Entrevista a Noelia Rodiles

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Noelia Rodiles: 

“La música es tan buena por sí misma que no hace falta añadirle nada más”

¿Se habían imaginado alguna vez a Ligeti y a Schubert juntos en un mismo cd? ¿Casarán bien…?

El equipo de Síneris ha tenido el privilegio de escuchar esta combinación de las manos de Noelia Rodiles, la pianista artífice del disco Ligeti-Schubert. Quedamos con ella en La Italiana de Madrid. Nos recibe con una sonrisa. Poco a poco, entre reconfortantes cafés que nos sirven de primera excusa, vamos hablando de la música, de su música.

Noelia, paseando un día entre los estantes de la Quinta de Mahler tuve que pararme de repente, sorprendida, muy curiosa y atraída como por un imán delante de lo que descubrí como su primer disco en solitario. Se leía: “Ligeti: Musica Ricercata – Schubert: Impromptus D 899”. ¿Puede hablarme del porqué de esa combinación, que sentí como algo muy potente y cargado de atractivo?

¡Claro! En primer lugar éstas son dos obras que me encantan. Las había ido tocando en varias ocasiones y recientemente las había interpretado juntas en un mismo programa de concierto. Allí vi que funcionaban muy bien y que a pesar de ser dos músicas totalmente diferentes creaban un efecto muy bueno.

Al principio pensé comenzar el disco con Schubert para terminar con Ligeti, pero cuando me pasaron el pre máster probé a escucharlo al revés y me gustó más el efecto que crea esa paz que deja Schubert tras la búsqueda de Ligeti.

¿Cómo surgió este trabajo?

Llevaba ya tiempo con ganas de dejar registrado algo, de hacer algún pequeño trabajo discográfico. Y la ocasión surgió a raíz de un recital que tenía programado en un festival en Cataluña. Un concierto que se iba a celebrar en una iglesia con una acústica muy interesante, en el que además iba a contar con un Steinway espléndido y que, como colofón, iba a ser grabado por la emisora especializada Catalunya Música por un técnico a quien valoro mucho, Lluís Solé, que es el propietario de la discográfica Solfa Recordings. Esa confluencia de circunstancias favorables me hizo pensar que era el momento. Lo hablé con Lluís y pronto estuvimos de acuerdo. Nos encerramos a grabar los días previos al concierto. Como antes comenté, el lugar elegido es una iglesia con muy buena acústica y creí que al hacerlo ahí ganaba en naturalidad. Lo que se pierde de neutro, de limpio en el estudio, se gana en que es algo más vivo. Quizá no es ese sonido perfecto de estudio pero le da más personalidad. Tiene una fuerza que lo hace más parecido a un directo. Y eso es lo que buscaba, que sonara lo más natural posible.

Y, ¿qué significa para usted que cualquier persona pueda ahora escuchar su música?

Primero, para mí ha sido un aprendizaje tremendo porque es muy diferente tocar para una grabación que en un concierto. Y, después, yo creo que siempre te abre puertas… ¡o te las cierra (jeje)! Pero creo que es interesante al ser un material que está accesible para todo el mundo y que cualquiera que tenga interés puede escucharlo y decidir si le gusta o no, sin dejarse influir por otras consideraciones.

Hace unos meses dio un concierto para Scherzo, en el ciclo de jóvenes intérpretes y vi que estrenó una obra de Francisco Cano. ¿Qué supuso para usted estrenar la pieza de ese compositor que además justo hacía un año que acababa de fallecer?

Tengo que admitir que no conocía al compositor, fue un encargo de la Fundación Scherzo por recomendación de Santiago Martín Bermúdez de la propia fundación. Pero estudié su música y me pareció muy interesante, muy fina y muy sensible. Ha sido un descubrimiento para mí ver que existía esta obra, así como interpretarla, y estoy contenta con el trabajo. Santiago había sido muy amigo de Francisco Cano, y gracias a él y a la Fundación pude conocerla. Estoy muy agradecida a ambos.

Este concierto se realizó en los teatros del Canal. Usted disfrutó con la obra y le gustó. ¿Pudo apreciar la reacción del público?

Es una pieza que gustó mucho. Después, hablando con gente que vino al concierto y con compañeros me hicieron hincapié en lo interesante de la música de Cano. Creo que hubo buena reacción y acogida, lo cual me alegró.

