La salvación de Gregorio Samsa o por qué Grete toca el violín

 

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La salvación de Gregorio Samsa o por qué Grete toca el violín

Musica ex machina

“Una mañana, tras un sueño intranquilo, Gregorio Samsa se despertó convertido en un monstruoso insecto”. Sin duda este es uno de los comienzos más famosos de la literatura universal (con el permiso del Quijote y de Cien años de soledad). Nada más se necesita para reconocer La metamorfosis de Franz Kafka. La obra tiene tintes autobiográficos y relata la historia de Gregorio Samsa, un viajante de comercio que vive con sus padres y su hermana Grete y que un día se levanta convertido en un insecto (parece ser que en un escarabajo) enorme.

Tras esta primera transformación física viene la psíquica. La metamorfosis es la historia de cómo la mente, el alma, de Gregorio pasa a ser el alma de un humano en un cuerpo de animal a ser un animal por completo. Esta deshumanización que el protagonista sufre es un proceso lento que Kafka refleja en los espacios de la obra. La habitación de Gregorio está al principio limpia, gracias a su hermana que entra a adecentarla y darle de comer, pero poco a poco se oscurece, los muebles se sacan, deja de ser limpiada, se olvidan de darle de comer. Esta habitación es la metáfora del alma de Gregorio, primero humana, con esperanzas de recuperarse, después oscura, triste, salvaje. El otro espacio está formado por el resto de la casa y representa la humanidad. Cada vez que Gregorio sale de su habitación da un paso hacia su recuperación, cada vez que vuelve se envilece y se acelera su proceso de animalización. Pero, ¿y la música?

La música aparece por primera vez de forma casi anecdótica cuando Kafka nos presenta a Grete, la hermana. Ella toca el violín y su sueño es poder estudiar en el Conservatorio; secretamente Gregorio está ahorrando para que ella pueda alcanzar su sueño. Este rasgo de Grete puede parecer un capricho del escritor pero en realidad es de vital importancia narrativa. La música tiene un papel fundamental en el desenlace de la obra.

Nos situamos hacia el final de la obra: Gregorio está en su habitación, solo, sucio, hace días que no se alimenta, la familia ya no entra a limpiar, parece que lo han olvidado y permiten que la puerta de su habitación (que da al salón) esté abierta. Pese a esto él no se atreve a salir de ella, tan profunda es su deshumanización. Gregorio está en el último escalón de su transformación psíquica, está a las puertas de la muerte de su persona interior. Parece que nada puede salvarlo. Mientras él se balancea al filo de la humanidad su familia ha intentado rehacer su vida, han alquilado algunas habitaciones y después de cenar se reúnen con los inquilinos en el salón y para deleitarlos, por primera vez desde la transformación de Gregorio, Grete toca el violín.

La fascinación de Gregorio al escuchar a su hermana tocar es muy intensa, pese a su estado de debilidad extrema se siente, extrañamente, con fuerzas para avanzar hasta el interior del salón. Nadie se percata de esto pues la familia y los inquilinos están mirando por la ventana o disfrutando absortos de la música. Él sigue avanzando tan admirado de lo bien que toca su hermana que incluso él mismo se maravilla de su propia reacción. “¿Sería una fiera, que la música tanto le impresionaba? Le parecía como si se abriese ante él el camino que había de conducirle hasta un alimento desconocido, ardientemente anhelado”. Kafka nos presenta a la música como salvación para Gregorio, esta consigue hacerlo salir de su habitación apareciéndose como alimento, alimento para su alma. El sonido del violín insufla ganas de vivir en él, tiene deseos de hablar con su hermana, de confesarle que antes de su transformación quería enviarla al Conservatorio, de abrazarla y de besarla. Tiene deseos de ser humano otra vez.

La idea de una música sanadora para el alma y con poder sobre los animales no es exclusiva en Kafka sino que ha sido una constante; desde los primeros mitos y pensadores griegos, pasando por la teoría de los afectos (en que cada tonalidad sugeriría una determinada sensación en el oyente), hasta la actual musicoterapia, siempre ha estado presente en la historia del pensamiento musical. El mito de Arión es un buen ejemplo de música con poder sobre el comportamiento de los animales: Arión, antes de ser lanzado al mar por la tripulación del barco en el que viajaba, pide tocar la lira, los marineros se lo permiten, él toca y luego salta por la borda, entonces un delfín, llamado por la música, acude a su rescate y lo lleva hasta una orilla. Hay otras historias que también muestran una música poderosa como la de Anfión, que solo con la lira consigue que montones de piedras se dispongan en forma de muralla, además del famosísimo mito de Orfeo.

Sobre la influencia de la música en el alma como sanadora podemos hablar de la kátharsis, la purificación de los afectos expuesta por Aristóteles. La kátharsis parte de la afirmación de que la música puede imitar emociones e influir con ellas sobre el alma. Aristóteles propone aislar una emoción y presentarla de forma pura. La kátharsis es un proceso de purga, de eliminación de determinadas emociones, la música alivia y limpia el alma como si se tratara de una medicina. El alma se purifica como si hubiera recibido un tratamiento médico.

En Gregorio este proceso de purga detiene la deshumanización y le permite volver al salón donde está su familia. Vuelve a ser persona en su conciencia, la música rescata al humano del interior del insecto. Los sentimientos surgen de nuevo en él y también aparece el deseo de contacto físico con su hermana cuando ya no parecía posible, gracias a la música. El sonido del violín lo está curando, es su salvación.

Pero entonces uno de los inquilinos se da cuenta de su presencia y se alarma. Grete deja de tocar inmediatamente el violín, su plan de salvación se trunca. Ante el espanto de los invitados y la preocupación de la familia, Gregorio vuelve lentamente a su habitación, débil, sin fuerzas, hambriento de nuevo, como lo había estado momentos antes. No comprende cómo antes había sido capaz de llegar hasta el salón en aquel estado de debilidad en que se encontraba, la única explicación es que la música le había dado fuerzas para hacerlo. Cuando entra en su habitación la hermana cierra la puerta de forma definitiva. Ya no hay más esperanza para él, la música, su única posibilidad de salvación, le ha sido arrebatada. Esa noche Gregorio muere en su habitación en la más profunda deshumanización.

Siempre nos quedará una duda: ¿Qué habría pasado si Grete no hubiera dejado de tocar el violín?

Gracia Llorca Llinares

Ilustración: Paco Roca.

Publicado en nº 31 de 2017

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