Reguetón y medios: la musicología irrumpe en el debate

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Reguetón y medios: la musicología irrumpe en el debate

Breve manifiesto a la información musical contrastada

Hace ya más de quince años que el reguetón irrumpió en la esfera comercial. En la actualidad ha logrado una sorprendente difusión casi a nivel mundial, ejemplificada por el éxito de “Despacito”, canción conocida desde América a Corea del Sur, pasando por Europa. Esta expansión lo ha convertido en objeto de numerosas críticas y ha provocado debates en torno a sus mensajes, en muchos casos marcados por un contenido explícitamente sexual, machista y moralmente reprobable.

Del mundo periodístico brotan noticias que reflejan las opiniones enfrentadas de los diversos sectores de la población sobre dicho género. Normalmente las que permiten alimentar las críticas son las que más impacto mediático tienen. Por ejemplo, el pasado mes de febrero, en el informativo del mediodía de la cadena de televisión Telecinco, el reguetón protagonizaba un reportaje sobre machismo en la música popular. Las noticias de este tipo, por lo general faltas de suficiente reflexión, transmiten a los telespectadores la idea única de que el reguetón es algo perjudicial para la sociedad sin ahondar en la problemática. A través de estos mensajes se alimenta una animadversión basada en una visión sesgada. El reguetón recibe críticas en todas sus facetas: la música, por ser demasiado sencilla y comercial; el baile, por su carácter sexual; y las letras, por su contenido machista. Paradójicamente, estas actitudes han propiciado la aparición de nuevos discursos. Así, hay periodistas, feministas, artistas y sobre todo musicólogos que intentan mirar un poco más allá para darle la vuelta a la tortilla, o, por lo menos, demostrar que hay diferentes formas de cocinarla. He aquí una serie de contraargumentos.

En primer lugar, la música, como bien nos ha enseñado la musicología en sus últimos años, no es ni buena ni mala, sino que la calidad y significado que le otorgamos deriva de nuestras propias construcciones culturales y procesos de recepción de la misma. Como evidenciaba Nicholas Cook hace dos décadas, gracias a la superación del canon de la música culta europea se ha podido demostrar que todo producto musical ha de ser analizado y valorado en su propio contexto. Parecía que con la reivindicación del estudio de las músicas populares la academia había logrado zafarse del lastre del eurocentrismo. Pero incluso dentro de esta etiqueta se han creado y perpetuado jerarquías. Las últimas décadas del siglo pasado fueron testigo de cómo el rock se situaba por encima del pop por considerarse más auténtico, más complejo y más artístico. Carece de sentido pasar el reguetón por esos filtros, lo que no quiere decir que no se pueda analizar observando aquellos criterios que derivan de ellos y nos hacen desdeñarlo. Wayne Marshall, musicólogo de referencia, dedica tres páginas de su libro “Reggaeton”, coeditado con Raquel Z. Rivera y Deborah Pacini Hernandez, a analizar “Gasolina” de Daddy Yankee desde una perspectiva heredera del análisis semiótico de Philip Tagg. Este revelador análisis demuestra que la canción es mucho más que una simple vaivén armónico entre dos acordes a distancia de semitono sobre una base de “boom-ch-boom-chic”. De este modo, las críticas que recibe el reguetón a nivel estrictamente musical quedan descartadas en muchos casos por pecar, cuando menos, de esnobistas.

Si a esto le sumamos clasismo, xenofobia y un “viejo prejuicio occidental que sitúa al cuerpo por debajo del alma”, según el periodista musical Víctor Lenore, adquieren sentido los pensamientos que articulan las críticas al perreo, baile asociado al reguetón basado en imitar posiciones sexuales. Este ha tenido gran acogida entre las nuevas generaciones, que se han criado en sociedades más permisivas en el terreno sexual que sus padres. En general, la entrada del reguetón en los circuitos comerciales ha supuesto un choque de culturas y clases sociales, de formas de pensar y de actuar. El perreo es una exitosa nueva forma de liberar el cuerpo que se asocia, en última instancia, a sus raíces, a los barrios marginales de Puerto Rico o Panamá. En países donde continúa reinando una fuerte desigualdad económica y social, el cuerpo se convierte en un espacio de disfrute y de libertad fundamental. “Hay más de racismo que de machismo. Se está demonizando a los latinos con el argumento de que vienen a pervertir a nuestros jóvenes”, sostiene la musicóloga Laura Viñuela, cuyos trabajos sobre música y género han adquirido cierta visibilidad, como demuestra esta breve entrevista que concedió al programa matinal de Antena 3 Espejo Público.

