De órbitas lunares y música electrónica

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De órbitas lunares y música electrónica

Fourth Muse Atelier

Fourth Muse Atelier, Café de la Palma, 20 de junio de 2013.

Hace unos días la luna estaba muy cerca de la Tierra en su órbita y nos recordaba nuestro lugar en el orden cósmico con su presencia monumental y brillante. Desde la Antigüedad se ha especulado con el efecto de la luna y hemos hablado de melancólicos y de lunáticos… El arte y la música han interpretado hasta la saciedad las órbitas lunares y sus efectos, los planetas, el universo, lo cósmico.

Dentro de la reciente historia de la música, la electrónica ha sido un territorio en el que la fascinación por el misterio del universo ha inspirado muchos conceptos, inclinaciones estéticas, títulos, letras y portadas. Las raíces del house, las del más tecnológico y sofisticado, tuvieron en sus principales referentes algo de esas alusiones cósmicas y futuristas (tanto en el Ambient y el New Age: Brian Eno o Tangerine Dream; como en el Electro-techno más contundente: Kraftwerk). En 1983 Mike Olfield ilustraba su LP Crises con una gran luna sobre la marea alta, cubriendo una ciudad nocturna y onírica en la que un hombre contemplaba, solo, la creación y la destrucción.

Y este es sólo un ejemplo temprano de muchos artistas que en la música electrónica han aludido a este tipo de ideas. Grupos clave del house desde los ochenta como Orbital lo demuestran en su nombre artístico y en títulos como The Earth Is Burning. Los miembros del grupo francés de house y pop electrónico Daft Punk se visten de astronautas futuristas y hacen bandas sonoras sobre aventuras interestelares y escenarios virtuales. Lo futurista, la aventura interplanetaria, lo onírico (Underworld) incluso lo apocalíptico y lo religioso (Salvation y Sanctuary eran los nombres de los primeros clubes de house en Chicago) han sido temas de interés, pasando por el trip hop hasta el techno y el dance (Justice utilizan actualmente como icono una cruz que alude a la “religión” house).

La órbita de la electrónica experimental y del house en España no es demasiado amplia ni atractiva actualmente. Por ello, y quizá ya hechizado por los haces de esa enorme luna, el público que tuvo Fourth Muse Atelier en el histórico Café de la Palma (un emblema del clubbing) acudió curioso y expectante a la presentación de un nuevo proyecto. Un proyecto que además contaba con el acicate de unir la música académica “clásica” y contemporánea (Sergio Restrepo)1 con el bagaje electrónico especialmente centrado en el house del productor y DJ Bernardo Fernández, conocido como Be. Lanuit (Mad.Co).2

FMA han creado un repertorio de estilos diversos que abarca, por una parte, el pop con tintes electrónicos; por otro lado lo que llaman “Chamber Electronic Music” (electrónica con música clásica planeada para los directos) y como tercera vía el Leftfield House3 y el techno con recursos armónicos clásicos que se presentan sobre todo con su DJ Set Curiosity Boys on Mars, que no en vano toma su nombre del Curiosity, el rover situado en Marte. Hallamos de nuevo aquí está la alusión a lo cósmico y ante todo una metáfora sobre la constante búsqueda, curiosidad y renovación musical del proyecto. Para conseguir esta variedad, a la guitarra y bajo de Sergio y al ordenador y la mesa de Be. Lanuit se han unido el pianista Pablo Jara y las voces de la cantante Sobi Thurairatnam y el vocalista Kastin Samuel Mattern.

FMA no sólo es house, aunque tiene mucho de este ¿género, estilo, corriente…? Algunos entendidos definen el house como “metamúsica” porque amalgama varios estilos coetáneos, músicas del pasado y del presente, de la clásica al pop y el jazz… y lo hace a partir de medios acústicos y electrónicos. Por otra parte, en los años ochenta y noventa, el término house (sin entrar ahora a discernir el verdadero origen del mismo y si éste se debe al club Warehouse de Chicago) se utilizó no sólo en su vertiente de la pista o del club de baile sino también, tanto en Chicago como en Nueva York y en Reino Unido, como término que identificaba la electrónica experimental hecha “en casa”, creada por arreglistas y productores privados, y dedicada a una escucha casi intimista. Es quizá en este espacio metamusical y reducido donde se sitúa FMA, sin dejar de aproximarse al mejor pop, algo que por otra parte es común a la buena música electrónica. Nos ofrecen un viaje estilístico a través de órbitas musicales presentes y pasadas.

