Homenatge al mestre
Carta Blanca a Joan Guinjoan. Obras de M. Ravel, J. Guinjoan, I. Stravinsky. L. Claret, violonchelo; E. Martínez Izquierdo, director. Auditorio Nacional de Música, 3 de marzo de 2012.
Veinticuatro años han pasado desde que el maestro Joan Guinjoan sacó a la luz la primera gran obra concertante de su catálogo de composiciones. Aquella tarde de verano en La Rochela, su amigo Lluís Claret mostró al público la amplia gama de timbres de su violonchelo, acompañado por una gran orquesta efectista, en la Música per a violoncel i orquestra. El compositor reflejó su lenguaje ecléctico madurado pero con un claro sello personal. En la intepretación a la que pudimos asistir dentro del ciclo de homenaje “Carta Blanca a Joan Guinjoan”, se apreciaron los detalles de orquestación que le enseñaba su maestro de composición Pierre Wissmer en la Schola Cantorum de París. La cadencia inicial del chelista presentó el material constructivo que luego pasó a desarrollarse con una dialéctica interacción entre solista y orquesta. Los sonidos armónicos en el chelo, los efectos de la cuerda ad libitum y algún que otro cluster en momentos climáticos ejemplificaron la rica paleta sonora del compositor. Fue acompañada de una obra influyente en su estilo: la Alborada del Gracioso de Maurice Ravel, que anteriormente había dirigido en sus conciertos el mismo Guinjoan. Ésta, compuesta originalmente como pieza pianística dentro de Miroirs y, más tarde, orquestada por él mismo en 1918, fue interpretada en 1906 por el pianista catalán Ricardo Viñes. En ella se reflejaron los claros rasgueos de guitarra y las melopeas andaluzas diluidas en una bella orquestación colorista.
Con Trama llegó el clímax del concierto. A través de la superposición de motivos, que conformaban texturas cada vez más intensas, se iba ampliando el espectro sonoro para alcanzar el momento climático de la obra, después de un incesante ostinato del piano con las variaciones de contrastes tímbricos ravelianos sobre una arcaica melodía que recordaba a las empleadas por Stravinsky en sus ballets rusos. El público del Auditorio Nacional supo apreciar la calidad de la obra y de la interpretación orquestal, al igual que en 1983, cuando el jurado de la Fundación Ferrer Salat otorgó a Guinjoan el Premio de Composición “Reina Sofía”. Como correspondía, Stravinsky acompañó la segunda parte de este concierto con El Pájaro de Fuego, encargo de los ballets rusos del empresario Diaguilev en 1910 con la que dio a conocer su genio en París. La orquesta, aunque en ocasiones algo desajustada, realizó una sutil interpretación de la versión de la suite que Stravinsky hizo en 1919.
Sólo unos pocos pudimos comprobar la humildad con la que dirigió sus palabras a unos cuantos interesados. A sus 80 años, Guinjoan es merecedor de este homenaje por toda una vida de grandes obras en creciente investigación compositiva.
María Elena Cuenca
Imagen procedente de:
Fundación Juan March