El Códice Calixtino

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El Códice Calixtino

Peregrinando hacia los vestigios polifónicos de Europa

Hace casi tres años –concretamente en julio de 2011– la noticia del robo en la Catedral de Santiago de Compostela del Códice Calixtino daba la vuelta al mundo y ponía al borde del síncope a toda la comunidad científica, cultural y musical. Afortunadamente, su feliz localización un año después –menos espectacular de lo que cabría esperar– dio un alivio soberano, permitiendo su recuperación y devolviendo el legendario Codex a su lugar de descanso, el archivo catedralicio, pero eso sí, esta vez bajo grandes y mejoradas medidas de seguridad.

¿Por qué tanto revuelo por un libro viejo? Hay que partir de la base de que el Calixtino no es un códice medieval más. Su particularidad descansa en que es ÚNICO por la importancia del contenido que guarda en su interior, y a su vez por los interrogantes que éste plantea todavía hoy en día. A pesar de que el que se conserva en la Catedral de Santiago no es el original –cuyo paradero se desconoce– se considera su principal copia y la más completa, de un valor incalculable.

Pongámonos en situación. Es necesario indagar en las causas de su creación para adentrarnos un poco más en su contenido. Según el dicho todos los caminos llevan a Roma; puede que sea así, pero en este caso, Compostela es una parada obligatoria.

La historia nos cuenta cómo en el siglo IX, en la antigua zona de Iria Flavia,1 una lluvia de estrellas que caía desde el cielo sobre un punto concreto de la tierra, llamó la atención de un lugareño, que lo interpretó como un mensaje divino. El haz de luz parecía querer mostrarle algo. Lo que no se podía imaginar es que le estaba indicando un hecho sin precedentes: el lugar exacto donde se encontraba el sepulcro del apóstol Santiago.

El descubrimiento pronto se hizo popular y, desde ese momento, la zona donde esto sucedió comienza a conocerse con el nombre de Campus Stellae –campo de estrellas–, o lo que es lo mismo: Compostela. A partir de ahí comienza un legendario y devoto peregrinaje a este lugar, que por todos es conocido con el archifamoso nombre de: El Camino de Santiago.

Pues bien, el Calixtino es históricamente la primera guía escrita de peregrinos de la ruta jacobea. Muestra los primeros relatos de las gentes venidas de toda Europa que hacían su recorrido y constituye el primer testimonio que tenemos sobre esto.

Pero no solo expresa estos hechos a través de las palabras, sino que la música es un elemento muy importante dentro de él. Estamos hablando de la primera fuente escrita de polifonía en la historia con un valor artístico significativo a nivel mundial. A diferencia de otros corpus primigenios de polifonía como son el Tropario de Winchester, el Manuscrito de Chartres –ambos del siglo XI– en el Calixtino la música polifónica está en tetragrama y notación diastemática. Daba información sobre las alturas de los intervalos entre notas, nunca vista hasta entonces en la polifonía, a diferencia de las otras fuentes cuya notación era in campo aperto.

Lo curioso de este hecho es lo siguiente: ¿cómo es posible que el Calixtino recogiera ya esta notación, si la utilización de la misma no aparece de forma habitual en la práctica polifónica hasta tiempo después y en regiones que quedan a miles de kilómetros?2 Y es que, aunque la práctica ya se observe en los manuscritos de San Marcial de Limoges, anteriores al Calixtino, el hecho es que ésta era, en su mayor parte, producto de la improvisación. Habrá que esperar a los manuscritos de Notre-Dame, posteriores al Calixtino, para observar una completa consolidación

La cosa no acaba ahí. Hay otros muchos interrogantes dentro del Calixtino. El primero de ellos es el de su autoría; ¿quién ha hecho el Codex? La historia nos dice que fue el Papa Calixto II –1119-1124–; así se recoge en una carta insertada en los preliminares del propio Codex que él mismo envía al abad de Cluny, al patriarca de Jerusalén y al arzobispo de Santiago-Diego Gelmírez, en donde cuenta cómo lo recopiló.