Esta pieza quedó registrada…

Sí. Un tiempo después estuve en La Dársena de Radio Clásica y ahí la grabé.

¿Le gustaría seguir llevando al público música actual?

Sí. Me parece además que hay mucho repertorio desconocido y que hay una cierta tendencia por parte de los músicos a tocar siempre lo mismo [nos miramos, asentimos y sonreímos]. Por un lado eso es muy lógico, pues son obras buenísimas y por eso se tocan tan habitualmente. Pero por otro lado creo que puede haber música muy seductora y de mucha calidad también de otros compositores no tan conocidos.

Entroncando con esto ¿cuál es la música con la que se siente más a gusto?

Schubert me gusta mucho [dice con tono cariñoso] ¡Haydn me encanta! Soy una forofa de Haydn y una gran defensora suya. Siempre intento meter en cada concierto algo de él, ya sea una pequeña o una gran sonata, pero que esté presente. Y luego la música del siglo XX. Hay mucha con la que disfruto especialmente: Ligeti o Messiaen por ejemplo. Por otro lado estoy a favor de combinar estilos y épocas muy diferentes. A veces se hacen muchos monográficos, lo cual está muy bien, pero creo que también es bueno experimentar y ver cómo queda un Haydn con un Ligeti, o un Haydn con Cage ¡Desde luego Schubert con Ligeti ha quedado fantástico! [Risas] Me alegro de que el experimento haya salido [risas] ¡Yo se lo voy a recomendar a todo el mundo!

He visto también que durante el pasado curso estuvo interpretando los nocturnos de Chopin en el Teatro Real. ¿Cómo fue esa experiencia?

¡Fue una experiencia genial! Era dentro del proyecto pedagógico del Teatro, pero con un formato un poco diferente al que se ha hecho últimamente. Lo realizamos en la sala de orquesta, esa sala preciosa de cristaleras con columnas en la que al atardecer se ve toda la puesta de sol. Fernando Palacios hacía de narrador. Íbamos los dos vestidos de época. A mí me pusieron un vestidazo que pesaba ¡5 kilos! Se creó una atmósfera muy bonita: esa música, las historias, la luz, la sala, el vestuario… Estaba todo ambientado como un salón parisino del siglo XIX. Hicimos música de Chopin, un par de piezas de amigos de Chopin, una Romanza sin palabras de Mendelssohn y el Chopin del Carnaval de Schumann. Fueron en total 6 funciones que estuvieron llenas cada día de todo tipo de público. Vinieron desde niños pequeñitos hasta gente mayor y sobre todo muchos jóvenes. Eso nos produjo gran satisfacción: hay que generar público joven. Estoy muy contenta con ese proyecto.

Nota usted esto que dicen de que ahora en los auditorios cada la vez la gente es más mayor, más mayor, más mayor…

Sí, y por eso creo que se tienen que hacer proyectos como el que acabo de describir. La dimensión pedagógica es muy importante.

Hablando de función pedagógica usted también da clases…

Sí, estoy en la Escuela Reina Sofía y en el Centro Superior Katarina Gurska. Soy profesora de música de cámara y de repertorio con piano. Me siento muy a gusto también en esta faceta docente. Es un trabajo muy bonito en el que aprendo cada día y que además me da libertad para poder hacer conciertos y giras. Pide su sacrificio, pero a la vez es flexible y estoy muy contenta de poder compaginarlo con los conciertos.

Respecto a los alumnos ¿cómo se detecta al buen músico?

Yo ahora trabajo con alumnos mayores que ya se dedican a la música, pero con los niños es quizá donde hay que ser más sensible. Hay veces que se adivina inmediatamente si un niño tiene madera de músico, pero eso no quita que haya que estar realmente alerta pues la evolución del alumno puede dar muchas sorpresas.

Yendo ahora hacia sus orígenes, ¿cómo se inició usted en la música? O, ¿cuál fue su primer recuerdo musical fuerte?