Las letras son el aspecto más candente de la discusión. Un valor positivo del contenido explícitamente machista de las letras del reguetón es que han convertido al público en un sujeto activo, que critica un género musical por el mensaje que transmite. Estas letras crudas han ampliado un debate relegado hasta hace poco a círculos intelectuales: los mensajes del machismo en la música. Victor Lenore sostiene que “que se hable de machismo en el reguetón y no en los Rolling Stones habla a las claras de quién es la clase dominante, ya que letras como ‘Under my thumb’ […], son cimas del machismo cultural”. Desde la musicología feminista señalan que todo género musical puede esconder connotaciones machistas por el simple hecho de haber sido creado en un contexto patriarcal. No se salva ni la música clásica y si no que se lo pregunten a Susan McClary, una de las madres de la musicología de género que descubrió los valores masculinos y heterosexuales escondidos en obras canónicas como la Novena sinfonía de Beethoven. Por suerte, la idea de que hay machismo más allá del reguetón ha empezado a difundirse, como refleja el ilustrativo test de la revista El Jueves “¿Verso de rock and roll o de reguetón?”.

De hecho, quienes piensen que reguetón y machismo son un binomio inseparable se equivocan. Mientras Wisin y Yandel corean en “Pan pan” “la toqué y ella se dejó”, hay muchas artistas y canciones del género que proponen un feminismo directo. Ivy Queen es una de las pocas reguetoneras de referencia de principios de los 2000 que ya en esa época gritaba “soy yo la que decide cuándo vamos al mambo”. En la actualidad, artistas como Becky G o nuestras triunfitas Aitana y Ana Guerra explotan la moda feminista en el ámbito más comercial. Con canciones como “Mayores” o “Lo malo” se dirigen a un público joven al que transmiten mensajes girl power. Pero también la escena más radical y underground baila el acuñado como “reguetón feminista” de Torta Golosa, Mis Nina o Chocolate Remix, cuyas líricas están cargadas de reivindicación e ironía. En “Feminismo y reggaetón”, Torta Golosa reclama claramente que “si no puedo perrear, no es mi revolución”, y pone de manifiesto el importante papel que juegan el cuerpo y la sexualidad en la liberación femenina. Chocolate Remix, en su vertiente de “reguetón lésbico”, le dan la vuelta al término dembow, la denominación popular de la base rítmica del reguetón cuyo origen, como ha estudiado Wayne Marshall, guarda connotaciones homófobas (si quieres saber más sobre este término, he aquí un buen resumen de Melissa Amezcua). Este dúo de artistas chilenas se dirige a la old school gritando “ponte orgulloso si eres bien bow”, en contra de las críticas a la homosexualidad que hicieron algunos padres del género. Para ello, reutilizan la base de la canción “Dem Bow”, tema original de Shabba Ranks, que fue versionado en numerosas ocasiones como documenta Marshall.

La música, y en especial la música popular, es un excelente espacio de debate en el que se enfrentan las diferentes ideologías sobre las que se construye nuestra sociedad. En el caso que nos ocupa, el reguetón es un reflejo del enfrentamiento que se produce entre el avance del pensamiento feminista y el machismo. El contenido sexual explícito de sus letras hace de este género musical un campo idóneo para la batalla, donde los contendientes esgrimen la sexualidad como arma de poder. En una sociedad en la que las relaciones hombre-mujer sobre las que se sostiene el heteropatriarcado han sido puestas en duda, la música es una herramienta más tanto para los que luchan por la liberación femenina como para los que tratan de que las cosas sigan siendo como antes. En este ámbito, musicólogos y periodistas juegan un importante papel a la hora de mostrar opiniones críticas y bien fundamentadas en relación a los mensajes de la música, sea reguetón o cualquier otro género. Aprovechemos la controversia mientras dure.

Marina Arias Salvado*

Bibliografía

MARSHALL, Wayne. “Dem Bow, Dembow, Dembo: Translation and Transnation in Reggaeton”, Song and Popular Culture, (2008). <http://wayneandwax.com/pdfs/dembow-paper-proofs.pdf >

MARSHALL, Wayne; “From Música Negra to Reggaeton Latino: The Cultural Politics of Nation, Migration, and Commercialization” en Raquel Z. Rivera, Deborah Pacini Hernández y Wayne Marshal (ed.). Reggaeton. Durham, Duke University Press, 2009, pp. 19-76. <http://wayneandwax.com/academic/marshall-musica-negra-reggaeton-latino.pdf>

COOK, Nicholas. De Madonna al canto gregoriano: una muy breve introducción a la música. Madrid, Alianza Editorial, 2012.

* Este artículo es resultado de la asignatura “Crítica y Divulgación Musical”, impartida por las Dras. Ruth Piquer Sanclemente y Judith Ortega Rodríguez en el Grado de Musicología de la Universidad Complutense de Madrid.

Ilustración magnífica de Mala Musa Ilustración

Publicado en nº 33 de 2017

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