Sin embargo, con el paso de los siglos se ha demostrado que esa carta era falsa. Y también es apócrifa la otra carta pontificia de Inocencio II –1130-1143– que confirmaba la atribución del Códice a Calixto II.

Todo esto dio lugar a numerosas suposiciones sobre la autoría del mismo a lo largo de los siglos, y en especial en el siglo XIX –momento en que se fragua una guerra fratricida entre historiadores y musicólogos para imponer sus conclusiones–, expandiéndose también estas dudas a la creación de los propios textos que se dedican a la liturgia del Apóstol y a los fragmentos musicales.

Pero vamos a adentrarnos un poco más en el contenido del Codex: el Calixtino se estructura en un total de cinco libros: el primero –y más extenso– contiene textos litúrgicos, antífonas, responsorios y relatos de la pasión de Santiago, todos ellos relacionados con el culto y festividades del Apóstol. En cuanto a música se refiere, podemos encontrar música monódica y dos piezas con una segunda voz añadida: Iacobi Sancte e In hac Die Laudes.3 El segundo libro trata sobre los milagros de Santiago entre finales del siglo XI y principios del XII; un total de 22 relatos en los cuales se cuentan los milagros efectuados por el propio Apóstol Santiago en distintos lugares del camino que llevará su nombre;esta parte no contiene música. El tercero de los libros narra la traslación de los restos del Apóstol desde Jerusalén, donde supuestamente fue martirizado, hasta llegar a Galicia, en donde se descubre su sepulcro; tampoco hay música. El cuarto de los libros, conocido como Pseudo-Turpín o Crónica de Turpín,4contiene untotal de 26 capítulos, y en concreto narra las hazañas de distintos protagonistas, en este caso profanos –Carlomagno, Aigolando, y el épico relato de Roncesavalles–; no contiene música. Por último el quinto de los libros, La guía del Peregrino, en donde se hacen referencias a los distintos lugares que deben ser visitados por los viajeros a lo largo de la ruta jacobea, pero también los numerosos peligros que se pueden encontrar en su camino: gentes peligrosas, violencia y mares letales- vamos, una bienvenida por todo lo alto-. En el apéndice de este V libro es en donde se inserta la música polifónica, a la cual el Codex debe su fama.5

Pues bien, todo este corpus polifónico –y también parte del monódico– ha ocasionado a los musicólogos a largo del tiempo numerosos interrogantes.

El primero de ellos es el de la fecha concreta de la escritura de la música. Esto podría parecer sencillo de adivinar si nos atenemos al sistema de notación utilizada. Sin embargo, una nueva dificultad aparece: entre las distintas copias que se conservan del Liber Sancti Jacobi –también llamado así el Calixtino– existe una diferencia fundamental y llamativa: utilizan distintos sistemas de notación musical.6

Si nos atenemos a este hecho, la consecuencia es la siguiente: la copia que se conserva en Santiago es POSTERIOR a las otras copias, curioso. ¡Vaya vaya con el Codex! Muchos son los interrogantes que todo esto plantea a día de hoy. Sin embargo, la investigación musicológica ha permitido en los últimos años dar respuesta a algunas de estas cuestiones:

Hoy se sabe que el Codex es fruto de la autoría de varias manos a lo largo del tiempo, aunque se desconoce exactamente quiénes son, al menos de la copia que se conserva en Santiago. Se sabe que el Códice de Ripoll fue copiado por Arnaldo de Monte en 1172-1173, y que el manuscrito que se conserva en la Biblioteca Nacional fue copiado por Fray Juan de Azcona en torno a 1538-. Y también se intuye que los distintos sistemas de notación utilizados se deben a la propia pericia y conocimiento del copista musical en cada caso, aunque esto no está confirmado del todo.

