Simplemente música. Agitada, removida y en zapatillas

Crítica
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Simplemente música: agitada, removida y en zapatillas

Chick Corea & The Vigil abren el Ciclo Jazz del CNDM

CNDM. Ciclo Jazz. Chick Corea & The Vigil. Chick Corea (piano y teclados), Tim Garland (saxofón), Charles Altura (guitarra), Carlitos del Puerto (bajo), Luisito Quintero (percusión) y Marcus Gilmore (batería). Auditorio Nacional de Música. Sala Sinfónica. 27 de octubre de 2015.

Consolidado como una de las citas imprescindibles de la escena madrileña, el Ciclo Jazz del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) abrió su quinta temporada el pasado martes día 27 de octubre. El espacio crece en número de conciertos compaginando grandes nombres y figuras capitales con intérpretes más desconocidos para el gran público. Seguramente el equilibrio presupuestario obliga a hacer de la necesidad virtud y, precisamente por lo poliédrico y ecléctico del ciclo, resulta enormemente atractiva la programación de la presente temporada.

Los encargados de darle inicio fueron Chick Corea & The Vigil, que ofrecieron uno de esos conciertos para guardar en el recuerdo. Desde un principio todos intuíamos que su visita iba a significar mucho más que otra fecha cualquiera en el saturado calendario de la formación. Cualquier aficionado que España y su música ha sido una fuente inagotable de ideas para Corea. A partir de álbumes como My Spanish Heart (1976) se observa que lo mediterráneo, lo español y lo hispánico han inspirado muchos de los grandes registros del pianista. No han sido estos los únicos referentes, pero quizá sí los más notorios, porque la querencia del pianista hacia todo tipo de hibridación comienza por su propio nombre: Armando Anthony Corea, una miscelánea identitaria en la que se encuentran lo americano, lo italiano y lo español. Todo ello se pudo escuchar el pasado martes. El arte del pianista y el de sus proyectos es un gran cóctel que suena a todo y a nada en concreto, una decantación continua de distintos materiales sonoros: el resultado de acercarse con respeto, pero sin miedo, a toda la historia de la música. Corea se compromete con todos y no se casa con nadie, pivota en cada estilo sin consagrarse a ninguno; y The Vigil (de nuevo un crisol de nacionalidades) es otro ejemplo de esa heterodoxia.

El último proyecto estable de Corea, que echó a andar en 2013, recoge todo el bagaje de formaciones anteriores como la Elektric Band, Return to Forever o la Akoustik Band. The Vigil nace igualmente de ese eclecticismo, como su repertorio. Durante dos intensas horas de música el sexteto brilló de manera orgánica sin que en ningún momento la voz de Corea, que se mantiene en plena forma, resultara altisonante. Se sucedieron una media docena –grandes joyas en pequeña dosis– de títulos firmados, en su mayoría, por el propio pianista. El concierto, en sintonía con el hacer de Corea, se desarrolló como un enorme homenaje a la historia de la música. Bud Powell, uno de los mitos fundacionales del jazz e influencia declarada del norteamericano, fue la primera referencia musical a la que siguió Roy Haynes. En un primer momento, Chick Corea & The Vigil plantearon un recorrido por lo caribeño, el latin jazz e incluso lo tanguero (“Anna’s Tango”) y lo aflamencado: múltiples disfraces cortados a medida con los que Corea siempre ha demostrado sentirse cómodo.

Acercándose el final comenzó a tomar forma lo que todos esperábamos, el verdadero motivo de la visita de Corea: The Vigil quería rendir homenaje no a un país, sino a una música y una tradición. Tras unas palabras del pianista dedicadas a Paco de Lucía hicieron aparición dos ilustres invitados para poner el broche final a dos horas en las que el protagonismo fue únicamente de la música. Niño Josele y un viejo conocido de Corea, Jorge Pardo –condecorado con el Premio Nacional de las Músicas Actuales esa misma mañana–, se arrancaron con“Zyriab”, tema del malogrado guitarrista e inventor gaditano que grabó en los noventa precisamente con Corea; otro tributo a ese gran pontífice que escribió varios capítulos de la historia del flamenco como del jazz al mismo tiempo y quizá sin ser consciente de la trascendencia de su faena. Niño Josele y Jorge Pardo pusieron el flamenco, la raza y el duende a una música ajena pero no extraña que por momentos se superaba en intensidad y conexión. La música iba en ascenso cuando se acercaba el final. El milagro de la creación en vivo desembocó en la mítica “Spain” –página a la que precede el adagio del Concierto de Aranjuez a modo de introito a la ceremonia–, posiblemente la composición más universal de Corea. El estrépito, el fragor y lo atropellado de la melodía quedó a disposición de ocho músicos que alcanzaron verdaderas cotas de entendimiento pese a su diversísima procedencia. Pero es precisamente eso lo que Chick Corea & The Vigil proponen: recoger, aglutinar y condensar todo aquel material musical a su alcance para así deambular por todos los caminos y por ninguno. El sexteto emprende así una aventura que busca enmascarar –que no ocultar– todo aquel sedimento del que se alimenta. En gran medida esta es la traducción más acertada de la personalidad de Corea, por quien ha transitado la historia de la música de los últimos tiempos y cuya vastísima biblioteca musical ordena y desordena según le convenga. En el pianista lo intuitivo supera a lo inteligente dando la impresión de que de manera natural e innata posee un dominio absoluto de todo lo que concierne al sonido.

El pasado martes Corea estuvo insuperable. Claridad de ideas, agilidad improvisadora indemne y esa fáustica capacidad que sólo los genios poseen: cuando los dedos preceden a la mente. A Chick Corea, como a cualquiera de los proyectos que se le ocurran, le queda mucha música. El pianista todavía tiene mecha y no le faltan ideas, porque Chick Corea las tiene todas y las maneja a su antojo. Y en zapatillas.

Juan Carlos Justiniano

Fotografía: CNDM y David la Rosa (portada).

Publicado en octubre 2015

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