Tel musicae. Un Monteverdi edificante

Crítica
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Tel Musicae

Un Monteverdi edificante

 

28/01/2011 Auditorio Nacional, Sala Sinfónica. La Risonanza. Director: Fabio Bonizzoni. Vespro della Beata Vergine. Claudio Monteverdi.

El pasado viernes 28 de enero tuvo lugar en la Sala Sinfónica del Auditorio Nacional la inauguración de la XV edición del Ciclo Complutense de Conciertos, que comenzó con Claudio Monteverdi y su Vespro della Beata Vergine. Música sacra para la primera de las cuatro funciones que compendian el ciclo, y cuya versión nos ofreció una de las orquestas de cámara barrocas más atractivas de la actualidad, el conjunto La Risonanza.

Así, un elenco de piezas creadas con vista a su ejecución en el Oficio de Vísperas, acoge salmos que se intercalan entre concerti de pequeña escala, magníficats y un himno, Ave Maris Stella. Esta amalgama de piezas organizadas minuciosamente confiere a la obra cierto carácter unificado, que personaliza lo que en 1610 se dio a conocer como Vespro della Beata Vergine.

Bajo la premisa de que la música se relaciona con los sucesos de la vida más de lo que nos imaginamos, –y mucho más, sin saberlo–, traigo a colación un paralelismo que refleja esta analogía sugerida por la creación de Monteverdi. Así, de la misma forma que muchas ciudades han sido construidas sobre un tel, es decir, sobre una especie de colina creada como consecuencia de ruinas o restos de antiguas ciudades destruidas, Monteverdi edifica la música sobre un tel armónico, un cantus firmus que cimienta y actúa como soporte en la composición. De este modo, todos los temas utilizados por el autor han sido extraídos del repertorio gregoriano, esto es, de vetustos vestigios musicales. Es así como se reafirma la entidad de la producción y se le dota de un enriquecimiento asombroso, con un trasfondo basado en una de las técnicas compositivas más tradicionales que se fundamenta sobre el soporte de cantus firmi, sobre este sostén armónico, esta colina musical, este tel musicae.

Continuando con esta idea de reflexión sobre la música en la vida, y viceversa, fue el carácter de la interpretación el que nos remite a Edward W. Said y su meditación acerca de la concordancia entre política y música. De este modo, de la misma forma que la fuerza no es poder, el volumen no es intensidad, por lo que de forma casi paradójica, cuanto más bajo es el volumen, mayor es la necesidad de intensidad en el sonido. Esta sutil diferencia entre estos dos elementos musicales fue retratada a través de la ejecución otorgando al concierto un matiz que configuró una atmósfera mágica, elevando la música y envolviendo al oyente en el fenómeno sonoro contundentemente.

Destacable en la interpretación fue el marcado gusto e inquietud por el detalle, cualidad que ante el cuidado meticuloso de las pequeñas trivialidades, se va construyendo y edificando –nuevamente– una determinada visión de la obra, una versión, llegando a obtener un resultado final grandioso. Es así como el director Fabio Bonizzoni concilió y entretejió los diferentes rasgos de expresión de los ejecutantes, en una única sonoridad que denotaba un empaste meditado y muy particular. Continuando con esta preocupación por la minuciosidad expresiva, tanto los diálogos entre los cantantes, como entre los instrumentistas, estuvieron acompañados de efectos visuales y de distribución en el espacio, detalles que clarificaban el fraseo y el juego de ecos existentes en la creación.

De este modo, una propuesta interesante y muy bien tramada, en la que la perfecta unión estilística de la prima y seconda pratica intrínsecas en la obra, equivale a la fusión interpretativa de voces e instrumentos que realizó La Risonanza.

Por consiguiente, la velada ofrecida y protagonizada por Vespro della Beata Vergine, se convierte de forma monumental, en una sólida base artística sobre la que se edificarán los sucesivos conciertos que configuran el Ciclo Complutense.

Noelia Frías Hernández

Artículo publicado originalmente en Jugar con fuego. Revista de musicología

Archivo histórico: entre febrero 2011

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