Tris mozartiano

Crítica
Crítica
Crítica

Tris mozartiano

La trilogía de Da Ponte y Mozart en el Regio de Turín

 

Mozart. Don Giovanni. Turín, Teatro Regio. 27 de junio

Carlos Álvarez (Don Giovanni), Erika Grimaldi (Donna Anna), Carmela Remigio (Donna Elvira), Juan Francisco Gatell (Don Ottavio), Mirco Palazzi (Leporello), Rocío Ignacio (Zerlina), Fabio Maria Capitanucci (Masetto), Gianluca Buratto (Commendatore). Daniele Rustioni (dir. musical). Michele Placido (dir. de escena).

Mozart. Così fan tutte. Turín, Teatro Regio. 28 de junio.

Federica Lombardi (Fiordiligi), Annalisa Stroppa (Dorabella), Andrè Schuen (Guglielmo), Francesco Marsiglia (Ferrando), Lucia Cirillo (Despina), Roberto de Candia (Don Alfonso). Diego Fasolis (dir. musical). Ettore Scola (dir. de escena).

Mozart. Le nozze di Figaro. Turín, Teatro Regio. 29 de junio.

Simone Alberghini (Conte), Serena Farnocchia (Contessa), Paolo Bordogna (Figaro), Maria Grazia Schiavo (Susanna), Paola Gardina (Cherubino). Speranza Scappucci (dir. musical). Elena Barbalich (dir. de escena).

 

En los menús de las comidas del mediodía de Turín existe la posibilidad de pedir un Tris: reunir en un mismo plato el primero, el segundo y el contorno. Es una manera de no tener que decidir y realizar una comida más equilibrada. El Teatro Regio nos propuso a su manera un tris mozartiano en días sucesivos –hasta completar cuatro ciclos– las tres óperas de Mozart con libreto de Da Ponte: Le nozze di Figaro, Don Giovanni y Così fan tutte. Es un reto del anterior director artístico (Gastón Fournier-Facio), uno de sus alardes osados e imaginativos, rasgos de los que la nueva dirección artística parece carecer en vista de lo propuesto para esta temporada.

La primera pregunta reside en si realmente se trata de una trilogía. El encuentro de Mozart con Da Ponte en la Viena de 1780 supuso uno de esos momentos felices de la historia de ópera del que surgen estos tres grandes títulos, auténticos capolavori del género. La colaboración con el poeta fue estrecha y llevó al músico salzburgués al máximo de su capacidad dramático-musical, lo que es mucho decir en el caso de Mozart. Sin embargo, las tres óperas ofrecen elementos muy diferentes: una alocada comedia en Las bodas, un fantasmagórico trasfondo en Don Giovanni y una refinada comedia de carácter sentimental en Così. El Regio propone producciones diferentes, tanto en lo musical como en lo escénico, lo que no ayuda a profundizar en una interrelación que tal vez no resulte necesaria.

Pero además cabe preguntarse si viene al caso dicha programación simultánea, un maratón para el público en tres noches consecutivas. Es sin duda un goce para un gran aficionado, pero también un enorme esfuerzo en medio de la vida diaria. El esfuerzo de escuchar las tres óperas seguidas se hace innecesario e incluso contraproducente, aunque el público ha secundado mayoritariamente las funciones y haya agotado las entradas para el Don Giovanni. La ópera –como cualquier manifestación artística– debe mantener ese carácter especial, casi mágico, y no convertirse en algo rutinario.

Don Giovanni de Carlos Álvarez

El planteamiento escénico de las tres óperas procede de antiguas producciones del propio teatro reactualizadas. Parten de una visión convencional, a veces poco imaginativa. Problemático fue el Don Giovanni de Michele Placido, articulado constantemente sobre un telón corto negro, como de luto, y un cementerio de caóticas esculturas, que obligaba a los personajes a cantar desde el proscenio. El gran protagonista de la noche fue sin duda Carlos Álvarez, un don Giovanni de voz redonda llena de matices y colores, cuya interpretación –bien secundada por el resto del reparto, especialmente el Leporello de Mirco Palazzi– mereció la larga ovación que le brindó el público al final. Las dos partes nobles (donna Anna y don Ottavio), encomendadas al tenor argentino Francisco Gatell y la piamontesa Erika Grimaldi, destacaron por su buen hacer vocal de tendencias líricas, mientras que Carmela Remigio ofreció una destemplada donna Elvira, forzada en sus difíciles partes. Correcto desde el foso Daniele Rustioni, que mantuvo el difícil ritmo dramático de una ópera desigual, pese a algunos desequilibrios en la orquesta.

Così fan tutte bajo la batuta de Diego Fasolis

Sin duda la producción más redonda fue la de Così fan tutte. Desde el foso el suizo Diego Fasolis se convirtió en el centro de la producción. Con precisión rítmica, tempos siempre adecuados y un sonido equilibrado pero incisivo, hizo que la ópera no perdiese su tensión, lo que resulta importante ya que es la más larga de las tres y la que menos variedad dramática acumula. Además supo sacar la enorme riqueza de una de las mejores orquestaciones mozartianas. La vistosa escenografía, articulada sobre un gran telón con una vista de la bahía de Nápoles, y el hermoso vestuario ayudaron a potenciar la sensualidad de la obra. El reparto ofreció buenos resultados, pese a afrontar una de las partituras más difíciles de Mozart. Federica Lombardi fue una buena Fiordiligi, aunque su voz excesivamente lírica le provocó algunos problemas por la ausencia de graves. De la misma manera el tenor Francesco Marsiglia sufrió en algunos momentos sobre el escenario. A destacar la Dorabella de Annalisa Stroppa, una mezzosoprano auténtica, con solidez en el registro grave y un timbre hermoso, así como el Guglielmo de Andrè Schuen. La Despina de Lucia Cirillo, a pesar de su secundario carácter en la partitura, se convirtió en la auténtica protagonista sobre la escena por sus dotes vocales y actorales, al igual que el veterano Roberto de Candia como don Alfonso.

Le nozze di Figaro: hay Esperanza

Siempre interesante por su gran riqueza dramático-musical, Las bodas de Figaro pudo superar una escenografía insulsa, prácticamente desnuda, bien pensada en su continua movilidad pero carente de detalles y poesía. El reparto resultó bastante desigual, con interesantes prestaciones del Figaro de Paolo Bordogna y el Cherubino de Paola Gardina y un acertado Simone Alberghini como Conde. Mayores problemas tuvieron las dos protagonistas femeninas: el papel de Susanna no se adapta bien a la voz grande de Maria Grazia Schiavo, mientras que Carmela Remigio resultó una insuficiente Contessa. Sin duda el mayor interés estuvo en la dirección musical de Speranza Scappucci. Por desgracia no es habitual ver a una mujer sobre el pódium de una orquesta y menos en un foso operístico. Con un gesto preciso, a veces excesivamente rotundo, dominó la extensa partitura, estando atenta a todos los detalles tanto de la orquesta como del escenario. Su dirección no solo es efectiva sino que aporta belleza y poesía. Scappucci, que es la titular de la Ópera de Valonia y recorre los escenarios de todo el mundo, inicia un camino que debe contribuir a normalizar la presencia de las mujeres en los puestos de dirección musical.

Víctor Sánchez Sánchez

Publicado en nº 33 de 2017

Para leer más artículos de este autor:

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies