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La pluralidad estilística del violonchelo de Nicolas Altstaedt

 

Obras de Dutilleux, Bach y Vine. Ciclo de conciertos de música contemporánea BBVA. Sede de la Fundación BBVA. 14 octubre de 2011. Nicolas Altstaedt, violonchelo.

La Fundación BBVA junto con el PluralEnsamble viene llevando a cabo sus ciclos de conciertos, que constituyen una buena ocasión para conocer el repertorio de la música de los siglos XX y XXI para instrumentos solistas. El pasado 14 de octubre tuvimos la oportunidad de escuchar al violonchelista Nicolas Altstaedt, instrumentista formado por Boris Pergamenschikow y Eberhard Feltz. Altstaedt tiene una consolidada trayectoria en los circuitos sinfónicos europeos, habiendo realizado presentaciones con reconocidas orquestas como la Orquesta Filarmónica de Viena, la Orquesta Sinfónica de la Radio de Stuttgart o la Orquesta Sinfónica de Bamberg. En la carrera de este solista destaca su vinculación al repertorio contemporáneo, trabajando con compositores como György Kurtág y Sofía Gubaidulina. La noche anterior, había presentado el Concierto para violonchelo y orquesta de Ligeti con el PluralEnsamble.

El repertorio del concierto estuvo entre lo ecléctico y lo formal. En esta ocasión, Altstaedt nos ofreció de Henri Dutilleux Trois strophes sur le nom de Sacher (Tres estrofas sobre el nombre de Sacher), obra construida, como su título lo indica, sobre las notas que conforman el nombre de este mecenas: S=Mi bemol, A=La, C=Do, H=Si y E=Mi. Con estos sonidos, el autor construye una composición bien estructurada manteniendo unidad en el concepto formal y coherencia discursiva a lo largo de toda la obra. De las seis suites para violonchelo solo de Johann Sebastian Bach, pudimos escuchar la Suite nº 5 (existe una versión para otro instrumento realizada por el propio Bach, la nº 3 para laúd), la suite –con un contenido musical altamente poético– está basada en la forma convencional de la suite barroca: A-B. El concierto cerró con una obra del australiano Carl Vine: Inner World (Mundo interior), encargada por la radio australiana para violonchelo solo y cinta magnetofónica (en esta ocasión, en formato digital) donde el sonido electrónico y el sonido acústico se funden en un juego permanente de ocultamiento y revelado de los sonidos que se van mezclando.

La interpretación de Altstaedt en la obra de Dutilleux fue implacable: sobriedad, buen gusto en la elección de los matices, ejecución precisa y segura. No hay duda de que Altstaedt conoce muy bien esta obra, su versión pudo considerarse esa noche como una de las más formidables de los últimos diez años. No hay duda, tampoco, de que es un gran solista de la música contemporánea. La versión de la Suite nº 5 para violonchelo solo, en cambio, fue más furtiva. El solista, haciendo gala del dominio del instrumento, nos presentó una versión muy segura, pero que indudablemente daría de que hablar a los ascetas más ilimitados del estilo barroco. Si bien los ataques a cada inicio de movimiento eran limpios y brillantes, la libertad de los tiempos fue tal que se diluía la retórica musical planteada a nivel armónico en la obra de Bach. Las gavotas fueron ejecutadas a un tempo que ningún lector de velocidad podría obviar. La sarabanda, por el contrario, pecaba de una lentitud inusual en muchas versiones. El cierre del concierto con la obra de Vine fue acertada. El solista retomó el control del recital, nos brindó una obra con un lenguaje armónico y melódico fácil de comprender. La obra de Vine buscaba, con el medio electrónico empleado y la sonoridad del violonchelo en vivo, un mundo de texturas musicales y efectos acústicos que nos acerca al concepto del World Music.

Hoy en día es importante presentar conciertos con solistas donde se ejecute, por lo menos, una obra con medios electrónicos. Poco a poco, estas composiciones entrarán a ser parte de los repertorios convencionales. El concierto de Nicolas Altstaedt, a pesar de lo variado del repertorio y de la interpretación, fue vital para una ciudad con tanta pluralidad cultural como la de Madrid.

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