Wagner, antisemita
Wagner, antisemita
O de cómo el nacionalismo romántico se puede interpretar hoy en día
En el año 1850 Richard Wagner publicaba, de forma anónima, un artículo de marcado carácter antisemita en la revista Neue Zeitschrift für Musik de Leipzig. En él planteaba que el pueblo judío era incapaz de crear arte a través de la música. Los acusaba de ridículos, físicamente grotescos y carentes de sensibilidad artística. El artículo fue rápidamente atribuido a Wagner, ya que tanto su prosa como muchas de sus ideas políticas y estéticas eran ya públicamente conocidas. Y aunque en su época no fue objeto de mucho debate, sí fue usado más tarde para fundamentar algunas ideas de grupos nacionalistas alemanes.
En el artículo, que llevaba por título “El judaísmo en la música”, Wagner señalaba como absurda la idea de que los judíos pudiesen componer música. Consciente de la poca credibilidad que podrían despertar estas palabras, indicaba que aunque fuesen capaces de componerla, ésta carecería de pasión. Nunca una obra musical creada por un judío sería capaz de conmover realmente a un oyente con educación e instinto musical.
Señalaba, en primer lugar, que se lo impedían sus más básicas características fisiológicas o físicas. Calificaba su acento de repugnante, tanto por su tono de voz como por su pronunciación. Consideraba a su vez que su aspecto, para él desagradable, no podría ser representado en una obra de arte. Esto les impedía, en primer lugar, cantar. Según sus propias palabras, el hecho de ver a un judío cantar en un escenario “lograría que saliéramos huyendo, si no fuera porque la bufonería de ese fenómeno nos retendría”.
Wagner cuestionaba también su sensibilidad para crear y componer. Consideraba que los judíos estarían siempre predeterminados a imitar la música de la sinagoga. Sin embargo, al plantear todo esto, tenía en cuenta la presencia de muchos compositores e intérpretes de origen judío. Por ello, habló sobre lo que denominó “el judío cultivado”. Según el compositor, el judío cultivado es una persona estudiada, culta e inteligente que trabaja con el arte. Cuando Wagner escribía este artículo tenía en mente a judíos como Meyerbeer o el mismo Mendelssohn. Este último, con su gran capacidad musical y su técnica fue capaz de componer obras de gran belleza, pero sólo repitiendo, a juicio de Wagner, lo que otros ya habían inventado. Mendelssohn imitaba la música de Bach basándose en su formalidad. No consiguió componer música a la altura de la de Beethoven, quien fue para Wagner el último gran genio: su música tenía pasión y tenía alma, era genuina, puramente romántica. Estaba fuera del alcance de la creatividad propia de los artistas judíos, que podían imitar la música de otros usándola como una herramienta, pero nunca podrían crear pasión. Los judíos cultivados se quedaban en un punto intermedio y cuando creaban arte, por mucho que dominaran la técnica, no conseguían llegar al “corazón”. Según Wagner no eran capaces de entender la música desde un punto de vista creativo u emotivo, pero sí respondían con creces a las necesidades propias de los negocios. El arte se había convertido en sus manos en un “artículo comercial de lujo”.
Bajo todas estas acusaciones, que se antojan frívolas e impersonales, se esconden muchas de las ideas estéticas y nacionalistas del compositor, que en los años siguientes se asentaron con fuerza en el ideario colectivo alemán. En aquellos momentos, Wagner intentaba crear una “obra de arte total” en la que música, literatura y artes escénicas se uniesen en una simbiosis perfecta. Desde la Grecia clásica, en la que las obras presentaban un perfecto equilibrio entre estas tres manifestaciones artísticas, el arte había ido en decadencia. Los libretistas buscaban la supremacía de la palabra sobre la música en las óperas, mientras que los músicos pretendían lo contrario. Las artes escénicas, a su vez, no eran más que un objeto dedicado a servir a las anteriores. Wagner buscaba crear una obra dramática capaz de combinar de manera perfecta música, literatura y artes escénicas y alzarse así como completa, verdadera.
Sin embargo, Wagner no veía a su alrededor más que compositores corruptos por la búsqueda exclusiva del beneficio económico. Las óperas se componían una tras otra sin más afán que el de recaudar dinero y a menudo resultaban frías, anodinas y carentes de pasión. La música se había convertido en un mero entretenimiento para un público aburrido, que ya no era exigente. Las aspiraciones de la burguesía capitalista y el egoísmo resentían a Wagner. Para él, como para otros pensadores de su época, estas pretensiones se representaban en la figura del judío.
El incipiente nacionalismo alemán en la música wagneriana
Wagner había crecido en un clima cultural inflamado por el espíritu revolucionario. Las ideas nacionalistas florecían, y la mitología y la creencia en la unión de los germanos se perfilaban como vías para alcanzar la liberación del pueblo alemán. Wagner defendía la idea de hermandad y el principio de Volk como genio creador que devolviese al arte su dignidad perdida. Volk, o pueblo, es la esencia de la que puede surgir el arte verdadero, que sólo puede emanar fruto de los sentimientos de comunidad y de hermandad. Por eso Wagner, para crear sus dramas, no se servía de la historia sino del mito, ya que éste es una producción colectiva y genuina. Aunque el artista es individual, es el pueblo el que posee la fuerza creadora de mitos. Wagner llegó a considerar que los judíos eran, en parte, culpables de que los alemanes no creasen arte basándose en su propio Volk. Su manera de producir arte hacía que primasen las cadenas del dinero y el egoísmo.
