La curiosidad salvó al gato
La curiosidad salvó al gato
Jorge Pardo regresa al Auditorio con su cara más jazzística
CNDM. Ciclo “Jazz en el Auditorio”. Jorge Pardo Quartet. Auditorio Nacional de Música. Madrid, 19 de enero de 2018.
“Puro Gatopardo”. Así ha titulado el flautista y saxofonista madrileño este concierto con el que se ha presentado en el Ciclo de Jazz organizado por el CNDM en el Auditorio. Con una clara intención de alejarse de su habitual pulso flamenco y presentar un espectáculo plenamente jazzístico, el cuarteto consiguió crear un recorrido exquisito por algunos de los clásicos del género.
Cada vez resulta más difícil saber en qué órbita musical habita Jorge Pardo. En los últimos meses le hemos podido escuchar por Madrid experimentando con la electrónica de su último disco Djinn (2016), homenajeando a Pepe Habichuela en el Circo Price o al mismísimo Camarón en el 25 aniversario de su muerte. Todavía resuena en el patio de Conde Duque la taranta que José Monje Cruz le enseñó y que una noche del pasado verano nos regaló a través de su flauta a solo. Uno de esos momentos inexplicables, a mitad de camino entre el Syrinx de Debussy y la taranta más añeja de Morente.
El cuarteto que nos encontramos sobre el escenario abrió el concierto con una sutileza inteligentísima, sin aspavientos y con la flauta más elegante y tranquila del músico madrileño. Tras esta entrada empezaron a llover standards de Thelonious Monk, Chick Corea y del propio Pardo, que rescató algunos temas de su ya extensa discografía. Alternando entre flauta y saxofón, el líder del cuarteto dejó claro por qué es el mejor músico de jazz europeo según la Académie du Jazz francesa (2013) y Premio Nacional de las Músicas Actuales (2015): no tocó ni una sola nota desde el oficio, desde la técnica, desde la cabeza. Porque sólo sabe tocar desde las tripas. Porque toca con la sangre y no con los dedos.
Durante los standars en los que Pardo optaba por el saxofón, pudimos escuchar ecos y maneras de algo así como un fantasma fabricado con trocitos de Lester Young, Charlie Parker y John Coltrane. Anticiparse a lo que viene, proponer novedad en el instante para ese único instante. Saber jugar, saber escuchar, saber compartir. Ese fue el muestrario del cuarteto del madrileño.
Se notó el esfuerzo por conducir el programa a un repertorio estrictamente jazzístico y dejar lo más apartado posible el beat del latin jazz y el pulso flamenco. Lo cierto es que, aunque todas esas músicas están muy dentro del madrileño y de algún modo irremediable se filtran siempre en sus maneras de hacer, Pardo logró que por unos momentos viviéramos dentro de Bird de Clint Eastwood y, por otros, en Cotton Club de Coppola.
Viaje al epicentro de nosotros mismos el que nos regaló Pardo, un epicentro al que también nos empujaron los solos del contrabajista Pablo Martín Caminero, esta vez alejado de sus también habituales andanzas flamencas. Y palabras mayores para hablar de Albert Sanz. El pianista valenciano abandonó por un rato sus cuarteles generales (el Jimmy Glass de Valencia y el Café Central de Madrid) y sus continuos escarceos con el contrabajista Javier Colina o el armonicista Antonio Serrano para deleitarnos en el escenario del Auditorio Nacional. Se nos hace muy difícil encontrar a otro pianista de la escena jazzística actual con más elegancia, con más verdad y con mayor versatilidad. Pardo le dio el espacio y el tiempo que merece un músico de esa altura, interpretando varios solos en los que se filtraban ecos de sus trabajos discográficos anteriores, como el delicioso O que será (2011) que produjo y grabó junto a Colina y Al Foster. Este músico, de apariencia despistada, podría hacernos pensar al verle frente al piano que vive en otro planeta, pero su técnica y su verdad demostraron que era el ser más presente y conectado de la tierra.
Y de postre “Lo logramos”, un jaropo venezolano que permitió al batería Dani Domínguez demostrar que estaba a la altura de los músicos que lo rodeaban y que fue la excusa perfecta para el éxtasis final de solos que nos regaló el cuarteto.
No podía ser más desafortunado el adjetivo “puro” en el título de este concierto. Y es que si algo nos ha quedado claro del impuro Jorge es que sabe más por gato que por pardo.