Sin sin embargos
Sin sin embargos
Últimamente me sobran los “sin embargos”. Los “con todos” también; quizás algo menos, por esa rotundidad del todo, esa alternativa tan gordinflunchis, permítanme la familiaridad. ¿Por qué se abusa de esa adversativa lo adverso, etimológicamente para comenzar una oración?
Ha sido un año duro. Para qué negarlo. Llorar la muerte de Daniel Rabinovich de Les Luthiers, entre muchos otros, es sólo una muestra de la escarpada ladera que hemos tenido que trepar. Probablemente ha sido el motivo de la acumulación de “con todos” (contodoloquetenemosencima), “sin embargos” (sinquemeembarguenlacasaporfavor) o peros (esas peras del olmo, ¡dónde están!) que han encabezado frases de colores, compinches o proustianas.
Pensemos con la ayuda del prisma de nuestra amiga Música: quizás haya que ver estas adversidades como un grave sinfónico que sirve para dar paso a un largo y jovial allegro, algo así como un “Y, sin embargo, te quiero”, que dice Sabina.
Ése no me lo quiten.
Fotografía: Raimundo Sieso.