Carlo Gesualdo

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Carlo Gesualdo

El príncipe asesino que escribía madrigales

Un ocho de septiembre, 400 años atrás, moría en el municipio italiano de Gesualdo un compositor con una historia peculiar. Se trataba de Carlo Gesualdo, príncipe de Venosa; un noble napolitano que a sus 52 años había alcanzado la fama por diversas razones: sus composiciones, que desafiaban las normas estilísticas del momento, su carácter melancólico y obsesivo, y también por su presencia en las crónicas de sucesos. Y es que sin haber llegado aún a cumplir 25 años Gesualdo asesinó a sangre fría a su entonces esposa Maria, y al amante de ésta, Fabrizio, duque de Andria, a quienes atrapó “in flagrante delicto di flagrante peccato”.

Carlo, príncipe de Venosa

En el Nápoles del siglo XVI los Gesualdo no habían sido siempre una familia principesca. El principado de Venosa llegó en el año 1560, cuando Fabrizio, el padre de Carlo, se casó con Girolama Borromeo, la sobrina del entonces Papa Pío IV. El ilustre apellido de Girolama nos da una pista de su otro lazo familiar (y de poder): se trataba de la hermana del famoso cardenal Carlo Borromeo, personaje que, como veremos en las próximas líneas, fue objeto del interés casi enfermizo de Carlo Gesualdo. Así, a tan solo una generación de distancia, Carlo no esperaba ser príncipe, puesto que tenía un hermano mayor. Pero el azar quiso que su padre muriese y seguidamente lo hiciese su mencionado hermano. Así pues, Carlo Gesualdo se convertía en el heredero al título.
De la primera etapa de su vida poco se sabe, salvo que se trataba de un joven noble que había estado en contacto con la música desde la infancia y que ésta había sido su gran centro de interés. Su padre se había rodeado de músicos destacados y en ese ambiente se formaron los oídos de Carlo, influenciado por nombres como los de los compositores Pomponio Nenna, Giovanni de Macque y Scipione Dentice.

En cualquier caso, Carlo Gesualdo no pasó en esta etapa de su vida de la categoría de diletante, un mero aficionado con más o menos gracia para elaborar composiciones menores que en ningún momento se publicaron. Parece ser cierto, pues, que en todo genio existe una chispa que prende la llama de la creación. Y en el caso de Carlo Gesualdo habría de ser la tragedia.

In flagrante delicto

En 1586, a los 20 años, Carlo Gesualdo se casaba con su prima, Maria d’Avalos, hija del marqués de Pescara. Pero lejos de ser un matrimonio feliz y duradero terminó abruptamente a los cuatro años. La infidelidad de Maria con Fabrizio Carafa, duque de Andria, era vox populi en los círculos de Nápoles desde hacía dos años, y una noche de mediados de octubre del año de 1590 Gesualdo decidió poner fin al deshonor que aquello suponía para él. La versión más poética de la historia cuenta que el príncipe avisó a su esposa de sus planes de salir de caza aquella tarde. En lugar de eso, al anochecer volvió al Palazzo San Severo de Nápoles donde vivían y, con la complicidad y ayuda de los criados, entró de nuevo en el edificio. Se dirigió entonces a la habitación, donde encontró a los amantes, y los mató a cuchilladas, ensañándose con sus cuerpos, que dejó a la vista de todos en las escaleras del Palazzo antes de huir a Venosa.

Los testimonios recogidos en la documentación de la época no acaban de dar una versión definitiva, puesto que son declaraciones parciales de algunas personas del servicio que se encontraban en la vivienda; pero todo apunta a que, estando Maria en la cama con su amante, Gesualdo delegó el trabajo sucio en sus criados y se dedicó a ensañarse una vez ambos estuvieron muertos. Habrían muerto a puñaladas y heridas de espada, pero el duque presentaba también una herida de arma de fuego.

Sobre este suceso se escribieron líneas y líneas, llegando a crear una suerte de leyenda negra entorno al personaje ya en su tiempo; incluso el poeta Torquato Tasso escribió versos sobre ello, además de toda una ristra de poetas napolitanos y la inevitable repercusión en la prensa. Sin embargo, no fue perseguido: su estatus, el Derecho y las circunstancias justificaban el crimen y si se retiró fue por consejo del preboste de Nápoles, que le recomendó marcharse de la ciudad para no provocar la ira de los familiares de Maria y el Duque.

