Pasta a la tarde nublada
Pasta a la tarde nublada
Música de mesa. Capítulo II
Necesidades: pasta, martini, boletus, gambas, nata, nuez moscada, pimienta, sal, aceite, pan de nueces y lo que piques mientras.
Conecta el reproductor de CDs (o altavoces del ordenador en su defecto) y ponte esta música que te he dejado preparada para empezar:
Mientras la trompeta de Mugsy va ganando amigos escoge el tipo de pasta. Lo que tu prefieras, mi niña, spaghettis, tallarines o papardelle, es lo mismo. Y ahora vamos a lo importante (deja de mover los pies, loca, que vamos a acabar teniendo un accidente). Ya sabes cómo funciona esto. Primero coge los boletus (setas, si no) y póchalos un poco con un chorro de aceite. Y no me vengas con que qué es pochar y cuánto es “un poco”. Pochar es que se queden un algo blanditos y “un poco de aceite”, lo justo para que, moviendo la sartén, el fondo esté mojado de aceite. Si no lo has entendido es que tienes ganas de guerra íntima y dejamos lo de cocinar para luego.
Coge unos esos platos tan chulos cuadrados de estilo cultureta y aparta las setas. Venga, va, reserva las setas, que queda como más profesional. Haz rebanadas pequeñitas de un ajo, como si le estuvieras ajustando las cuentas. Otro cachín de aceite. Cuando esté calentito, las gambas, con el ajo. Espera a que tengan un colorcillo tipo yo en la playa, le echas un cuarto de vaso (síiiiiiii, de los de zumo) de Martini. Esperas a que huela poco a alcohol (que se reduzca, vaya) y le echas medio tetra-brick de nata para cocinar. Le das vueltitas, le añades las setas, y rascas encima un poco de nuez moscada, para luego moler un pellizco de pimienta por eso de que coja sabor a buen cocinillas. Lo dejas a fuego muuuy lentito.
Para el fuego muy lentito, nada mejor que Im On Fire de Bruce:
Mientras, agua, aceite, sal y pizca de pimienta al cacerolo de la pasta. Cuando hierva, ya sabes, sin meter los deditos pones dentro las cosas esas largas y flacas, de consistencia dura, que para abreviar llamaremos spaghettis. Te vas al comedor, y hojeas el libro que he dejado abierto encima del Sofá Carnívoro (SC en adelante), Donde viven los monstruos de Marice Sendak. No hay forma más dulce de rebeldía que el trazo gamberro y glotón de Sendak:
Con el tenedor ese rosa cursi que tienes, te levantas (sí, deja atrás al SC aunque sea a cojinazos, la vida es dura), y te vas a la cocina. Deja las nueces en paz. No toques las patatas fritas. Ignora los gritos de “cómeme” de las olivas. Bien. Prueba la pasta. Está perfecta cuando se mantiene pelín dura. Al son de Clarence Carter y su Slip away
escurres, mezclas con todo lo demás y emplatas con cuidado, que una buena comida empieza mucho antes de probarla. Mantel, te pones en la mesa ese pan de pasas y nueces que te compré esta mañana (¡no hurgues la miga!) y te sientas a disfrutar de Katherine en Vivir para gozar.
Ya. Ya lo sé. En cuanto llegue apago el DVD y te arropo un poco. Ya se me ocurrirá algo con lo que despertarte