Su aparente eclecticismo descubre por el contrario un discurso sonoro muy coherente que podemos apreciar en una serie de piezas (o si se prefiere tracks, temas, pistas, según los términos que ha utilizado la electrónica) donde se amalgaman diferentes estilos musicales, desde el contrapunto barroco al jazz y los loops techno (bucles, samplers, secuencias rítmicas), mediante una elaboración sonora elegante y sofisticada, pero nunca impostada. Fourth Muse Atelier es ante todo lo que nos dice su nombre, sin trampa ni cartón, un taller de música, un taller por y para la cuarta musa, que pone la tecnología a su servicio: “la tecnología nunca ha definido cuán bueno es uno, lo realmente importante siempre ha sido la persona que se sienta enfrente de esa tecnología”, en palabras del DJ y productor Richie Hawtin. Pues bien, en FMA hay un sólido material musical que nos remite a lo mejor de la electrónica de los años ochenta y noventa y con ello a su vez nos hace reflexionar sobre sus raíces. En un alarde de glosar su estilo y antes de analizar algunas de sus composiciones, podríamos hablar de bases electrónicas claras, loops rotundos, estructuras armónicas sencillas y consistentes y melodías melancólica y lunáticamente poderosas. A todo ello contribuye la propia formación instrumental de FMA: Hardware (ordenadores, interfaces, controladoras DAW, teclados master MIDI), junto con Software e instrumentos analógicos (piano, sintetizador, teclados, guitarra, bajo, cuerdas).

De las piezas instrumentales interpretadas en su concierto destacamos “Piece One Demo”, en cuyos teclados la influencia del minimalismo barroco de Francesco Tristano nos retrotrae a los pioneros del minimal como Max Richter, Steve Reich y Philipp Glass. Se trata de un género que también habita en el house (pensemos en Aphex Twin, entre otros). Esos despliegues armónicos sencillos del piano de Pablo Jara recuerdan por otra parte a las partes instrumentales de grandes bandas del ambient y el triphop como Air, Tricky o Portishead. Y sin embargo el piano nos va llevando a través de una doble línea contrapuntística y la caja rítmica marcada, a una pieza más oscura y onírica hacia la mitad de la pieza, y aparecen reminiscencias de Orbital o Underworld en el sintetizador. Repentinamente hemos entrado en la órbita del mejor techno sin salir de las armonías clásicas. La pieza ha crecido y se ha expandido en intensidad. Es una especie de sinfonismo electrónico cercano al house progresivo. Detrás de ello encontramos las alusiones a Brandt Brauer Frick, que mezcla electrónica con instrumentación acústica en secuencias rítmicas complejas, combinaciones contrapuntísticas intrincadas y estructuras jazzísticas. Incluso nos acercaríamos a Bugge Wesseltoff, donde el jazz está mucho más presente y se va mezclando con la obstinada caja rítmica para acabar asimismo en una pista dance. Y es que, en cierto modo, volvemos a lo mismo: el house partió de la radicalización, en los años setenta y ochenta, del blues y el jazz a través de esqueletos rítmicos marcados por cajas Roland y sintetizadores.

Los mencionados Orbital o Aphex Twin caminaron en los años noventa hacia un house de estructura pop, beats rotundos, melodías fáciles… y siempre cierta melancolía, rasgos que impregnan especialmente también las piezas vocales de FMA. Esta estela, por otra parte, se ha teñido mucho del pop vocal de las últimas décadas que, en general, combina bases electrónicas muy claras, cajas rítmicas, palmas y guitarras compactas y graves con voces femeninas delicadas que se mueven en giros modales y de tinte exótico. En canciones como “Love Song (End of the Earth)”la voz de Sobi Thurairatnam evoca los mundos oníricos del mejor Mike Oldfield de Crises y aquella voz de Maggie Reilly en eco, sin olvidarnos de que estamos en un sonido nuevo, más fresco y con personalidad propia. “Love Song (End of the Earth)” en palabras de su letrista Sergio Restrepo “es un lobo en piel de cordero”, pues esa profunda melancolía de la canción de amor esconde unos versos del “Libro de Juan” y la figura de los cuatro jinetes del Apocalipsis; de nuevo se encuentra esa alusión al final de la Tierra y el misterio cósmico que Orbital citaba en su título The Earth is Burning.

