Bach Vermut

Crítica
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Bach Vermut

Una propuesta diferente

Ciclo Bach Vermut. Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM). Obras de J. S. Bach, Preludio y fuga en mi bemol mayor, BWV 552, Nun komm, der Heiden Heiland, BWV 659 [arreglo para trompeta y órgano], Concierto para clave en re mayor, BWV 972 [arreglo para trompeta y órgano del Concierto para violín en re mayor,RV 230 de A. Vivaldi]; B. Matter, Fantaisie sur “Une jeune fillette”; M. Melcova, Improvisación sobre un tema proporcionado por el público; H. Tomasi, Semaine Sainte à Cuzco. Monica Melcova (órgano), Manuel Blanco (trompeta). Auditorio Nacional de Música, 18 de marzo de 2017.

De la mano de la organista Monica Melcova y del joven trompetista Manuel Blanco el ciclo Bach Vermut alcanzó el pasado sábado 18 de marzo el ecuador de esta temporada 2017. El propósito parece claro: continuar rompiendo moldes y ofrecer al público nuevas formas de acercamiento a la música y en concreto al repertorio de órgano. Veamos si la propuesta ha cumplido su objetivo.

Como no podía ser de otra forma, la figura de J. S. Bach ocupó una posición central, abriéndose el concierto con dos obras suyas: el Preludio y fuga en mi bemol mayor BWV 552 y un arreglo para trompeta y órgano del coral Nun komn, der Heiden Heiland BWV 659. La organista eslovaca hizo valer su dominio de la escena, ofreciendo una interpretación muy convincente a pesar de ligeros desajustes que fueron solventados con naturalidad. Señalo como un acierto la ubicación de dos pantallas de grandes dimensiones en el escenario, a través de las cuales fue posible no solo seguir ciertos detalles de la ejecución, imperceptibles de otro modo, sino sentir de una manera más próxima a la intérprete, quien, por cierto, demostró una notable habilidad para valerse de los nuevos medios tecnológicos a la hora de conectar con el público.

Estos medios tecnológicos pueden, no obstante, ser un arma de doble filo: así como alabé su utilización durante la partes solistas del órgano, considero que su uso estuvo de más en las intervenciones de la trompeta, pues esta era ya perfectamente visible. En este caso el uso de monitores terminaba por distraer la mirada de una puesta en escena, con el trompetista en alto y el órgano a su espalda, que contaba por sí misma con una gran fuerza visual.

El papel de Manuel Blanco fue de menos a más. Los nervios se hicieron patentes durante los primeros compases de su intervención, precipitando algunos errores menores y sobre todo una recurrente descoordinación entre trompeta y órgano ante la cual cabe preguntarse si la tecnología no habría podido hacer más. Y es que resulta irónico que el público tuviera la opción de seguir las entradas de la organista a través de los monitores pero la trompeta no. El resto del concierto se desarrolló sin grandes sobresaltos e incluso hubo lugar para momentos de cierta brillantez por parte del trompetista español.

Mención especial merece la improvisación que Monica Melcova realizó cerca del final sobre un tema propuesto por el público a través de las redes sociales, en este caso el famoso tema inicial de Eine kleine Nachtmusik K 525 de W. A. Mozart. Una improvisación efectista y llena de buen humor, aunque excesivamente mecánica en ocasiones, que encajó a la perfección con el carácter y el concepto de Bach Vermut: punto de encuentro entre la figura del organista como paradigma de la erudición musical pero también de la libertad creativa. Una invitación, al fin y al cabo, a tomarse la música “seria” un poco menos en serio.

Y a juzgar por los niveles de asistencia, qué duda cabe de que la invitación fue escuchada. A ello ha contribuido la originalidad de la propuesta, incluyendo no solo el programa en sí sino las posibilidades de tapeo antes y después del concierto, las versiones de Bach Jazz! y desde luego una más que efectiva campaña de promoción. Aun así quedan todavía aspectos por limar: resulta contradictorio que en un evento de este tipo persistan viejos usos y costumbres que, lejos de atraer al público novel, pueden llevar precisamente a lo contrario. Hablo del exceso de protocolo, de la rigidez en las formas y vestuario y, por encima de todo, de la fijación por acallar a aquellos que, por desconocimiento o simple entusiasmo, deciden aplaudir entre movimientos. Por otro lado, habida cuenta de la elevada edad media de los asistentes, resulta sangrante el poco atractivo que, a día de hoy, sigue despertando la música “académica” entre el público joven potencial. Bach Vermut supone, en este sentido, un paso importante, pero queda aún mucho por hacer.

Miguel Arnaiz Molina

Fotografía: Antonio Moral.

Publicado en diciembre 2016

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