La belleza y la alegoría como vías del conocimiento

Crítica
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La belleza y la alegoría como vías del conocimiento

Música, pictórica y alquimia en los enigmas de Michael Maier

Maier, Michael: La fuga de Atalanta, Girona, Ediciones Atalanta, 2016.

Cuando me decidí a hacer la reseña de La fuga de Atalanta, de Michael Maier, no esperaba, por descontado, encontrarme algo tan particular. Sabía que el libro recientemente publicado por la editorial Atalanta contenía música, y, al igual que ocurre con muchísimos otros tratados del siglo XVII, sospechaba que era un tratado de matemática o astronomía en el que se trataban los fundamentos de las proporciones musicales. No podría haber estado más equivocado. En cuanto tuve el libro en mis manos encontré un mundo multidisciplinar que aunaba ciencia en el sentido actual del término, pseudociencia (ciencias ocultas, conocimientos rechazados o como dispongan llamarlo), música, pictórica, poesía e ingenio, todo ello unido en una sofisticada edición concebida por una única mente: la del genial médico Michael Maier.

Pero, ¿qué clase de libro es La fuga de Atalanta? En esencia, el volumen es un tratado de alquimia publicado en 1617. La fuga de Atalanta (Atalanta Fugiens, en título original en latín) de Michael Maier forma parte del grueso de tratados de alquimia (o protoquímica) que circularon por Europa desde la Edad Antigua hasta la Edad Moderna y quedaron desestimados y convertidos en falsas teorías gracias a las posteriores revoluciones científicas y relegados a los bajos fondos de la superstición cultural y el mundo de lo paranormal. Aunque habitualmente la palabra alquimia deriva en la cabeza de cualquier persona del siglo XXI en ideas relacionadas con la eterna juventud o la transmutación de los metales en oro, en absoluto el mundo alquímico hace referencia exclusiva a ello.

A pesar de que el mundo de la alquimia arcaica y medieval sí suele estar más relacionado con la idea de alquimia que aparece en best sellers como Harry Potter, en la Edad Moderna esta disciplina no deja de ser el primer escalón de la química y la medicina.1 Es, al contrario de lo que se piensa, una “ciencia médica” relacionada a su vez con el conocimiento del cosmos y cuyos preceptos más básicos, según creían sus estudiosos, habían sido escondidos en la propia naturaleza por el mismísimo Creador. Estos “alquimistas” eran médicos que trabajaban para reyes y nobles y buscaban la medicina universal del mismo modo que intentaban entender la oxidación de la plata. Su conocimiento estaba lleno de observación, belleza e interés, al margen de que, a día de hoy, se haya demostrado que la mayoría de estas teorías son falsas. Michael Maier (1569-1622) y todas sus obras son ejemplo perfecto de ello.

La fuga de Atalanta es mucho más que un libro de alquimia. Es un bello volumen cuya finalidad es transmitir un conocimiento cifrado y escondido en cincuenta emblemas grabados, que vienen acompañados siempre con un poema que versa sobre los mismos, una explicación o discurso que los trata y los completa una fuga a dos voces sobre cantus firmus. Tal y como dice el propio Maier, “hemos unido la óptica a la música, y los sentidos a la inteligencia, es decir, las cosas dignas de ver y oír con los emblemas químicos que son propios de esta ciencia” (74-75). Es por ello que, para acercarse al libro, merece la pena sumergirse en el contexto de la edición original así como en el fascinante mundo de la alquimia de la Edad Moderna.

El autor, Michael Maier (1569-1622), es uno de los últimos grandes “científicos” dedicados al arte alquímico. La vida de Maier transcurre en el momento previo a las grandes revoluciones científicas de la Edad Moderna y en este contexto, gozó de gran prestigio, como demuestran la gran cantidad de obras impresas conservadas y la lista de personalidades influyentes y gobernantes a los que estuvo vinculado. La vida de Maier se caracteriza por dos constantes búsquedas: en primer lugar, de la medicina universal, el elixir que curase todas las enfermedades (meta de todo gran alquimista de la época); en segundo lugar, de un puesto fijo en alguna corte como médico residente. Esto último lo consiguió, tras incansables intentos, casi al final de su vida, pero lo perdió pronto debido a los recortes realizados en la corte de Hessen-Kassel a causa de la guerra de los Treinta Años.