Pero “Love Song” también es en cierto modo evocación lejana de las melodías de Morcheeba y Moloko, Massive Attack, Portishead y cierto estilo downtempodel sonido Bristol de los años noventa. Aunque dotado aquí de mayor delicadeza: predomina el piano, delíneas limpias y cambios armónicos más interesantes. Es por ello que quizá estemos más cerca del pop electrónico jazzístico de Goldfrapp, Tiga o Death in Vegas, y no tanto del sonido chillout de los grupos arriba mencionados. Y por último nos viene también a la mente las melodías delicadas de Lali PunaoFour Tet, cercanos por otra parte al minimalismo. En realidad, enfatizo, el house siempre ha estado cerca del pop: una línea de bajo, percusiones sintéticas, ocasionales notas al piano o al sintetizador, como las que aquí inician “Love Song”, y voces que van de los recitados masculinos a las voces aterciopeladas de divas femeninas.

En esta misma línea se mueve “Like a Saint”,aunque aquí el efecto ambient y trip hop es mayor. Con una letra maravillosa de BeLanuit, Sergio Restrepo y Kastin Samuel Mattern, la canción habla del “milagro del amor”. Y aquí nos encontramos un tratamiento vocal jazzístico que se nutre de contratiempos interesantes en la combinación de las voces de Samuel y Sobi. Llegamos a un estribillo donde la ductilidad de la melodía vocal no nos esconde del todo una melodía dura y muy adaptable al electro, que podría estar en alguna de las mejores canciones de Depeche Mode.

Es el recitado masculino el que lleva la línea vocal en otra de las canciones, “Trouve moi” (“Encuéntrame”): en ella el protagonista, que se encuentra perdido, pide a alguien especial que lo “encuentre en sus palabras”. La inspiración vino por las películas de Jean-Luc Godard, y las referencias musicales son de nuevo variadas. Minimalismo vocal (Steve Reich) pero llevado hacia otros derroteros: al jazz y a la Nouvelle chanson francesa, referencias que se acentúan mediante la profunda voz de Kastin Samuel Mattern, que glosa a los cantantes jazz de las nuevas generaciones hip hop y electrónicas: Benjamin Biolay, José James, Rufus Wainwright; pero también a los clásicos como Serge Gainsbourg. Pero FMA no dejan de sorprender y en la órbita de esta canción flota asimismo la música disco del Giorgio Moroder ochentero.

La alusión a lo cósmico se encuentra también en “Stars in Your Eyes”,canción que recorre las etapas de una relación como una metáfora de sucesos cósmicos.

Pero sin duda nos quedamos con la melodía sencillamente perfecta de “Pictures in Your Heart”, compuesta por Sergio Restrepo. Están presentes los giros de Radiohead, Björk, las canciones más líricas de Air, y ante todo una honestidad musical implacable a través de la sencillez del piano que interpreta Pablo Jara y las cajas rítmicas y efectos de Be. Lanuit.

También pudimos disfrutar en el café La Palma de Curiosity Boys on Mars, el álter ego de FMA, su DJ Set para pista de baile. En él se mueven entre el house más áspero y el techno. Podríamos mencionar múltiples influencias, pero son ineludibles las de los líderes de la elcctrónica ya mencionados: Leftfield, Orbital, Underworld, incluso añadiríamos Daft Punk o The Knife. Las pistas “Take off” y “Empty Space” ofrecen ciertos matices sonoros del ambient house (The Orb) de los años ochenta. En particular “Empty Space” introduce unas sorprendentes voces robóticas (nostalgia de Kraftwerk) en el centro de la pieza, recordándonos además que flotamos en un espacio vacío del universo (“I float in empty space”) como lo hacía aquel ser solitario de la portada de Mike Olfield. También Massive Attack nos lo contaban en su Daydreaming (ca. 1990), una especie de metáfora futurista de la soledad: “floto en el aire cuando sueño despierto. De pie en mi espacio observo en silencio.”

Observemos y sigamos melancólicos y lunáticos la órbita de FMA, que tanto tienen que ofrecer a la música electrónica y a la música en general, dejémonos atraer por sus próximas creaciones y esperemos su futuro disco.

Ruth Piquer

1 Carrera de Estudios Musicales, Posgrados en Guitarra clásica, Composición y Musicología, Doctorando en Musicología en la UCM.

2 Producción (Sonar Kollektiv, House Cafe Music, Sol Selectas), DJ sets (GOA, Charada, Week-End, Mondo, Siroco, Space en Madrid. Cielo-NYC), composición (música para cine y teatro), consultores musicales. Mezcla y Mastering en el Centro de Arte y Tecnología Aplicada (CATA).

3 El estilo Leftfield debe su nombre a un dúo londinense de música electrónica de los ochenta, que junto a Orbital y Underworld lideraron el panorama del house.

Fotografía:
Valentín Suárez

Publicado en verano del 2013

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