Chris Potter o la cuadratura del círculo

Crítica
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Chris Potter o la cuadratura del círculo

Chris Potter Quartet en el Ciclo Jazz del CNDM

CNDM. Ciclo Jazz. Chris Potter Quartet. Chris Potter (saxos y clarinete bajo), David Virelles (piano), Joe Martin (contrabajo) y Marcus Gilmore (batería). Auditorio Nacional de Música. Sala de Cámara. 22 de abril de 2016.

Si el ya consolidado Ciclo Jazz del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) se viene caracterizando por la heterogeneidad de protagonistas, propuestas y formatos, en la penúltima cita de esta temporada que se acaba, el cuarteto de Chris Potter formuló una síntesis de todo aquello que puede acoger un lenguaje ya de por sí poroso como pocos. Tras visitar Sevilla y Barcelona, la formación compareció el pasado viernes en Madrid obsequiando con casi dos horas de música a una sala –que ya se queda pequeña para la expectación que despierta lo que acontece en su interior– en cuyas butacas se adivinaba una miscelánea de avezados amantes del género, aficionados a la buena música y neófitos curiosos.

En esta ocasión, bajo la insignia del Chris Potter Quartet, el saxofonista ensayó las nuevas composiciones que integrarán el próximo proyecto discográfico de la última aventura a cuatro que lidera el músico. No fue alta la nómina de temas –inéditos e incluso todavía sin bautizar como reconoció el de Chicago– pero no extrañó, porque la música del cuarteto antepone la calidad a la cantidad (y aquí la gran virtud de Potter) con proposiciones que se gestan lentamente pero que se digieren fácilmente. La fórmula mágica está construida en torno a la personalidad y las dotes de compositor, intérprete e improvisador de su líder que se reivindica como tal pero que aparece como primus inter pares entre sus músicos, a los que no pretende imponerse y quienes le reconocen la auctoritas. Quizá explique la conquista de ese difícil e infrecuente equilibrio la camaleónica condición del saxofonista que, a la par que se sumerge en apuestas personales, cuenta con una dilatada y prolífica trayectoria como invitado en proyectos ajenos.

Es ciertamente Potter el líder de la agrupación que toma prestado su nombre. Pero su ascendencia es más cercana a la de un gurú, un guía espiritual que dirige a tres apóstoles ¿laicos? convencidos e imbuidos por completo en las enseñanzas y el sonido del saxofonista (la reverberación de la sala, sin duda buscada, incita a expresarnos a lo divino).

En su visita a Madrid los cuatro músicos brillaron con plenitud, destacando una afanosa sección rítmica con Joe Martin al contrabajo y Marcus Gilmore a la batería. Ambos aportaron la contundencia necesaria a una música que en buena parte se articula en torno a ellos, donde los omnipresentes y obstinados ostinatos conjugan con un lenguaje ora modal, ora politonal, de apariencia bop pero con alma cool,que se mueve indistintamente de los ritmos de swing a la balada y en donde la concisión clásica coquetea con los sonidos sintéticos.

A esa querencia natural de la música del Chris Potter Quartet hacia el punto de equilibrio no pudo evadirse ni siquiera la continua exhibición de virtuosismo, administrado siempre en su justa medida: nada desbocado, depurado de todo lo superfluo y bien contenido; que tiene su origen en el oficio, la técnica y el estudio escolástico del instrumento pero que se pone al servicio de lo artístico. No extraña así que en ocasiones se intuyeran estructuras mozartianas maltratadas y deformadas por los sonidos en ocasiones acerbos del cuarteto pero que, en definitiva, no dejaban de viajar por escalas simétricas y arpegios envolventes dibujando líneas que hiladas obedecían a un planteamiento clasicista. Y en medio de todo, la calidez del instrumento (más bien de los instrumentos) de Potter, cuyo sonido ha sido continuamente comparado (y con razón) con el de Sonny Rollins pero cuyos horizontes son los propios de una generación posterior, de una promoción de músicos que ha coincido con expresiones abiertamente “panmusicales”, desprejuiciadas y heterodoxas como las de Pat Metheny, John Scofield o, sobre todo, Dave Holland. Precisamente con estos tres ha convivido Potter expuesto a tan dispares inquietudes estéticas, ideológicas y culturales. Y no en vano.

En esa concepción múltiple de la música, siempre entendida desde el oficio, la economía y la exactitud, Chris Potter media como un alquimista que en su locura experimenta transmutando sonidos y actitudes distintas y distantes entre sí en busca de la piedra filosofal. Así la apuesta del saxofonista se antoja como una parada de descanso en ese confuso, interminable e inescrutable viaje al que nos tiene acostumbrados la historia de la música: hacia delante, hacia atrás, hacia fuera, hacia adentro, hacia arriba, hacia abajo… Como una interrupción “nel mezzo del cammin”, la música del cuarteto se sitúa equidistante, cómoda en la medianía, como un desafío que ensaya la cuadratura del círculo y que logra escapar de la obviedad sin resultar críptica.

Juan Carlos Justiniano

Imagen tomada de: http://www.jazzshowcase.com y Jaime Alonso (portada).

Publicado en febrero 2016

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