Las apariencias no engañan. Otro tradicional concierto

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Las apariencias no engañan

Otro tradicional concierto

Concierto de Año Nuevo. Obras de Johann Strauss, Joseph Strauss, Ottorino Respighi, […]. Orquesta Filarmónica de Viena, Gustavo Dudamel (dir.). Musikverein, 1 de enero de 2017.

Como cada 1 de enero, todos los que tenemos cierta relación con la música (ya sea como afición, ya sea como trabajo) acudimos a una cita que no nos podemos perder: el archiconocido Concierto de Año Nuevo, interpretado por la Filarmónica de Viena, emitido simultáneamente en directo en más de 90 países y con una audiencia estimada de 50 millones de personas en todo el mundo. Pero este año para los hispano-americanos atesoraba algo que nos tenía aún más en vilo: la dirección del concierto por parte de Gustavo Dudamel, venezolano que ha adquirido gran popularidad (y grandes críticas) en el mundo de la música clásica, gracias entre otros a su participación en El Sistema musical venezolano o a la gran expansión de su versión del Danzón nº 2 de Arturo Márquez. Además de todo lo dicho, se ha convertido en el director más joven en dirigir dicho concierto, con solo 35 años. Y una gota tras otra, se iba llenando un vaso de expectativas que, siendo sinceros, quizá eran demasiado altas para cumplirse.

Con este artículo no pretendo analizar la figura de Dudamel encima de la tarima del Musikverein, ni juzgar su técnica o recursos utilizados en el concierto; tanto la interpretación como la figura del director han sido correctas, y eso quizá ha sido el problema de este concierto: la diferencia entre lo que se esperaba y lo que ocurrió.

Hay una evidencia que todos observamos a la hora de ver el concierto: la tradición pesa. La tradición pesa en el repertorio, pesa en la apariencia, y pesa incluso en el machismo imperante en el mundo musical (este punto lo dejaremos para más adelante). Aquí el que escribe tenía ciertas esperanzas con el concierto: yo quería ver al director joven innovando, mostrando o haciendo ver que existe una nueva generación, en principio lejana a toda esa apariencia estirada que vemos cada año en nuestra televisión, que disfruta con la música clásica. Y por desgracia esa innovación no llegó a cumplir las expectativas. El transcurso del concierto fue igual de clásico, con el mismo repertorio y con la pequeña novedad de que 8 de las 18 obras programadas eran estrenos en el concierto de Año Nuevo. Pero aunque la mona se vista de seda, mona se queda, y ese pequeño cambio apenas afecta a la apreciación que se esperaba por parte del director. Ni siquiera hubo un par de minutos para “homenajear” a compositores hispanos, los cuales le han dado tanta fama en el pasado. No sabemos de quién es la responsabilidad, si de la orquesta o decisión del director, pero no salirse del espacio geográfico alemán-vienés a la hora de elegir las composiciones es un acto poco considerado con una gran parte de la música que le ha aupado a donde está ahora.

Por otra parte, me gustaría analizar lo que significa este concierto de cara al futuro. La elección de Dudamel no creo que sea algo arbitrario; aparte de la experiencia del director, ser escogido para dirigir este concierto con solo 35 años podría ser un claro guiño a la juventud, un intento de acercarse al público mediante un director mediático y en algunos ámbitos calificado hasta de “comercial”. Sin embargo, todo este argumento se nos va al traste cuando nos anuncian que para el concierto del año 2018 tendremos de nuevo, por 5º vez, a Riccardo Muti.

Y por último, hay un punto, quizá ligado con el anterior más de lo que parece, que tiene que ver con la elección del director según su sexo. Escoger a Dudamel podía conllevar, aunque parece que haya sido algo fugaz, una apertura de miras por parte de los responsables de la elección de la figura del director. Y esta supuesta apertura podría haber sido aprovechada para seguir la estela de modificación de los criterios de selección. Después de ver que ya no es necesario ser una figura consagrada masculina en la dirección (no creo que Dudamel a día de hoy esté al nivel de Mariss Jansons o Daniel Barenboim), no habría estado mal que subiera de una vez una mujer a la tarima. Es una pena que nombres como Simone Young, Karen Kamesek, Konstantia Gourzi, o incluso Emmanuelle Haïm (directora invitada este año pasado a dirigir esta misma orquesta) parece ser que no lleguen ni a contemplarse solo por el hecho de ser mujeres. Y en vez de seguir estos criterios, consideran mejor una 5º visita de Muti, el cual se estrenó con esta serie de conciertos en el año 1993 (dato aportado para darle una vista panorámica al asunto de las fechas).

Queramos admitirlo o no, el mundo de la música está cambiando, y debe cambiar. Y con esto no me refiero a propuestas casi excéntricas como permitir comer y hablar por teléfono en las salas de concierto, o ideas exclusivamente estéticas como interpretar una sinfonía en vaqueros. El mundo de la música ha de cambiar de mentalidad, y ha de intentar fusionar una tradición de la que, quitando algunos puntos, hemos de estar orgullosos, con una serie de cuestiones que la juventud demanda para sentirse en conexión con la música clásica. Y lo visto este 1 de enero de 2017 creo que contiene bastantes puntos que hemos de evitar en esta necesaria evolución.

Feliz año nuevo.

Daniel Lloret Andreo

Fotografía: Jaime Alonso, El Mundo (portada).

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Publicado en diciembre 2016

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