Rock indie: ¿realidad o ficción?

Crítica
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Rock indie: ¿realidad o ficción?

Una reflexión sobre la música indie a través de los Arctic Monkeys

Concierto Arctic Monkeys. AM Tour. Palacio e los Deportes de Madrid, 15 noviembre de 2013.

¿Qué es lo indie cuando llena un estadio? ¿Dónde reside verdaderamente la autenticidad del rock? ¿Por qué otros géneros no son considerados auténticos? Son cuestiones para las que no existe respuesta única. Pero analizarlas a través de una banda de rock actual puede ayudarnos a aclarar conceptos.

Tras su última visita a España y después de los éxitos cosechados en Reino Unido con esta gira, los Arctic Monkeys volvían a actuar en nuestro país el mes pasado en Madrid. Desde que comenzaron su trayectoria allá por el 2003 han gozado siempre de una buena acogida de los medios, debido a un sonido único, junto a unas letras originales. Las críticas, al compararlos con grupos como Blur o The Clash, los han catapultado a la fama. En poco tiempo, año 2005, firmaron su contrato discográfico con Domino, sello independiente que también produce a Franz Ferdinand, ambos, curiosamente, los únicos números uno de la discográfica. Quizás debido a una estética, sonidos y marketing similares.

En sus inicios Arctic Monkeys se acercaron a un estilo garaje rock, caracterizado generalmente por la escasa experiencia y formación de los músicos. A través de los sonidos distorsionados, las guitarras eléctricas, los riffs retro y unas letras de lo más agresivas pretendían acercarse al estilo de bandas como The Who o The Kinks. Poco queda hoy en día de esos principios, determinados por un sonido adolescente, salvaje e inquieto, propios del estilo de música rock indie. Puede que sea necesario aclarar que los términos indie y rock a los que nos referimos en este artículo no son excluyentes, sino que, de hecho, se complementan mutuamente. Nos referimos a indie como seña de identidad que representa unos comienzos difíciles, alejados de los productos más comerciales y las grandes discográficas.

La banda ha asimilado todo lo aprendido durante sus años como grupo, así como de sus experiencias con distintos productores. Esto, aseguran las críticas, se refleja en cada nuevo álbum, donde se aprecia el trabajo y el progreso a través de territorios musicales nuevos hasta encontrar un sonido propio y novedoso en cada trabajo.

En la actualidad el grupo se ha convertido en un icono de la música rock indie. Tanto su música como su estética se perciben más sofisticadas y cuidadas manteniendo aquello que los hace únicos: una técnica impecable y temas pegadizos. Los AM, especialmente Alex Turner, se sienten ahora cómodos ante los medios. Incluso la prensa rosa ha hecho eco de esta evolución. Es posible encontrar varios artículos sobre los estilismos de Alex Turner y su radical sofisticación. Los AM han madurado como banda, dejando atrás a aquellos muchachos adolescentes de sus comienzos. Han ganado seguridad en sí mismos tanto musicalmente como en su performance. Ellos mismos lo confirmaron en una entrevista reciente: “Antes no éramos sexys. Ahora sí”.

La figura de Alex Turner, líder de la banda e imagen fundamental de la misma, es el máximo exponente de esa transformación. Un tipo sobrio, con un registro vocal nada interesante, excesiva seguridad en sí mismo y exagerados movimientos pélvicos. Con su tupé y estilismo parece querer recurrir, sin mucho éxito, a grandes mitos del rock por todos conocidos. Su presencia en el escenario puede describirse en dos palabras: sobriedad y distancia.