El pensamiento de Michael Maier bebe de muchísimas fuentes que merece la pena conocer y creo útil explicar. Está totalmente influenciado por los tratados rosacruces, las supuestas sociedades secretas que los ocultaban y por el programa filosófico de la época caracterizado sobre todo por el neoplatonismo y el rechazo de las ideas aristotélicas; el luteranismo y, sobre todo, la pansofía.

Maier es uno de los tantos eruditos que quedaron fascinados por la erupción del movimiento rosacruz que se originó en Centroeuropa a principios del siglo XVII. La investigación contemporánea ha demostrado que el movimiento rosacruz, que prometía la existencia de una sociedad de intelectuales que guardaban celosamente sus secretos pero los utilizaban para ayudar al prójimo de forma desinteresada, no fue más que una mentira orquestada por unos pocos que no pudieron responder a la brutal popularidad que adquirió la supuesta sociedad.2 Sin embargo, la idea de las fraternidades rosacruces caló en la imaginación europea. Maier concretamente relacionaba la fraternidad rosacruz con la idea de ayudar al prójimo, que encajaba en su ideario con la búsqueda ansiosa de la medicina universal.

La mente de Meier se puede definir como pansófica. La pansofía o el pansofismo es un programa ontológico que intentaba abarcar todo el universo, unido generalmente a una filantropía y un espíritu cristiano libre de lo eclesiástico. La premisa fundamental del pansofismo es que todo el universo se puede expresar a cualquier escala; es decir, que microcosmos y macrocosmos se corresponden y, por tanto, lo descubierto en uno se puede aplicar al otro. Se podían utilizar, por ejemplo, las premisas astronómicas (nivel macro) para comprender el cuerpo humano o los ciclos agrícolas (nivel micro). El pansofismo es un ideario común en la Europa del Renacimiento y el principio de la Edad Moderna, pero se omite habitualmente de la historia de las ideas, a pesar de que intelectuales tan destacados como Johannes Kepler lo comparten de manera clara. La erudición de Maier (demostrada por sus conocimientos no solo de química o medicina, sino de otros campos como la música, la arquitectura, la mitología mediterránea o la gramática clásica) encaja perfectamente en este contexto pansófico.

Aunque la mayoría de los alquimistas de la época fueran también pansofistas, Maier se separaba de ellos llamándose a sí mismo chymius (químico) y no alchymius (alquimista). Esto se debe a que la alquimia ya tenía en la Edad Moderna una publicidad negativa, asociada al timo y al engaño (cuestión lógica, por otra parte) y el mismo Maier tiene muchísimos escritos atacando a la alquimia como tal. Sin embargo Maier es un alquimista en el sentido de que continúa con la tradición, intentando dotarla de una veracidad solo a veces alcanzada. En algunas de sus obras define al percebe como la cría del ganso del mismo modo que habla de la fijación del mercurio gracias al azufre. Bucear en los escritos de Maier es encontrarse con disparates y verdades científicas tratadas de la misma manera y además interconectadas entre sí, lo cual dota a la obra de un atractivo particular.

Como todos los alquimistas, Maier no ofrece su conocimiento de un modo conciso, sino de manera alegórica y cifrada. Maier era un acérrimo defensor de una interesante idea que orbita todo el mundo alquímico: la de que existe una sabiduría ancestral oculta por Dios en la creación y transmitida tradicionalmente en forma de mito. Para Maier, todos los mitos egipcios y grecorromanos no son más que secretos alquímicos escondidos en historias y, por tanto, descifrables para aquel que es capaz de verlos. Al igual que los alquimistas, creía que textos tan diferentes y arcaicos como la Ilíada o el Cantar de los Cantares escondían secretos alquímicos que se podían extraer gracias a la interpretación hermenéutica, y que a veces requería procesos tan complejos como la reordenación de versos o la personificación de los personajes en elementos concretos de la naturaleza.3 La alquimia es un campo que mezcla ciencia con fantasía de un modo realmente artístico. La idea de que había un conocimiento escondido en las paredes de los monumentos accesible solo a quien supiese interpretarlos gustaba a los intelectuales de finales del Renacimiento, que acostumbraban también a transmitir el saber oculto o semioculto en grabados o pinturas, e incluso en fragmentos musicales. Desde su fundación por el mítico Hermes Trismegindo a todos los textos medievales,4 llegando finalmente a las obras de Maier como casi último escalón, la “ciencia” alquímica ofrecía un conocimiento ecléctico marcado como erudito, aunque no desde el punto científico de los últimos siglos, sino como algo más plural que, aunque hoy forma parte de los conocimientos rechazados o falsos, no deja de ser hermoso y valioso a nivel cultural.

