Volodos en el Auditorio Nacional, los dos personajes en busca de autor
Volodos en el Auditorio Nacional, personajes en busca de autor
Cuando un personaje ha nacido, adquiere enseguida una tal independencia de su propio autor que puede ser imaginado por todos en tantas otras situaciones en las que el autor mismo no pensó, e inclusive adquiere, a veces, un significado que el autor no soñó nunca de darle. [1]
En la obra de teatro Sei personaggi in cerca d’autore, el dramaturgo italiano Pirandello plantea una premisa muy curiosa. ¿Qué pasaría si se presentaran en el escenario de un teatro seis personajes, fruto de la imaginación de un escritor que nunca los plasmó en una obra, reivindicando una historia?
Podríamos adaptar esta pregunta al caso del concierto del 25 de mayo de Volodos. ¿Qué pasaría si se presentaran en el escenario del Auditorio Nacional dos personajes fruto de la imaginación del intérprete?
El pasado martes, en cuanto el público tomó asiento en la sala, se notó cierto ambiente de misticismo. Las luces bajas y la silla acolchada que había sustituido a la habitual banqueta del piano transportaban al espectador a un pequeño salón romántico, a una Schubertiada. En el Auditorio, parecía esfumarse todo el bochorno y calor de finales de mayo en Madrid, y el ajetreo de la ciudad se veía reemplazado por una íntima estancia familiar con una silla vacía, a la espera que el protagonista de la velada tomara asiento e iniciara su narración.
Sin embargo, Volodos no vino a contarnos una historia o a recrear atmósferas y espacios, vino a delinear a unos personajes complejos con una destreza pasmosa, personajes descritos en toda su profundidad y detalle como si de un gran novelista se tratara. Volodos ha empleado la distancia estilística entre los dos autores para acercarles. Aunque esto parezca una paradoja, en el espacio de su piano pudo darse. Desdibujando lo característico de ambos le conjuga en este presente a través de la elección de un repertorio que es sorprendentemente afín. De Schubert, compositor especialmente volcado en la forma y narrativa a pequeña escala, elige una obra de grandes dimensiones como es la sonata. Por otro lado, de Brahms, compositor estudiado por su interés por la arquitectura a gran escala, elige un ciclo de piezas. Así encuentra un nexo común entre ambos en el que la disparidad brilla por su ausencia hasta generar la figura omnipresente de un tercer autor que vivió en las teclas de Volodos.
La sonata de Schubert arranca con un acorde de sol mayor desplegado y abierto, muy resonante. Dulce, no asertivo, pero con direccionalidad clara, el tema inicial de la sonata se presenta lento y complejo. El tempo, Molto moderato e cantabile, en las indicaciones de Schubert, es muy plácido; no llega al prácticamente Lento de la interpretación de Richter, pero revive totalmente el carácter richteriano de reflexividad e introversión[2].
Este tercer autor nos traslada a la Rusia natal de Volodos y delinea el primer personaje de la velada, pudiera ser una suerte de Lyovin, coprotagonista de la novela de Anna Karenina de Tolstói. Se trata de un personaje claro y bien definido desde el inicio de la novela, así como desde los primeros acordes de la sonata: un hombre sincero, límpido y que busca la felicidad en las pequeñas cosas, se ocupa de su hacienda agrícola y rehúye la socialidad falsa de la burguesía moscovita.
Una cualidad increíble de Schubert es conseguir que las melodías fueran melancólicas pese a su modalidad: los temas mayores pueden ser indudablemente nostálgicos y tristes en manos del compositor vienés. Este es el caso de esta sonata; pese a la calma y tranquilidad y a las muchas secciones mayores, Lyovin se nos presenta como un personaje bien definido por su sehnsucht romántico. Pero hubo hueco para el drama abierto por el sonido denso de Volodos, como en el fff del desarrollo del primer movimiento.
