Lo real y lo virtual
Orquesta Clásica Santa Cecilia. Coro: Excelentia Choral Academy. Director: Eric Whitacre. Auditorio Nacional. Sala de Cámara, 30 de abril.
Ha escrito para la London Symphony Orchestra, para la Orquesta Philarmonia, y para el Berlin Rundfunkchor, y ha concebido el primer coro virtual. Pero, más allá de su omnipresencia en los mayores eventos corales, el compositor y director Eric Whitacre tiene en su haber un mérito principal: ha creado y está creado clásicos, entendidos como obras que se han instalado en el repertorio según salían del horno, como es el caso de “Lux Aurumque” y “Sleep”. Es, por ello, profundamente respetado académicamente. Los directores de coro alrededor del mundo trabajan minuciosamente en sus obras, ejemplo de empaste y conocimiento. Los coralistas le adoran y de las coralistas mejor no hablaremos aquí.
Conociendo Whitacre tan bien el instrumento coral como las exigencias del mundo actual y la mercadotecnia, su coro virtual hace tiempo que es un fenómeno absoluto en Internet.
“Todo empezó cuando, tras mis primeras composiciones corales, recibí cientos de correos electrónicos de todo el mundo. En uno de ellos, una chica interpretaba desde su habitación uno de mis temas. A pesar de la escasa calidad que ofrecía la webcam, la autenticidad y la dulzura de su voz me causaron una emoción sólo comparable a mi primera participación en un coro”.
Tras ello consigue Whitacre que cincuenta personas más hagan lo mismo. Esas cincuenta pronto subirían a 185 personas, de muy diversos países. Ha nacido el primer proyecto de coro virtual, que en unas semanas tiene ya un millón de visitas. La tercera generación del coro supera ya los tres mil integrantes y se “estrena” en el Lincoln Center en abril de este año. Whitacre afirmará desde ahora sin empacho que “la música coral es cool”.
Es la Coral de Bilbao, institución centenaria, la que primero contacta con Whitacre y consigue su estreno en España mediante un taller en el que el éxito es inmediato. La fundación Excelentia lo ha traído ahora a Madrid para la dirección, en los días 28, 29 y 30 de abril, de un taller coral en el que ha trabajado sobre sus obras más famosas. El concierto del Auditorio Nacional ha sido el fruto del trabajo de dicho taller, que Whitacre ha aprovechado también para la presentación de su disco Water Night. Sin embargo, la presentación de su obra para coro con orquesta “Songs of Inmortality” aún tendrá que esperar en nuestro país, pese a ser el originalmente pensado para su estreno.
Y es que cualquier parecido del programa con la realidad de lo que se cantó fue pura coincidencia. De hecho, cualquier parecido del programa con un programa fue también pura coincidencia: media cuartilla de folio blanco con una simple lista fue lo que recibió un público que comentaba en alto haber pagado demasiado.
La Orquesta Clásica Santa Cecilia, según se dice en su web, “se sitúa sin duda ninguna entre las mejores de Europa en su género”. Como quiera que está feo quitarle la ilusión a la gente, prosigamos diciendo que con ella, pieza a pieza desgranó Whitacre su propio repertorio, adobándolo de una interminable presentación individualizada a mayor gloria de sus mohínes. Y así, nos enteramos traductor mediante de que las cuatro piezas judías son el objeto de su súbito enamoramiento en la Juilliard School de la que actualmente es su esposa. Nuevas disertaciones sobre el yiddish y su circunstancia llevaron por fin a las piezas, que en honor a la verdad deben de ser estupendas. Tal como sonaron, evocaban automáticamente a esos coros de fondo que aparecen en las películas bíblicas de cada año, cuando un anciano eleva una mano al cielo y dice “Sí, hermanos Él vendrá ”.
Y he aquí el principal de los problemas: el coro, formado por personas que han pagado para estar ahí esa noche, estuvo compuesto en dos tercios de sus integrantes por mujeres. De ese modo, cualquier intento de equilibrio tímbrico (más allá de las numerosas escapadas en solitario) daba como resultado un fracaso. Constatando en obras como “Water Night” el propio Whitacre que no era la noche del pianísimo, pareció perder interés paulatinamente por lo que se estaba desarrollando, aunque se tratase de su propia obra. Tanto más cuando “A boy and a girl”, construida sobre un poema de Octavio Paz “silencio sobre silencio”, e introducida exquisitamente y con susurros por Whitacre, fue literalmente aniquilada en ese “silencio sobre silencio” por un teléfono móvil que parecía huir de las manos de la dueña que lo buscaba en el bolso y esconderse en los rincones más recónditos: “Ay, si eu te pego” fue, por tanto, la pieza sorpresa del programa.
Reconoce Whitacre no tener una deuda tan grande con ningún otro compositor como con Aaron Copland, del que se escucharon, arregladas por él, las Old American Songs. Lástima de nuevo que la naturaleza amateur del coro diera al traste con las intenciones de Whitacre, cuyo talento para la dirección coral está fuera de discusión y relumbra por encima de cualquier dificultad.
“Quiet City”, también de Copland, permitió el “lucimiento” de la trompeta de la formación, para describir una ciudad que, aunque Copland nunca identificó, no cabe duda al de Nevada de que trata de Nueva York. La obra del autor estadounidense reveló además las principales características que Whitacre ha decidido heredar de su obra en sus propias creaciones, como es la intención de componer música “sofisticada y simple”. Ejemplo de ello es “Sleep”, la obra que tanto ha circulado por Internet para el proyecto antes descrito, con la que terminó el concierto, prometiendo Whitacre que volvería “cuando luciese de nuevo el sol”. Mucho nos tememos que, si no se le ofrece un acompañamiento más sólido, Whitacre rezará hasta entonces con un eclipse.
Daniel Muñoz de Julián
Fotografía procedente de
Radio National, autor: Alexander MacNaughton.