La pasión según San Giacomo

Crítica
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La pasión según San Giacomo

Il tabarro, Suor Angelica y Gianni Schicchi en la Ópera de Tours

Il trittico, Giacomo Puccini. Ópera de Tours. Tassis Christoyannis, Giuseppina Piunti, Florian Laconi, Vannina Santoni, Cécile Galois […]. Dir. escena: Paul-Émile Fourny. Dir. musical: Jean-Yves Ossonce. Orchestre Symphonique Région Centre-Tours y Chœur de l’Opéra de Tours. Tours, 13 de marzo de 2015.

 

¡Díganme ustedes, señores, si los centavos de Buoso podían haber llevado a mejor puerto…! Por esta extravagancia me han arrojado al Infierno… ¡pues así sea! Pero con licencia del gran padre Dante, si esta noche se han divertido, concédanme al menos… [hace un gesto de aplauso] ¡un atenuante!

Sucede en Il trittico lo que elogia la comedia de Shakespeare: bien está lo que bien acaba (All’s Well That Ends Well). Gianni Schicchi, ese Falstaff rural, llano y no menos astuto solicita la benevolencia del público por su delito y éste, olvidando los celos, la violencia, el desdén, la vanidad, la piedad, la desesperación, la avaricia, el rencor y la impotencia que ha compartido durante tres horas toda la sala y que son causantes de cuatro muertes1, ríe, aplaude y se va tan contento a casa. Y no es que se trate de un síntoma de debilidad moral común a toda la concurrencia (o no sólo). El germen patógeno que ocasiona esa suerte de amnesia transitoria no es otro que la maestría de Puccini, capaz de transportar a sus oyentes junto a las más viles pasiones y trocar éstas como hábil prestidigitador en inocencia y picardía.

Esta producción a tres –Tours-Metz-Maribor– ha sabido gestionar sobradamente los marcados contrastes entre las óperas. Como elemento común, el amor se muestra bajo formas tan diversas que apenas si es reconocible en según qué personaje. La puesta en escena, a cargo de Paul-Émile Fourny, establece además como principio conductor el agua, forzando un tanto la presentación en Gianni Schicchi, en la que la mansión del acaudalado Buoso se muestra bajo la apariencia de un sórdido almacén de anticuario junto a las cloacas. La misma agua que sustenta a los estibadores en Il tabarro se convierte en agua de vida –y de muerte– en Suor Angelica y viene a convertirse en el alcantarillado en el que limpia, la parentela, la ropa sucia de su ambición en Gianni Schicchi.

Irregularidad en los cantantes. El barítono Tassis Christoyannis encaró los papeles de Michele (Il tabarro) y Gianni (Gianni Schicchi) sin tacha alguna. Su labor es digna de encomio máxime si tenemos en cuenta que la psicología de cada personaje está en las antípodas del otro y que son no pocas las exigencias del servo de la commedia dell’arte. Christoyannis se mostró hábil a la hora de alojar la incisiva dicción necesaria dentro del modelado lírico del timbre y dejó patente su capacidad para perfilar los cambios bruscos en el fraseo y la entonación sin caer en lo vulgar. Giorgetta (Il tabarro) recayó sobre la soprano Giuseppina Piunti que, a pesar de la intervención del director de la orquesta, en ocasiones no fue capaz de sobreponerse a la escritura pucciniana, prolija en el uso de los metales con carácter expresivo. La rudeza Luigi, estibador y amante de Giorgetta en Il tabarro, fue recalcada en la interpretación de Florian Laconi. Tanto en el gesto como el contorno –más bien declamatorio– se mantuvo bravo a lo largo de toda la ópera, lo que le valió descuidar un tanto el timbre en los agudos del dúo “Dimmi: perchè gli hai chiesto”. Supo, en cambio, adecuar su fraseo a los que podrían esperarse del enamorado pueril y candoroso Rinuccio (Gianni Schicchi) que interpretó con gracia y donaire. Mención especial para Cécile Galois –La frugola, Zia principessa y Zita–, cuyos papeles no por secundarios impidieron que mostrase un extraordinario gusto en lo musical y un trabajado gesto teatral. Vannina Santoni, la protagonista de Suor Angelica, también lo fue de la conocidísima aria “O mio babbino caro” como Lauretta (Gianni Schicchi). Ideal reencarnación del ya anacrónico lirismo del diecinueve, la soprano supo imprimir toda la ingenuidad de su personaje y paralizar momentáneamente el implacable transcurso de la acción gracias a un timbre cuidado y a unos agudos sin fuegos artificiales. En su papel de religiosa, de atractiva y tersa uniformidad, cabe destacar el quizá más emotivo momento de la noche, la anagnórisis que precipita el trágico final: Angelica es informada a través de su tía la princesa (Cécile Galois) de que su único hijo –el deshonesto fruto de su pasión y la causa de su encierro monacal– ha muerto. Santoni abordó el aria “Senza mamma, o bimbo” con delicadeza y ternura. Sin los excesos del desgarro, pero con la precisión del bisturí con el que, uno a uno, iba hendiendo los corazones de todos los asistentes.

Y hete aquí, en ese momento de íntima piedad, de contenido pero inconmutable dolor expresado con una elocuencia extraordinaria, que uno se da cuenta de que Dante erró en su relato alegórico. El infierno en modo alguno puede dedicar el más profundo de sus nueve círculos a quienes traicionan a sus bienhechores, pues ello dejaría en flagrante impunidad a las maderas de la orquesta incapaces de aproximarse a la octava justa. Y esto, en según qué ocasiones, convierte el pecado de Judas en una falta pueril merecedora de poco más que unas palabras reprobatorias dedo índice en ristre. De acuerdo, seamos justos. Con Dante, porque estaba lejos de vislumbrar –escribir, con soltura, pero advertir el futuro parece que algo menos– el efecto producido por una orquesta. Respecto a la Orchestre Synphonique Région Centre-Tours, es manifiesto que están transitando por el arduo y espinoso camino del trabajo de afinación de conjunto, que tan necesario le era a tenor del Così fan tutte que programó este mismo teatro hace unos meses.

Pero ese embarazoso tema, que por desgracia en poco o nada difiere de la situación de la Orquesta de la Comunidad de Madrid y la Orquesta Sinfónica de Madrid, es harina de otro costal. Quede patente pues la encarecida alabanza al trabajo en curso de Jean-Yves Ossonce como director de la orquesta y, si alguna vez tienen la ocasión de venir a deleitarse en la gastronomía local bajo los asombrosamente bellos atardeceres turonenses, no dejen de aprovechar para disfrutar las siempre sugestivas producciones de la Ópera de Tours.

Javier Pino Alcón

1 Sí, sí, ¡cuatro! Bien por avidez de expresividad, bien por dar una vuelta más de tuerca al delirio desbordante de la última de las óperas, efectivamente esta producción dobla el número de asesinatos prescrito por sus libretistas.

Fotografía: François Berthon

Publicado en abril 2015

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