Yo empecé en el conservatorio de Avilés, que es mi ciudad, en Asturias. Fueron mis padres quienes me inscribieron a música, aunque no había músicos en la familia. Nos apuntaron a mi hermana y a mí a varias actividades: música, pintura, baloncesto, danza… un poco de todo para ver por dónde tirábamos. Yo vi bastante pronto que me gustaba mucho la música y me decanté por ello. Empecé a hacer cursos fuera, algún concurso y desde bastante pequeñita ya lo vi claro.

¿Y obras? ¿Alguna especial?

Bueno, los conciertos de Mozart para piano y orquesta. Recuerdo que en mi casa se escuchaba mucha música, pero no necesariamente clásica, de todo tipo. Nos llegó una vez un casete con los conciertos para piano de Mozart, estaba el 12 y algún otro que no recuerdo. Los ponían en el coche y yo pensaba: “¡Qué increíble es esta música! ¡Quiero tocarla!”. Cuando después toqué ese concierto por primera vez fue una experiencia muy bonita que me transportaba a esos momentos de infancia.

En cuanto a sus profesores, ¿alguno le marcó especialmente?

He tenido la suerte de tener profesores muy buenos desde pequeña. En el conservatorio de Avilés estudié con Ana Serrano, que me inculcó el amor por la música, y con Lidia Stratulat, fantástica pedagoga moldava. Después ya me vine a Madrid a estudiar el grado superior con Ana Guijarro, gran profesora y gran persona. Luego me fui a Berlín con Galina Ivanzova, una profesora rusa muy exigente pero que a la vez me cuidaba como si fuera su hija. Posteriormente me incorporé a la Escuela Superior Reina Sofía y allí estudié cuatro años con Dmitri Bashkirov y Claudio Martínez Mehner. Son los dos maravillosos, ¡Bashkirov especialmente duro! Tiene mucho genio, pero también es una persona con un carisma excepcional. Todos ellos, y también otros profesores y músicos que he conocido durante todos estos años, me han aportado muchísimo.

¿Tiene especial devoción por algún pianista, músico, director…?

Me gustan muchos. Sobre todo escuchar a músicos diferentes porque de todos se puede aprender y disfrutar. En cuanto a pianistas, me encanta cómo suena Schubert en manos de María Joao Pires o Radu Lupu. Creo que ambos consiguen una atmósfera ideal, que hace flotar al oyente. Para otros repertorios Marta Argerich me parece una pianista extraordinaria. También los pianistas de la antigua escuela: Rubinstein, Richter, Horowitz… Esos artistas tenían un sonido tan concentrado, una idea musical tan personal e individual, que hacen que sus grabaciones sean inconfundibles y reconocibles inmediatamente, una característica que creo que en nuestros días se ha perdido un poco. Me gustan mucho las grabaciones antiguas de grandes músicos, porque no son perfectas, pero son únicas en tanto que son mucho más personales.

En su música, ¿qué busca usted? ¿qué sonido?

Lo que busco e intento conseguir ante todo es la naturalidad, y ser lo más fiel posible a lo que ha escrito el compositor. Me gusta crear cercanía con el público. No me gusta la artificialidad en la música, ni la gestualidad exagerada, ni nada exterior a la propia música. La música es tan buena por sí misma que no hace falta añadirle nada más.

Ha sido jurado en un concurso en Bolivia, en un certamen de piano… ¿Qué tal fue lo de ser jurado?

Es difícil. Hay que estar muchas horas escuchando muy atentamente a los concursantes, mantener una actitud positiva y por supuesto ser lo más justo posible. Sabes el esfuerzo que han hecho para participar y la responsabilidad que es decir “éste es mejor que éste”. Juzgar no es fácil nunca, pero fueron muy buenas experiencias. Además en La Paz conocí a grandes músicos y tuve la oportunidad de dar clase a los chicos que se presentaban, así que fueron unos días muy enriquecedores.

Lo que tiene de bueno un concurso es la preparación que supone. El ponerse durante varios meses a preparar un amplio repertorio. Después en un concurso…. ¡influyen tantos parámetros! Y es una forma tan fría de valorar lo que es un buen músico que hay que relativizar los resultados, sean buenos o malos. Por otro lado, también es una manera de ser escuchado por músicos reconocidos, y si va bien siempre puede abrir puertas y ofrecer oportunidades.

Siempre hablamos de la soledad del pianista… ¿Qué tal lo conjuga usted?

