Si parpadean despacio

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Si parpadean despacio

Ocurrió la otra noche en el Auditorio. Era una ópera barroca en versión concierto. La falta de vestuario, escenografía e iluminación se paliaba con compromiso y algunas dramaturgias sencillas. En un momento dado el libreto decía que la bruja, para seducir al héroe, cambia su aspecto por el de la amada de aquél. Para representar sin disfraces ni pirotecnias el conjuro, la cantante que interpretaba a la bruja se colocó detrás de la que interpretaba a la amada y ésta, para demostrar que no era ella misma sino un espejismo del ardor de la bruja, sencillamente… parpadeó despacio. Nada más. Cuando la amada era ella, hablaba y se movía con normalidad. Cuando era una sombra de sí misma parpadeaba con lentitud. Y no había necesidad de mayores alquimias.

A veces todo es así de sencillo, sutil e involuntario. Monstruoso, si me permiten. La metáfora del conjuro es salvaje cuando miramos nuestra realidad, paseando por el día a día cada vez más ajenos. Miro alrededor y veo cada vez a más personas parpadear despacio, como exteriorizando públicamente una renuncia a aquellos días en los que se sentían luminosos por dentro, casi un hallazgo milenario en el umbral de su descubrimiento. Supongo que será un lugar común en todos los tiempos, pero me asusta tan poca apuesta por la quimera, porque un día a mí me parecieron factibles, aunque fuera sólo por ingenuidad y candor, y no por mi don para la maravilla.

En fin, que no me considero libre de riesgo. Creo que mi antibiótico a todo lo acomodaticio sigue siendo la música. Lejos de adormecerme me mantiene alerta, desarrolla mi empatía para todos los conflictos que no son los míos, me obliga a mirar hacia lo oscuro que guardo, hacia los páramos que disfrazo a los demás de visita turística. Decía Pessoa que sin locura el ser humano no sería otra cosa que un cadáver aplazado que se reproduce. Entiéndase la música como una forma delectada de locura, pero no nos confiemos: si no anhelan saltar en los charcos, si no les gusta pasear descalzos por la hierba mojada, si no les conmueve el olor a pan recién hecho… sospechen.

Y, por favor, si me ven parpadear despacio, abofetéenme.

Fotografía: @mariangelescarro.

Publicado en nº 33 de 2017

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