Un ejemplo perfecto de todo esto es el Atalanta Fugiens de Michael Maier. El propio título del libro ya es, en sí, un enigma alquímico. La fuga de Atalanta es uno de los mitos que se transmiten en las Metamorfosis de Ovidio, en este caso en palabras de Venus a su amante Adonis.5 Atalanta era hija del rey Yaso de Arcadia abandonada en el monte por la preferencia del su padre por un varón. Esta es descubierta por Artemisa y criada por una osa. El valor y la fuerza de Atalanta hacen que esta participe en la cacería del jabalí de Calidón junto a Jasón, y gracias a esto su padre la reconoce como hija a cambio de que se case. Atalanta acepta el ruego de su padre, pero solo reconocerá como marido a aquel que le gane en una carrera a pie, con la condición final de que el hombre que pierda recibirá la muerte. Son muchos los que mueren hasta la llegada de Hipómedes quien, gracias a ir tirando manzanas de oro del jardín de las Hespérides que le había dado Afrodita, consigue entretener a Atalanta, que se para a recogerlas y así pierde la carrera. Atalanta e Hipómedes se casan, y deciden por alguna razón consumar su matrimonio en el templo de Hera, madre de los dioses. Hera en su lógica ira transforma a Atalanta e Hipómedes en leones, que tirarán de su carro a partir de ese momento. Del mismo modo que el psicoanálisis interpretaría el mito como una proyección del inconsciente o la sociología contemporánea lo haría en términos heteropatriarcales (daría esto mucho que hablar), Maier hace su propia interpretación “química”. Para él, Atalanta no es más que el mercurio fugitivo, el metal líquido difícil de solidificar. La única manera de que se convierta en sólido es gracias al azufre dorado (Hipómedes y las manzanas), dando como resultado un compuesto rojizo (los leones) que contiene ambos elementos. Es así como Maier piensa que la reacción química que da como resultado el sulfuro de mercurio (Hg + S = HgS), compuesto rojizo contenido sobre todo en el cinabrio (piedra de la que se pueden extraer ambos componentes), está escondida en uno de los mitos propios de la civilización occidental.

Esta interpretación de mitos es el leitmotiv de La fuga de Atalanta. El tratado expone, tras la explicación del título, cincuenta emblemas que muestran mitos clásicos o figuras propias de la tradición alquímica europea. Es, tal y como dice Joscelyn Godwin en el prólogo a la edición, un laberinto multimedia en el que hay que introducirse sin prejuicios y que debe ser leído desde dentro, utilizando todos los recursos filosóficos, artísticos y “científicos” que ofrece cada uno de los diferentes emblemas en su totalidad. Los grabados son la parte que más resalta de los emblemas, pero la importancia radica, en mi opinión, en el componente literario. En la edición de Atalanta, los grabados se reproducen con detalle en un tamaño estupendo para el soporte (ni demasiado grande ni insuficiente en cuanto a detalles).