A su vez, también sabemos un hecho fundamental: las propias rutas jacobeas, en las que a partir del siglo IX comenzó una milenaria peregrinación que todavía perdura hoy en día, propiciaron y permitieron un hecho muy importante: el mestizaje y la mezcla cultural entre las gentes venidas de toda Europa, en especial las procedentes de Francia y Borgoña, lo que explica que en la copia de Santiago la notación musical utilizada sea la del centro-norte de esta región, unido a la influencia que los propios monjes de Cluny ejercieron desde finales del siglo XI en Santiago, incrementando su presencia, lo que acabó por convertirla, a pesar de quedar arrinconada geográficamente, en una ciudad de referencia no sólo de la cristiandad sino que a su vez estaba en la vanguardia cultural y musical de Europa .

Sin embargo, otras muchas cuestiones están todavía por resolver. ¿Dónde se ha hecho el Codex: en Francia como sostienen algunas tesis o es una producción enteramente española y en este caso compostelana? ¿Dónde se encuentra el original?, y a su vez ¿dónde están las otras copias de las cuales se tiene constancia y registro de su encargo pero que no han sido localizadas?

Muchos son todavía los interrogantes que quedan por resolver. Quizás muchas de estas respuestas las obtendremos adentrándonos por los caminos de la milenaria ruta jacobea como hicieron los primeros peregrinos allá por el siglo IX. Quienes la han recorrido cuentan que se trata de una experiencia única; pero cuidado, ya que como el propio Codex advierte, muchos son los peligros de su tránsito y cuando en el horizonte se vislumbre Compostela, sabremos que estamos pisando tierra de meigas y como dicen las gentes de por allí:

Habelas hailas…

Miguel Ángel López Hermida

1 Localizada geográficamente en la actual zona conocida como Padrón –ubicada en la comarca del Sar– que fue uno de los lugares en donde el Apóstol Santiago había predicado en vida, en torno al año 34 d. C.

2 Las primeras informaciones que tenemos sobre la polifónica provienen de los tratados Música Enchiriadis y Schola Enchiriades, ambos anónimos del siglo IX. Sin embargo, no será hasta el siglo XII en San Marcial de Limoges y sobre todo la Escuela de Notre Dame –siglos XII y XIII–, cunas de la polifonía europea, en donde se desarrolla de manera intensa la práctica polifónica, de la mano de compositores como Leonin y Perotin.

3 Codex Calixtinus, ed. Facsímil. Madrid, Caineda, 1992, f. 131r – f.131 v.

4 Ibid., f. 163r.

5 Ibid., Comienza en el fol. 185r y consisten, por lo general, en Organas y Conductus, algún Kyrie y algunos tropos del Benedicamus Domino; estas últimas entrarían en las categorías de los organa y de los conductus respectivamente.

6 Ver el capítulo “Perspectives on Musical Notation in the Codex Calixtinus”, de Sarah Fuller (pp.183-234) del libro El Códice Calixtino y la Música de su tiempo. Muy clarificador para conocer la notación contenida en el Calixtino, y sus diferencias con las otras copias. Se conocen cinco copias del Calixtino –además del que se conserva en Santiago–: El Códice de Ripoll –conservado actualmente en el archivo de la Corona de Aragón– cuya notación utilizada es la Aquitana de varias líneas a punta secca. El manuscrito de la Biblioteca general de la Universidad de Salamanca, Ms 2631 –copiado a comienzos del siglo XIV– que no contiene la parte musical monódica ni el apéndice final con la polifonía. El Manuscrito de la Biblioteca de Londres Ms 12213 –copiado en torno a 1330– en donde falta la parte polifónica. El Códice de la Biblioteca Apostólica Vaticana –siglo XVI– el tipo de letra es tardía respecto al Calixtino y falta el apéndice final con la polifonía. El Manuscrito de la Biblioteca Nacional –copiado por Fray Juan de Azcona en 1538–. Véase: LOPEZ CALO, José; VILLANUEVA, Carlos (eds.): El Códice Calixtino y la música de su tiempo. A Coruña, Fundación Pedro Barrié de la Maza, 2001.

Imagen: http://www.codexcalixtinusfacsimil.com/2011/07/la-expectacion-crece-ante-la-posible.html.

Publicado en abril 2014

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