Lo llevo bien, ¡me gusta mucho estudiar! Estoy muy a gusto con el piano y ello no me impide tener más vida [risas]. Es verdad que tienes que mantenerte fuerte psicológicamente, no es lo mismo que ser músico de orquesta, donde siempre estás acompañado. Tienes que estar mentalizado para estar encerrado si hace falta días enteros preparando un programa, pero no me supone un problema.

Por otro lado ha tocado conciertos para solista y orquesta y además tiene un trío, ¿qué cosas le aporta tanto el tocar en solo, en orquesta o en cámara?

Cada una tiene sus pros y sus contras, pero en todas las modalidades me encuentro cómoda. Tocar sólo implica que eres el único responsable de todo lo que suene, es decir, tienes libertad para tomar todas las decisiones musicales, para bien y para mal. La música de cámara me encanta porque hay interacción con otras personas, con las que aprender y compartir la música. Además en concreto para trío hay un repertorio maravilloso. Y tocar con orquesta… para mí es como hacer música de cámara a lo grande; me parece una gran fiesta musical en la que me siento muy a gusto y lo disfruto al máximo.

¿Manías antes de salir al escenario?

Me las estoy quitando. De pequeña era bastante maniática con la ropa, el peinado, o con el orden de las partituras. ¡Si me las desordenaban o me las ponían del revés me enfadaba muchísimo! Pero cada vez estoy más convencida de que hay que estar preparado para tocar en cualquier contexto y situación. Mantengo ciertos rituales, pero no me obsesiono con ellos.

¿Proyectos futuros?

Esta temporada tengo proyectos muy interesantes y que me hacen mucha ilusión. Por un lado volveremos a ofrecer “Los Nocturnos de Chopin”, esta vez en Alcobendas. En cuanto a recitales este año presento un nuevo programa que incluye música de Haydn, Chopin, Messiaen y Mendelssohn, que llevaré a diferentes ciudades de Cataluña, País Vasco y a la Fundación Juan March de Madrid entre otros lugares. Con el Trío Lorca también tenemos previstos diferentes conciertos en Cataluña y Galicia. Y con orquesta hay dos proyectos que me hacen especial ilusión: una gira con una orquesta alemana interpretando el concierto Emperador de Beethoven, y el doble concierto para violín y piano de Mendelssohn con la camerata infantil de la JORCAM, el violinista Alejandro Bustamante y el director Víctor Pablo Pérez.

En mi página web se encuentra toda la información detallada de los próximos conciertos.

Regresando para finalizar al punto de partida, hábleme del diseño del disco…

La idea era de alguna manera integrar en la estética los dos registros musicales tan contrastantes que están presentes en el disco. Me puse en contacto con la fotógrafa Aída Páez, y haciendo pruebas nos pareció una buena idea conjugar el vestido, la elegancia que representase un poco a Schubert y al siglo XIX, con las botas militares, el abrigo y el hecho de estar sentada en el suelo, una imagen muy del siglo XX. A partir de ahí ella supo darle sentido en forma de foto, y la diseñadora Olga Pinatella terminó de rematarlo con la maquetación y diseño del libreto.

Si hiciese un segundo trabajo de este tipo, ¿qué le apetecería?

Todavía no lo sé pero tengo varias ideas en la cabeza. Quizá meterme con algo menos conocido. Este disco me apetecía mucho a pesar de que las obras fuesen muy conocidas. Aunque es cierto que Ligeti no es un músico tan comúnmente interpretado, la Musica Ricercata pertenece cada vez más al gran repertorio. Es probable que de hacer otro disco me metiese con algo menos grabado o menos tocado, investigar sobre algún compositor. Tengo ya alguna idea pero como está aún en fase muy embrionaria… ¡mejor lo guardo en secreto de momento!

Desde Síneris esperaremos que haga más discos.

Ojalá. Se invierten muchas energías en que cada detalle salga bien, pero al final es una experiencia muy gratificante.

Noelia, le deseamos lo mejor. Muchas gracias por compartir su tiempo y su experiencia con nosotros y sobre todo por hacernos disfrutar con su música.

Un placer y gracias a vosotros.

Mª Cristina Ávila Martín

Fotografía: Borja Alba Piquero.

Publicado en octubre 2015

 

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