El artista consideraba que los judíos, desligados de un territorio propio, han tenido históricamente la necesidad de adaptarse a otras culturas. Y aunque consiguieran adaptarse a las costumbres y al lenguaje, no lograban sin embargo formar parte del Volk que surge de la esencia verdadera de unión de un pueblo. Eran siempre espectadores. Y añade que al ser las lenguas europeas ajenas a la historia de su pueblo, nunca conseguirían expresar a través de ellas ningún tipo de sentimiento o emoción. ¿Cómo podían expresarse artísticamente a través de idiomas que eran siempre idiomas aprendidos? En el lenguaje, al igual que en la música, reside la pasión, es la forma de expresión de un pueblo. Pero esta expresividad según el compositor estaba vetada para los judíos, que no consiguen emocionar a través del canto ni de las palabras. No podrían, así, componer nada parecido a lo que Wagner considera la “obra de arte total”.
Wagner señalaba que el objetivo de su artículo no es más que el de resaltar la presencia del judío en el panorama musical de su momento. Los artistas debían tener en cuenta que la búsqueda única del beneficio económico alejaba al pueblo alemán de la posibilidad de crear arte a partir del Volk. Sólo conociendo, subrayaba, la raíz del problema, podrían obrar consecuentemente para ponerle fin.
La idea de que la presencia del pueblo judío era perjudicial para Alemania se asentó en las raíces del nacionalismo revolucionario alemán a principios del s. XIX. Johan Gottlieb Fichte fue uno de los primeros en expresar públicamente su pensamiento antisemita. Su principal axioma era que los judíos actuaban como “parásitos” de Alemania, sin ser capaces de entenderse verdaderamente con el pueblo. Otros, como Immanuel Kant, también hicieron referencia a los judíos. Kant los consideraba personas gobernadas únicamente por su propio interés y no por el amor, como dictan la religión cristiana y la ética. Estas razones hicieron que en la mentalidad alemana surgiese un profundo desprecio hacia el pueblo judío y sus crecientes ganancias, que les hacían jugar un papel determinante en la sociedad del momento.
En agosto de 1850, cuando escribía “El judaísmo en la música”, Wagner comenzaba también a componer El anillo del Nibelungo, un ciclo de cuatro óperas (o, como él prefería denominarlas, “dramas musicales”) basadas en la mitología germánica. Plasmaba prácticamente su idea de “obra de arte total” a la vez que comenzaba a forjar su identidad e ideología nacionalista. Son muchos los teóricos que consideran que Wagner usa la figura de los judíos para definir, en contraposición, el concepto de “lo alemán”.1
Ecos y repercusiones
El pensamiento antisemita de Wagner fue utilizado años más tarde para definir algunos conceptos relacionados con la ideología nacional-socialista alemana. Sin embargo, esta realidad o la particular interpretación de estos conceptos estaba alejada de lo que, en principio, podemos deducir del pensamiento wagneriano. La idea de “raza” que Wagner planteaba en aquellos momentos no está ligada, como lo estará tiempo después de manos del nazismo, a una definición de raza biológica. Se sitúa ligada a la tradición y la historia, siendo la inspiración de los artistas. Sin embargo, estas ideas se siguen entrelazando hoy en día. Sin ir más lejos, un ciclo de conciertos de música de Wagner fue suspendido en Tel Aviv en 2012 ante las protestas de diferentes grupos que alegaban el carácter antisemita del compositor.
Llegados a este punto es difícil discernir qué es antisemitismo y qué es la simple reflexión de un ideario puramente romántico. Resulta obvio señalar que, de no haber derivado el nazismo en los acontecimientos que tuvieron lugar en la primera mitad del s. XX, las palabras de Wagner no despertarían los sentimientos que hoy probablemente despierten. Sería quizá un tanto injusto medir las ideas wagnerianas teniendo en cuenta los sucesos de casi un siglo después. Sus palabras no parecen tener más base que las ideas nacionalistas que se asentaban en su tiempo.
Lo que sí está claro es que el compositor, de principios férreos y como señalan varios de sus biógrafos y numerosos estudiosos de su obra poco abierto a recibir críticas o a ser superado por otros compositores, identificó a los judíos como la causa principal de la degeneración y mercantilización de la música de su momento.
1 “Wagner consideraba que el judaísmo -representado en la persona de este elegante compositor judío [Mendelsshon]- era el responsable no sólo de las desgracias personales de Wagner, sino de las de todo el mundo” (Osborne, Charles. 1977: 74). Del original: “Wagner considered that ‘Judaism’ -represented in the person of this elegant Jewish composer [Mendelsshon] – was responsible not only for Wagner’s personal misfortunes, but for those of the whole world” (Osborne, Charles. 1977: 74) Traducción: Tania Alonso Cascallana.
Tania Alonso Cascallana
Ilustración: Héctor Quintela
Publicado en marzo 2013