Mozart bajo el barniz de la tradición

Crítica
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Mozart bajo el barniz de la tradición

Murray Perahia y la Academy of Saint Martin in the Fields

Auditorio Nacional, 9 de junio de 2013. Juventudes Musicales de Madrid Conciertos y Solistas Extraordinarios. Academy of Saint Martin in the Fields. Murray Perahia, piano y dirección. Obras de W.A. Mozart

Supongo que a todos nos pasa alguna vez. Me refiero a salir de un concierto igual que has entrado, con la sensación de que éste no te ha aportado gran cosa. Lo raro es cuando esto sucede con música, cuanto menos, encantadora (la Serenata nocturna), brillante (el Concierto para piano nº 26) o incluso excepcional (la Sinfonía 39, quizás una de las obras más inspiradas de Mozart). Y más extraño aún cuando los intérpretes son tan prestigiosos como Murray Perahia y la Academy of Saint Martin in the Fields y, además, éstos no tuvieron un mal día. Lo dicho, extraño. O quizás no tanto. Para explicarlo, empecemos por el principio.

El programa, no especialmente original pero sí atractivo, incluía tres obras muy representativas de tres de los géneros más característicos de la obra mozartiana: la serenata –asimilable al divertimento–, el concierto para piano y la sinfonía.

La velada comenzó con la Serenata nocturna KV 239, obra de circunstancias, de pequeño formato y compuesta por Mozart a los 20 años sin más pretensión que la de saldar de la forma más digna posible uno de los tantos encargos similares que recibió por aquella época. Su interpretación exige el concurso de una reducida orquesta de cuerda, dividida en dos grupos, y timbales. Aquí ya se pudo apreciar lo que son las señas de identidad de la orquesta inglesa: corrección, un sonido redondo y tempi equilibrados. En el rondó final incluso se permitieron cierta heterodoxia, con unas intervenciones solistas a cargo del contrabajista y el percusionista que fueron muy celebradas por el público. Sin duda, el momento más original del concierto.

La interpretación del luminoso Concierto para piano nº 26 transcurrió dentro de los mismos márgenes de corrección –lo cual es aplicable, y lo digo ya, a la ejecución de la Sinfonía 39–. El pianista neoyorquino Murray Perahia, en su doble cometido de solista y director, se encontró muy cómodo en un repertorio que ha sido uno de los pilares de su fama. No hay mucho que se pueda reprochar a su ejecución del concierto. Más allá de unos intrascendentes desajustes en el primer movimiento, Perahia estuvo preciso y no falto de vitalidad, con un sonido cuidado y un fraseo elegante. La orquesta, por su parte, respondió dúctilmente al gesto de Perahia. Y sin embargo faltó algo, o mejor dicho, sobró. Sobró rigidez, especialmente en el Larghetto central. No lo juzgó así el público, que no cesó de aplaudir hasta que Perahia accedió a sentarse a tocar de nuevo. En este caso la giga final de la Suite francesa nº 5 de Bach.

La rigidez y la previsibilidad se acentuaron en la interpretación de la sinfonía, antepenúltima de las que escribió Mozart. La Academy of Saint Martin in the Fields sigue ofreciendo el mismo Mozart que tocó durante décadas con Neville Marriner, un Mozart amable sin caer en la anemia, con tempi acertados –incluso el minueto, que se tiende, equivocadamente, a llevar de forma más lenta de lo conveniente, se interpretó con cierta viveza–, de sonido grato y tocado con el número de efectivos adecuado. Pero lo que eran grandes virtudes hace años, especialmente si lo comparamos con las interpretaciones de estas obras que ofrecían la mayor parte las orquestas sinfónicas, hoy en día produce una sensación de déjà vu constante. La ola historicista ha demostrado que el Clasicismo se puede interpretar de otra manera y yo ya no me creo ese Mozart sin aristas y sin sorpresas que ofrece la formación inglesa. Y, sobre todo, no me convence ese sonido tan amable pero tan poco elocuente, que diría Harnoncourt, con tan poca personalidad. Pinnock y Concerto Köln desde los años 80; Jacobs, Minkowski y muchos otros después, aun con sus defectos, nos han abierto  los oídos y nos acostumbrado a un Mozart que, despojado de los barnices que lo amarillearon durante mucho tiempo, ha resultado mucho más deslumbrante. Pero hay quien prefiere el techo de la Capilla Sixtina antes de la restauración, por ejemplo el público del Auditorio Nacional.

Imanol Temprano

Imagen: Daniel de la Capilla Sixtina antes y después de la Restauración.

Publicado en verano del 2013

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