El violín humano. “Sarasate. El violín de Europa” de María Nagore Ferrer, por Ediciones del ICCMU
El violín humano
Sarasate. El violín de Europa de María Nagore Ferrer, por Ediciones del ICCMU
Sarasate. El violín de Europa, María Nagore Ferrer, Instituto Complutense de Ciencias Musicales (ICCMU), 2013, Colección: Música Hispana. Textos. Biografías, Número 21, ISBN: 978-84-89457-50-8.
“Su instrumento es una parte de sí mismo, y sostiene su arco como si fuera un lirio esbelto que hubiera recogido en passant para tocar con él; su propia acción es muy parecida a la de una ligera flor meciéndose en el viento, y sin embargo ¡con qué concentrada energía nerviosa y pasión es ejercida!” (p. 354). Esta afirmación, que debemos a la novelista británica Marie Corelli (1855-1924), no es más que una muestra de la fascinación que despertaba Sarasate al empuñar el arco. Sin embargo, aun habiendo sido una de las personalidades más elogiadas en su época y una figura emblemática de la literatura del violín, cuando se repasan los innumerables estudios que desde hace años han ido surgiendo en torno suyo se tiene la sensación de que la historiografía no ha sido justa con él. Mitos, tópicos y anécdotas, muchos de ellos erróneos, son repetidos incansablemente y transmitidos de unos autores a otros sin ser verificados en la mayor parte de los casos.
Hasta ahora no se había escrito una biografía que realizara un análisis profundo de la personalidad del violinista pamplonés. Faltaba un trabajo que hiciera hincapié en aspectos como las dificultades con las que hubo de enfrentarse Sarasate en los inicios de su carrera (no todo son facilidades para Martín, el niño prodigio, como a veces se piensa), o su papel como “moderno” virtuoso que, en extenuantes giras, no se limita al juego y exhibición propios del gusto de la burguesía de entonces, sino que sabe componer un importante corpus que aún hoy en día resulta fundamental en el repertorio para el instrumento. Otras veces se olvida su fundamental labor como inspirador de compositores, como lo fuera a su vez Joachim, con quien tanto se le comparó. A costa de innumerables esfuerzos el pequeño Martín se convierte no solo en uno de los más famosos y aclamados intérpretes, sino también en un fantástico dinamizador de la creación de obras para el violín y en compositor. Y todo esto que echábamos tanto de menos en trabajos anteriores lo podemos encontrar en Sarasate. El violín de Europa, de María Nagore Ferrer.
Editado por el Instituto Complutense de Ciencias Musicales (ICCMU) con el patrocinio del Ayuntamiento de Pamplona, este libro recoge el testigo de aquel trabajo biográfico que realizara el también musicólogo Luis G. Iberni en 1994, cuya temprana muerte obligara a abandonar antes de tiempo.
Si antes hablábamos de tópicos repetidos ad nauseam, lo que más llama la atención a lo largo de las 554 páginas que componen esta obra es la ingente labor de documentación que la profesora María Nagore ha realizado y que viene a ser como un bienvenido aire fresco en la historiografía de Sarasate. Sea para dar fundamento a los hechos y a anteriores afirmaciones, sea para rebatirlas, siempre se realiza de la mejor manera posible, que es ateniéndose a las fuentes primarias. Una aproximación rigurosa frente a anteriores escritos donde numerosos autores afirman como verdaderas generalidades a priori no comprobadas.
Durante más de cuatro años la investigadora ha localizado y analizado numeroso material documental inédito hasta ahora, entre el que se encuentran artículos, partituras, críticas y notas de prensa, escritos y cartas, entre ellas las que el violinista envió a su madre adoptiva durante sus giras entre los años 1870 y 1872 y que llevarían al Young Castilian Violin Virtuoso, como se le llegó a denominar, a todo lo largo y ancho del continente americano, desde Quebec hasta Santiago de Chile. Fueron localizadas por Nagore en la Sibley Music Library de la Universidad de Rochester de Nueva York.
Sarasate. El violín de Europa está estructurado en diez capítulos en la manera cronológica propia de una biografía, lo que resulta clarificador para el lector pero, sin embargo, no por ello se limita a la narración de los hechos más relevantes en la trayectoria vital del pamplonés, sino que va más allá y trata otros aspectos, entre los que destaca el análisis de su producción a la que además se añaden nuevas composiciones hasta ahora desconocidas. Junto a otros elementos en forma de anexos, como un catálogo de obras propias y la relación de aquellas que le fueron dedicadas, y que son muestra de la influencia de la figura del violinista en la literatura para el instrumento, Nagore apoya sus comentarios con ejemplos representativos de partituras o críticas de conciertos que hacen descubrir al lector nuevos aspectos de Sarasate como compositor.
Por otro lado, la publicación de este libro coincide felizmente con el 300 aniversario del Boissier, violín construido en 1713 por Stradivarius que el violinista cedió en su testamento al Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, junto a una renta de veinticinco mil francos (aumentada más tarde a cien mil) para la instauración de un premio de violín, el “Premio Sarasate”. Inicialmente, el testamento preveía que de los dos Stradivarius que éste poseía, el conocido como Sarasate (1724) fuera legado al Conservatorio de París mientras el otro, el Boissier, le fuera adjudicado al South Kesington Museum, hoy Victoria & Albert Museum de Londres. Afortunadamente para nosotros, unos años antes de morir el artista revocó el texto en beneficio del conservatorio madrileño, en cuyo museo de instrumentos se custodia actualmente.
Un apasionante, y enorme, trabajo editorial y de investigación que hará que muchos tengan la oportunidad de redescubrir a Sarasate no solo como el “segundo Paganini” por el que se le tuvo en su época de gloria, sino como el “violín humano” que fue toda su vida.