Fred Hersch: la música, el silencio y todo lo que se proponga

Crítica
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Fred Hersch:
La música, el silencio y todo lo que se proponga

El trío del pianista de Cincinnati cierra el Ciclo Jazz del CNDM 15/16

CNDM. Ciclo Jazz. Fred Hersch Trio. Fred Hersch (piano), John Hebert (contrabajo) y Eric McPherson (batería). Auditorio Nacional de Música. Sala de Cámara. 27 de mayo de 2016.

 

El Ciclo Jazz 15/16 del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM), cita consolidada del género en la capital y con mayor peso y relevancia en la programación del Auditorio Nacional de Música temporada tras temporada, cerró el curso el pasado viernes. En cierto modo, la visita de Fred Hersch se mostró como una síntesis de todo lo acontecido durante el presente año a lo largo de siete conciertos que han ofrecido una panorámica bastante completa de lo que actualmente engloba el jazz. El de Cincinnati contó con la compañía del contrabajo ágil de ideas de John Hebert y la sutileza de la batería de Eric McPherson, músicos en los que Hersch encuentra la horma de su zapato. Con ambos el pianista ha firmado, de hecho, su último trabajo discográfico, Floating (Palmetto Records, 2014), merecedor de dos nominaciones a los Premios Grammy, toda una muestra poco usual de lucidez de ese gran leviatán alimentado por aquellos que entienden la música únicamente en términos mercadotécnicos y que manifiestamente la pretenden reducir a su valor de cambio.

A Fred Hersch se le ha calificado como “el pianista silencioso”, imagen que puede resultar de obtusa comprensión (quizá no tanto si no consideramos estricta la relación de antonimia entre “silencio” y “música”). Existe, sin embargo, una interpretación literal para este juego retórico: el trío decidió silenciar los micrófonos, monitores y pantallas prescindiendo de amplificación y poniendo a prueba la acústica de la Sala de Cámara, que demostró estar a la altura –sólo se echaban en falta las virtudes de la electricidad cada vez que Hersch presentaba, con apenas un hilo de voz, el nombre de los temas con los que se disponía a hacer travesuras–. Pero la misma imagen, la de ese “piano silencioso” que es el del estadounidense, posee una interpretación figurada que caracteriza un concepto musical, estético y ético que el pianista pontifica y que profesan sus acompañantes. Hersch, Hebert y McPheron sorprendieron por su conexión simbiótica en todos los aspectos: en el volumétrico, en primer lugar, pero también en la asunción de ese rol callado que cada uno representa dentro del grupo. Así, sin la mediación artificial de cableado, imanes o bobinas, el diálogo reposado (pero cargado de profundidad) se impuso a cualquier posible altisonancia individual.
Fred Hersch es un cerebro musical encerrado en un cuerpo menudo que practica un pianismo y una manera muy personal de entender el acontecimiento musical. Lo suyo es asumir que con cualquier tipo de música se discute sin tener por qué llegar a acuerdo alguno –esta otra imagen de repente tan de moda, fíjense–. Por eso el oyente logra identificar lo propio de Hersch, las características recontextualizaciones del Great American SongBook o las parodias de páginas de Thelonius Monk y Sonny Rollins que se sucedieron durante hora y media de música. El pianista adoptaba el disfraz de Monk (quizá su ascendiente más evidente), de un Oscar Peterson “blanqueado”, del Keith Jarrett menos cerebral y prosaico o del mismísimo Schönbergde Pierrot Lunaire. Y todos ellos juntos pero no revueltos. Capaz de ello es Fred Hersch: primero lector, luego intérprete y después compositor que practica la musicología desde su teclado para explicarnos a Bach, Mendelssohn o Bill Evans. Ese academicismo bibliotecario no se traduce en vanas citas, por el contrario aparece continuamente como hipertexto o subtexto de una obra que nace en gran medida desde propósitos paródicos (en su acepción etimológica), que no oculta una querencia natural por las ligeras melodías del jazz pero que a la vez asciende como ejercicio intelectual. Podemos decir que, a instancias de Fred Hersch, el jazz se muestra en su más perfecta expresión como la música más culta de las populares o la más popular de las cultas.
El nerviosismo quizá provocado por un fin de semana que se avecinaba primaveral –seguramente los asistentes tenían prisa por inundar las terrazas del barrio de la Prosperidad antes de que se pusiera el sol– pareció apresurar la despedida de un trío que resumió una temporada sobresaliente. Bill Frisell será el responsable de inaugurar el curso 16/17 el próximo 27 de octubre. Contamos los días y las horas, pero mientras tanto vayan echando un vistazo a la programación. Quedan advertidos.

Juan Carlos Justiniano

Imágenes: Acidconga.com.

Publicado en febrero 2016

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