico), María José Montiel / Sandra Ferrández (Adriana), Ismael Jordi / Alejandro del Cerro (Gustavo), Marina Monzó / Leonor Bonilla (Rosaura). Actores: Lander Iglesias, Esteve Ferrer, etc… Orquesta de la Comunidad de Madrid. Coro del Teatro de la Zarzuela, director: Antonio Fauró. Del 8 al 24 de octubre. Teatro de la Zarzuela.
El 7 de diciembre de 1923 se estrenaba en el Teatro de la Zarzuela el título de Los gavilanes, una zarzuela grande y de repertorio en la actualidad. Es tal la expectación por el encuentro con el público que hasta los técnicos de la Zarzuela la canturrean allá por donde van, según dice en un coloquio Jordi Bernàcer: ¿cómo han conseguido llegar a esa emoción tan pura?
Desde el primer momento, Jordi Bernàcer y su batuta nos sorprenden con una interpretación épica. Es admirable cómo maneja las diferentes atmósferas dotándolas de bellos matices, como esa densidad que llena de dolor la copla “Paloma, palomita”, o la rebosante energía del concertante “Guarda, indiano, tu riqueza”. Seguro que este debut en la zarzuela es el primer encuentro de muchos otros. Su maestría queda demostrada. Ha sido capaz de escuchar la sencilla orquestación que emplea Guerrero y ha aprovechado su sencillez para exprimir todo su jugo. Además, con la amable ayuda de la Fundación Guerrero, así nos lo especificaba Daniel Bianco, director del teatro, en la rueda de prensa, han revisado y modificado la partitura, suprimiendo líneas melódicas idénticas en algunos momentos y añadiendo otras como el oboe en el dúo de Adriana y Rosaura.
Por su lado, Mario Gas, ya gran experimentado director de escena, nos propone una puesta en escena preciosa y que está centrada en la propia obra de Guerrero, de manera que no solo no nos distrae de lo importante, sino que lo potencia. Su trabajo de intenciones con los cantantes y los actores se siente a lo largo de toda la obra, haciendo concretas todas las situaciones dramáticas. Su dominio nos impresiona especialmente con las escenas habladas, donde cabe destacar las interpretaciones de los actores Lander Iglesias y Esteve Ferrer por ser divertidísimos en los papeles de alcalde y sargento respectivamente. Más en detalle sobre su puesta en escena, juega con el concepto de la oposición y la combinación en el ámbito del dinamismo y de la temperatura.
Así, se presenta una escenografía de Ezio Frigerio como una gran estructura estática, un coro bastante quieto en sus números y que en un principio no genera en el espectador la idea de movimiento. Sin embargo, hay algunas sorpresas inesperadas como cuando se genera la idea de aprisionamiento en el concertante, donde los personajes se encuentran obligados a actuar sin escapatoria. En oposición, las proyecciones de Sergio Metalli nos guían por un deleitoso recorrido por la aldea costera, y su dinámica deshace, en parte, esa sensación estática de la escenografía.
A lo anterior se suma un vestuario colorido, destacando a Juan el indiano con referencias americanas, que llena de alegría el volumen del espacio escénico. Así, la iluminación, se limita a dar temperatura cálida o fría, sin necesidad de colorear. Además suele jugar con la evolución de menor a mayor intensidad según el transcurso de las escenas. Todos los elementos combinados nos dan la esencia del carácter de una aldea industrial de los años 20.
En cuanto a las voces, el segundo reparto tiene unas voces nobles y elegantes que van directas a la esencia del texto y de la música, mientras que el primer reparto está dotado de grandes figuras de la lírica española que llenan de furor al público con su virtuosismo vocal. Juan Jesús Rodríguez, Ismael Jordi y Marina Monzó son unas bestias escénicas que nos dejan admirados desde que salen a escena, hasta que nos dure la memoria. Las mezzos de sendos repartos también son formidables profesionales pero se encuentran muy incómodas vocalmente. Si ambas mezzos no dan la talla, me lleva a pensar que el problema es más bien de casting, debiendo haber optado por mezzos con agudos estratosféricos o directamente sopranos dramáticas. “El fin justifica los medios”, pues todo sea por poder disfrutar de ese dúo final tan exquisito, que como bien valora Mario Lerena en su estupenda conferencia, es una joya de nuestra zarzuela.
En resumen, al igual que Juan el indiano se siente identificado con la copla popular del tenor y desbordado de emoción canta la frase “la juventud y el cariño no se compra con el oro”, esta producción de Los gavilanes hace que tengamos un viaje hacia lo esencial de la música del maestro Jacinto Guerrero.