La música del Atalanta Fugiens está compuesta, probablemente, por el mismo Maier, de quien han llegado a nuestros días más obras musicales asociadas a otros opúsculos o libros. La práctica de introducir música en un libro para darle valor era algo habitual en las altas esferas académicas de los siglos XVI y XVII. La música formaba parte de la educación básica de todo hombre instruido, y por tanto se sobreentendía que todo erudito debía de saber leer música. Así, era común introducir música en textos bastante dispares, en tratados de alquimia como el Atalanta o textos históricos.6 La música de Maier del tratado está en consonancia con el resto de enigmas. La textura de dos voces sobre cantus firmus no es habitual en la literatura musical de la época, y solo se comprende si se descubre algo con ella. Como deja claro Maier en cada uno de los emblemas, de las dos voces que se imitan o cazan siempre hay una (Atalanta) que intenta huir de la otra (Hipómedes), dando vueltas alrededor de un cantus firmus (las manzanas de oro de las Hespérides) que codifica el movimiento de ambas. Sin embargo el contrapunto de las voces es algo bastante especulativo, difícil de llevar a la práctica. En ocasiones aparecen intervalos casi imposibles para la voz humana aunque no violan las normas del contrapunto más escolástico que, como se puede deducir por lo antedicho, Maier conocía muy bien. Las fugas (entiéndase fuga no desde el canon barroco, sino como una pieza de contrapunto imitativo básica y llamada fuga probablemente para casar con el título) aparecen en notación contemporánea a la publicación original (notación cuadrada con mínima, semínima y corchea como figuras más habituales) y así son reproducidas en versión facsímil en la edición de Atalanta. Se podría criticar el hecho de que no se disponga transcripciones a notación contemporánea pero, teniendo en cuenta que el carácter multidisciplinar del libro y que, a día de hoy, solo los músicos saben música, la transcripción es algo que no resulta realmente útil para todo el mundo. Lo que sí resulta útil y está presente en la inteligente edición de Atalanta es una grabación de las cincuenta fugas. De este modo se puede acompañar la lectura y la contemplación con la escucha de un modo que Maier no se figuraba, lo que permite un acercamiento más apasionante.

Se ha de entender que la música y la pictórica de La fuga de Atalanta no tienen una finalidad estética absoluta, sino que son soportes del material literario. La finalidad de ambas es dotar al conocimiento de una capa sensitiva y proponer un acercamiento intelectual mucho menos aséptico, que proporcione a la sabiduría una dimensión bella también a la vista y al oído. El componente literario del Atalanta Fugiens aparece en tres formas y en dos lenguas diferentes: en primer lugar encontramos el lema o título, impreso en alemán encima de la música y en latín encima del grabado; luego sigue el epigrama, un poema de seis líneas en latín en la fuga y en alemán debajo del emblema; finalmente aparece el discurso, únicamente en latín, adosado en las páginas siguientes a la música y al grabado. Como poeta, Maier dominaba la versificación latina con maestría, que utiliza con dedicación, belleza e ingenio. La edición contemporánea ha mantenido el latín en los epigramas o poemas para que se aprecie esto último, mientras que ha decidido omitirlo en los discursos, decisión que comparto ya que es preferible por su compleja naturaleza en prosa.

Finalmente, el mundo que nos plantea La fuga de Atalanta está lleno de conocimiento, belleza e intuición, pero hoy yace desaparecido y olvidado en la categoría de los conocimientos rechazados. Consuela saber que editoriales como Atalanta tengan como ideario traer de nuevo a la luz este material tan valioso tanto por su contenido como por su presentación y ofrecerlo al público en una edición cuidada y consecuentemente prologada.

Antonio Soriano Santacruz

1 Strathern, Paul. El sueño de Mendeléiev. De la alquimia a la química. Madrid, Siglo XXI de España Editores, 2000, passim.

2 Arola, Ramón. La cábala y la alquimia en la tradición espiritual de Occidente, siglos XV-XVII. Tarragona, Mandala, 2012, pp. 215-227.

3 Arola, Ramón. La cábala y la alquimia…, pp. 349-365.

4 Llosa, Pedro de la. La alquimia y la química, lo sublime y lo terrenal, Barcelona, Ediciones del Serbal, 2005, pp. 71-170.

5 Ovidio Nasón, Publio: Metamorfosis, Barcelona, Editorial Bruguera, 1981, pp. 196-197.

6 Como el Nederlandtsche Gedenck Clanck (Haarlem, 1626) una historia de las provincias los Países Bajos con canciones de la zona y tablatura de laúd.

Publicado en abril 2019

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