El espectáculo ofrecido en sus conciertos actuales resulta meticulosamente calculado. Con un repertorio formado mayoritariamente por temas de su nuevo álbum, no hay mucho espacio para la espontaneidad ni para el contacto con el público. Este, deseoso de entregarse a la banda, queda decepcionado tras un show en el que la falta de conexión del grupo con la audiencia es notable. Podríamos decir que al intentar desarrollar un espectáculo de “rock” que reuniera las características esenciales de este tipo de eventos fallan muchos aspectos. Los que podemos considerar pilares del mito del rock; drogas, sexo, alcohol, rebeldía… se debían apreciar en el escenario, sin embargo este conjunto de factores suele contar simultáneamente con una pasividad extrema por parte de la banda que sugiere que no se sienten involucrados en su propia música. Alex Turner ofrece indiferencia y pasotismo sobre el escenario en un momento del género musical en que aquellas actitudes rompedoras han perdido todo el sentido. Esa rebeldía sin causa no tiene justificación lógica en el contexto actual. Mucho menos si se aprecia que forma parte de un proceso premeditado y se recurre a él dentro de unos criterios sonoros y estéticos que no son revolucionarios.

Más que de valoraciones musicales, hablamos meramente de una cuestión de identidad en la música. Y esta identidad no es más que un proceso social mediante el cual se reafirma nuestro papel dentro de un colectivo. La música de los Arctic Monkeys, en este caso, colabora en la creación de símbolos definitorios dentro de un contexto. El grupo ahora mismo está dentro de una corriente que implica, en muchos casos, una moda, una determinada forma de vestir, un cierto gusto musical y forma de escuchar la música. Si se escucha a los Arctic Monkeys probablemente se escuche también a Franz Ferdinand, no tanto por la afinidad musical sino porque este tipo de música indie se considera de calidad por estar ligada con la idea de autenticidad del rock. ¿Cómo se explica si no la gran masa de fans que espera durante horas a las puertas de los recintos de sus conciertos? ¿Por qué la banda telonera, The Strypes, no consiguió avivar por completo a las 16.000 personas del recinto, cuando ofrecieron un sonido fresco y energético? ¿Qué les faltaba? ¿Más experiencia? ¿Temas más conocidos?

La respuesta a todas estas cuestiones radica en que la industria musical nos vende un producto etiquetado como rock indie, como si de algo único y diferenciador se tratara, el cual, simplemente por esta razón, cierto sector de la población consume como no comercial y no convencional. Sin embargo considero que todos los grupos acogidos bajo esta etiqueta se han convertido en un producto más, cuidadosamente preparado, eso sí, para un determinado público. Un público que persigue casi como religión esos modelos estéticos e ideológicos que vienen determinados a través de la música rock. La etiqueta de rock se relaciona con lo auténtico, lo rebelde, lo distinto y la calidad musical. Citando a Simon Frith en su libro Hacia una estética de la música popular: “la buena música es expresión auténtica de algo; una persona, una idea, un sentimiento, una experiencia compartida”.

La idea de rock indie, en teoría, se identifica con una noción de individualidad anti-sistema muy similar al contexto ideológico y cultural del rock en sus orígenes, y que sin embargo es una impostura. Ya no posee el matiz y el reclamo identitario porque ahora parte de presupuestos e intenciones comerciales. Y es que el rock como tal surgió debido al inconformismo juvenil, representando un ámbito puro dentro de la música contraria a los parámetros más comerciales del capitalismo: “Se asume como resultado de una sensibilidad individual y creativa” tal y como afirma Frith en su texto Hacia una estética de la música popular. Y el rockero actuaba de forma que “su trabajo era el ocio de todo el mundo, su forma de vida la vía de escape del resto”.

Sin embargo, después de ver un concierto de los Arctic Monkeys se confirma la idea de que la etiqueta de indie añadida al rock hoy en día no es más que un reclamo publicitario. Un producto más, creado para venderse y crear ganancias. Esta esencia y autenticidad original del género rock es casi inexistente, está descontextualizada. Los criterios estéticos y musicales son utilizados por la industria, y reforzados por el adjetivo de indie, de forma que se aprecian como auténticos, cuando realmente se trata de una mera estrategia de marketing. Igualmente, hablamos de un bien destinado al consumo. Es el producto lo que se aprecia y todo lo que ello conlleva; el rock indie se basa, al fin y al cabo, en que lo que hace que se escuche y valore esta música por encima de otras sea, simplemente, la forma de venderla.

Silvia Criado Calvo

Imagen tomada de: http://tutupash.com/site/assets/alex-turnet.jpg.

Publicado en febrero 2014

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