Compositor de vanguardia

Una etapa radicalmente distinta se inició tras el crimen. Gesualdo se casó de nuevo en 1593 con Leonora d’Este, un enlace que se antojaba ventajoso por dos motivos principales: restablecía su reputación al ser un nuevo matrimonio fuera de Nápoles y le permitía acercarse e integrarse en uno de los centros musicales del momento: Ferrara. Y no desaprovechó la oportunidad. Desde el mismo momento de la celebración del enlace, la música ocupó un lugar central en la vida cotidiana de Carlo. Al año siguiente, en 1594, empezaron a circular sus dos primeros libros de madrigales y en sus salidas de Ferrara se hacía acompañar siempre de músicos como Scipione Stella y Francesco Rasi, además de tocar él mismo la guitarra y el laúd.

De esos primeros años en Ferrara datan las composiciones que destinó a un grupo emblemático en la ciudad: el Concerto delle Donne, una agrupación constituida enteramente por mujeres que interpretaban sobre todo madrigales en estilo concertado. Gesualdo pasaba entonces de mero diletante a compositor profesional. Mencionar que allí también conoció a un compositor muy admirado por él, Luzzascho Luzzaschi, además de a otros músicos virtuosos de la corte. En definitiva, y en palabras del estudioso Lorenzo Bianconi, un círculo de vanguardia, exclusividad, competencia y esoterismo que compartían compositores, intérpretes y público.1

Su habilidad compositiva fue claramente visible en sus tres últimos libros de madrigales, donde llevó al extremo las normas sin llegar a romperlas. Respecto a los textos, Gesualdo los prefería llenos de imaginación y de contrastes imposibles, en los que se presentaran los males del amor: fuego, ardor, muerte. Así construía sus piezas, dotando a cada idea del texto de su equivalente musical, como si de un collar de cuentas se tratase. Unas cuentas dispares, de colores distintos, que podían no parecerse en nada. Unas ideas musicales que experimentaban con el ritmo, los cromatismos y la disonancia. Pero del mismo modo en que el collar se mantiene unido por un hilo interior, la tonalidad y el texto hacían lo propio con los madrigales de Gesualdo.

Su retiro final

Al poco tiempo, en 1595, Carlo, aquejado de melancolía (como por aquel entonces se conocía a la depresión), se retiró a su castillo de Gesualdo para dedicarse por completo a la composición. Inspirado por lo vivido en Ferrara, decidió crear su propio grupo de músicos cortesanos en el castillo, llegando a instalar incluso su propia imprenta. Apenas salía de allí: había dejado de convivir con su esposa, que se quejaba del aburrimiento que aquel matrimonio le suponía, y cada vez se alejaba más de cualquier tipo de actividad social, volcado como estaba en la creación musical.

Otra obsesión acompañó sus últimos años de vida: la veneración extrema por su tío, el cardenal Carlo Borromeo, que fue canonizado en 1610; un hecho documentado en la correspondencia que mantuvo con el clero responsable con objeto de obtener las reliquias del cardenal, además de un retrato. Las personas que le rodeaban fueron desapareciendo: Leonora, su hijo Alfonsino, que murió en 1600 y apenas tres semanas antes de su propia muerte, murió su otro hijo Emanuele, en quien había depositado las propiedades y la herencia familiar.

Así, Carlo Gesualdo moría el 8 de septiembre de 1613, hace ahora 400 años, en un momento en que el reino de Nápoles tal como lo había conocido se deshacía, como también su propia historia. Su influencia en la época fue limitada: fue reconocido en vida, pero rápidamente olvidado. Serían los años venideros los que recuperasen el interés en la figura del italiano, cuando volviese a resurgir su historia y su música delirante, disonante y gentil, un bello dolor de, quizás, hermoso remordimiento.

María Montes

1 Bianconi, Lorenzo. “Gesualdo, Carlo, Prince of Venosa, Count of Conza”. Grove Music Online. Oxford Music Online. Oxford University Press. Web. 26 sep. 2013. <http://www.oxfordmusiconline.com/subscriber/article/grove/music/10994>

Publicado en octubre 2013

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