Toda la diversidad, la hermosura, el encanto de la vida, se componen de luces y sombras.[3]
Los personajes tolstoianos nunca son dicotómicos, sino que están sombreados. Volodos nos muestra todos estos matices de Lyovin. Los conflictos interiores del segundo movimiento ven contraponerse rápidamente secciones dramáticas con la dulzura melódica que había lo había iniciado. Del mismo modo, el pianista cambia del militarismo del Minuetto a una docilidad sin iguales en el Trio mediante unas transiciones orgánicas y con un virtuosismo en la construcción de planos de sonido paralelos.
En la conclusión de la novela de Tolstoi, Lyovin tiene una revelación casi religiosa en la que decide orientar su vida hacia la bondad y la simplicidad en busca de una felicidad más permanente. El final de la sonata de Schubert parece abrazar también estos sentimientos: después del crescendo en intensidad a lo largo del movimiento, este último se cierra cíclicamente sobre sí mismo. A través de una recuperación de los compases iniciales en pianissimo, el propio Lyovin se reconoce en el espejo como un hombre de ideales renovados.
El personaje que hace espejo opuesto a Lyovin en la novela es la protagonista Anna. Anna, mujer de las mil caras es todo un misterio para el lector que va desvelando poco a poco su identidad y modificando su personaje. Volviendo a Pirandello, el autor italiano consideraba la personalidad como un concepto no estático y al ser humano como un personaje de muchas caras, más precisamente muchas máscaras, que iba mostrando dependiendo de la ocasión o el interlocutor. Precisamente, el ciclo de Brahms Op. 118 interpretado por Volodos parecía retratar un personaje polifacético y cambiante que responde a esta pluralidad de máscaras.
El primer intermezzo fue una efusividad de pasión y de anhelo. Anna amante mostró sus tormentos y a continuación, en el Andante teneramente del segundo intermezzo, toda su dulzura. Volodos alargó los ritardandi y con una agógica maestra dio voz a la complejidad de un amor que parece redimir, pero al mismo tiempo condena para siempre a la protagonista.
La balada en manos del pianista ruso presentó una sección central de diálogos internos y segundas voces; las partes iniciales y finales, en cambio, son resolutivas, propias de la máscara social de seguridad que viste Anna. La coraza de armazón que muestra la protagonista es sólo una cobertura de incertezas y tumultos, como los que inician la cuarta pieza. La sección central de esta misma pieza tuvo unos tintes de melancolía casi religiosos, como si la fe pudiera redimir sus penas.
Sabía bien que el consuelo de la religión sólo era posible a base de prescindir de aquello que era el único objeto de su vida. Y no sólo sentía dolor, sino que comenzaba a experimentar miedo ante aquel terrible estado de ánimo que nunca hasta entonces experimentara. Le parecía que todo en su alma comenzaba a desdoblarse, como a veces se desdoblan los objetos ante una vista cansada. A ratos no sabía ya lo que deseaba ni lo que temía, ni si temía o deseaba lo que era o más bien lo que había de ser después. Y no podía precisar qué era concretamente lo que deseaba.[3]
La endeblez del alma cansada de la protagonista impregna la Romanza tocada por Volodos con una delicadeza sin igual, llevando el sonido a los límites del audible en una gradación de pianissimos. Finalmente, la laceración de Anna se muestra en todas sus facetas en el último movimiento. El principio es un lamento que se transmuta en una determinación reiterada e inquebrantable. El destino de la protagonista la arrastra consciente a su trágico final, la música se esfuma poco a poco. Volodos levanta las manos con un gesto arqueado como si de ellas tendieran los hilos de las marionetas de Anna y Lyovin. Unas marionetas que al igual que los personajes de Pirandello, una vez liberadas de las manos de Volodos, se sinceraron delante del público madrileño, entre luces bajas.
Yuriko Baba D’Agostino
Notas y referencias
[1] Luigi Pirandello, Sei personaggi in cerca d’autore ; Ciascuno a suo modo; Questa sera si recita a soggetto, editorial Garzantim 2005. Traducción libre de la autora
[2] Una de las icónicas grabaciones de Richter está disponible en Spotify:
[3] Leon Tolstoi, Ana Karenina. Traducción Alexis Padrón Alfonso, editorial Verbum, 2019.
Fotografía de la representación de la obra de Pirandello Sei personaggi in cerca d’autore del 1965, La compagnia dei giovani.