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    Escribir sobre música

    No sabemos hablar de música. Y me incluyo. Varios miles de años conviviendo con ella y aún no tenemos ni la más remota idea de cómo entablar una conversación decente.

    Música:—¡Ey! ¿Qué tal? ¡Cuánto tiempo! Voy a recordarte que tienes cosquillas. Jijijijijiji.

    Humano:—¡Eres sublime! ¡Eres absolutamente maravillosa! ¡Me embelesas! ¡Oh!

    Música:—A ver, que te estoy haciendo cosquillas, no te flipes.

    Humano:—Ya, pero es que estoy escuchando la afinación históricamente informada de Gardiner y todo el mundo sabe que es un genio.

    Música:—¿Y eso qué aporta al que te lee sobre lo importante? Te estoy haciendo cosquillas. Y además te has sonreído.

    Humano:—Las cosquillas son intrascendentes, eso lo sabe hasta un niño. Yo, sin embargo, te estoy hablando de la profundidad del ser, de inmutabilidad, de historia de la música y de la habilidad de un director de orquesta de expresar musicalidad.

    Música:—¡Dad! ¡Dad! ¡Dad! Cuatro palabras acabadas en -dad que no significan nada.

    Humano:—Ya bueno, ¿y entonces qué escribo? ¡Me han dado una entrada!

    Música:—Agarra tu «violín de aire» y reproduce, encima de la tripita de tu hijo, los movimientos convulsos de Mozart. Cuando sepas relacionar eso con la historia de la música y el humor británico de Gardiner, hablamos.

    Fotografía de: Natàlia Gregori Vayà

    Publicado en septiembre 2020
    nada
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