Desde Rusia con valor. La más hermosa flor del drama ruso

Desde Rusia con valor

La más hermosa flor del drama ruso

Borís Godunov, Modest Músorgski. Bryn Terfel, Borís; John Tomlinson, Príncipe Shuiski; Kostas Smoriginas, Andrey Shchelkalov; David Butt Philip, Grigori Otrepiev; Ain Anger, Pimen; John Tomlinson, Varlaam; Harry Nicoll, Missail; Vlada Borovko, Xenia; Antonio Pappano (dir. musical). Richard Jones (dir. escena). Coros de la Royal Opera y Orquesta de la Royal Opera House (Londres). Retransmitida a través de los cines Cinesa el 21 de marzo de 2016.

La primavera de este año comienza con Borís Godunov de Modest Músorgski (1839-1881), un inquietante drama político que regresa a la gran pantalla de los cines Cinesa. La temporada de la Opera Royal House cuenta sobre el escenario con el potente bajo-barítono Bryn Terfel en el papel de Borís Godunov, y reúne de nuevo a Richard Jones y a Antonio Pappano para escenificar la vida del zar Godunov.

No se sorprenda el espectador cuando escuche en los círculos operísticos de la grandeza de Músorgski, puesto que su figura simbolizó la cumbre del nacionalismo ruso en el siglo XIX. Es cierto que cuando uno emplea el término “nacional” se hace inevitable henchir por unos instantes el alma con un sentimiento de orgullo y decoro hacia las tradiciones culturales de la propia patria, sensación que se extrapola respetuosamente (o así nos complace pensar que sucede) a las identidades nacionales de otras potencias. Si dirigimos nuestra mirada hacia los dos centros que tenemos hoy entre manos, España y Rusia presentan más vínculos de lo que a priori pudiera parecer. En primer lugar, ambos países comparten la visión común que se tiene de ellos de constituir dos estados periféricos y equidistantes de los principales centros artísticos en la Europa cultural, un estado sobre el que la musicología actual está avanzando a pasos agigantados para superar este enfoque. Seguidamente, es incontestable que la exuberante riqueza artística que presentan ambos países tuvo, tiene y tendrá una importancia providencial a nivel internacional. Por último, es digno de enfatizar el interés mutuo que Rusia y España se han profesado desde hace más de un siglo, y si no que se lo digan a Falla y a Glinka, o preguntemos quizá a una reciente doctora conocida por todos que, estoy segura, tiene mucho que decir sobre el tema.

Músorgski no tuvo una vida fácil, lo que acentúa aún más el atractivo de su figura, y acompañan su personalidad musical un marcado antiacademicismo y un carácter autodidacta que, lejos de constreñir sus posibilidades técnicas, incentivaron aún más particular genio musical. En su música se observan muchas características compartidas con el grupo de los Cinco, del cual formaba parte junto con Mili Balákirev (1837-1910), Nikolái Rimski-Kórsakov (1844-1908), Alexander Borodín (1833-1887) y César Cui (1835-1918). El denominador común era la defensa de una música nacional basada ante todo en las tradiciones populares rusas, utilizando libremente la canción popular. Pero Músorgski dió un paso más allá y su lenguaje fue mucho más vanguardista, llegando a influir notablemente en Stravinsky.

Si precisamos el realismo musical como el arte que debe evitar toda convención y adorno para presentar la realidad tal cual es, entonces Músorgski se convierte en uno de sus máximos representantes. Buena prueba de ello lo constituyen sus personajes, los cuales frecuentemente vienen a ser representados por los campesinos recién liberados, sin ningún revestimiento quimérico. Influenciado por estas ideas, así como también de las técnicas de declamación utilizadas por Dargomyzhski en El convidado de piedra, Músorgski trató de cristalizar estos ingredientes en las adaptaciones de Salambó de Flaubert y La boda de Gógol, que permanecen incompletas. Tampoco finalizó La feria de Soróchintsy. Pero, con una producción operística siempre en mente, parece que estos trabajos prepararon el terreno de lo que sería su más consagrada creación: Borís Godunov,creado en seis años y tres versiones (1869-1873) de las cuales únicamente la segunda fue estrenada en vida. Tras su muerte, Rimski-Kórsakov revisó y suavizó la orquestación.

Su libreto está basado en el homónimo de Pushkin, al que sometió únicamente a ciertos cambios. Se trata de una serie de siete escenas que narran históricamente varios episodios del ascenso al trono de Rusia del zar Borís Godunov entre 1598 y 1605. Músorgski presentó una primera versión (1869) a la dirección del Teatro Imperial, quienes la rechazaron por la ausencia de papeles femeninos. Pero la versión revisada de 1872 exigió del compositor una mirada más allá de los requerimientos planteados para superar la censura. La versión de Richard Jones en la Royal Opera House de Londres corresponde a la primera producción, por lo que veremos a un Músorgski centrado temáticamente en la cruenta búsqueda de poder y, desde el plano musical, un tratamiento orquestal en su estado más puro bajo la batuta de Antonio Pappano. En una historia con saltos temporales dignos del mejor cine, observamos a un Borís atormentado por la inquietante aparición de un impostor: el falso Dimitri, quien iniciará una revuelta que alcanzará la capital. La inquietud de Borís es comprensible: en su tierna infancia el verdadero Dimitri –el que él mismo cree que se esconde bajo la nueva identidad del farsante príncipe Shuiski– había sido hallado muerto en circunstancias extrañas.

La música es la encargada de anexar el entramado histórico mediante motivos melódicos y armónicos que se asocian a los personajes o a los diferentes estados de ánimo, una suerte de leitmotivs pero sin serlo, cuya función consiste en proporcionar estructura y organización a la obra. La presencia del folclore es más que indiscutible, y ello viene determinado no sólo en los continuos aires populares de los coros y de las danzas, las canciones del zar Borís o la canción de cuna, sino por la aproximación a la música eclesiástica rusa por medio de las armonías paralelas. El interés musical se centra principalmente en la instrumentación, con una orquesta descriptiva que presenta modulaciones y sonoridades disonantes sin preparar con función propiamente tensional, pero también colorístico.

Entre las novedades que aporta este drama musical destacamos sobremanera la nueva declamación lírica de herencia previamente comentada, que consiste en un estilo de recitación dramática que refleja los patrones de entonación del ruso hablado, con un rico fondo orquestal de sabor modal ruso que, según el testimonio del compositor, desvelaría el contenido emocional latente en la expresión verbal. El nacionalismo ruso impone sus voces de bajo profundo, y deducimos del testimonio del patrocinador de las artes, Sava Mamontov, la especificidad de estos cantantes: “Una voz capaz, imponente, cruelmente burlesca, como la sacudida de un báculo de hierro”. El rol protagonista de Borís encaja a la perfección con estos atributos, al que añadimos la dificultad de representar la acuidad psicológica con la que Músorgski describió el poder y vulnerabilidad del zar, lo que exige una gran demanda del personaje. Por ello, Borís es reconocida como una de las más complejas producciones para bajo-barítono, que será desempeñada por Bryn Terfel, quien se enfrenta a John Graham, el falso Dimitri, y al monje Varlaam, protagonizado por John Tomlinson.

Vinculada a iconos rusos y al folclore oriental, Borís Godunov es una ópera diferente, cuya representación no es tan frecuente como se desearía. Para aquellos que ya la conozcan, disfrútenla el próximo lunes en los cines Cinesa; y para los que nunca la han escuchado con anterioridad, sólo puedo recomendar su audición.

Tamara Valflor

Fotografía procedente de: Wronmog
The Telegraph (portada).

Publicado en febrero 2016

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