Björk y Arca se han curado

Crítica
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Björk y Arca se han curado

El gemelo benigno de Vulnicura trae vientos de cambio

Björk (& Arca), Utopia. One Little Indian, 2017.

Es difícil hacer un repaso en condiciones de un LP como Utopia después de la expectación que ha creado en el poco tiempo que ha tardado en salir al mercado. Acompañante, y básicamente secuela, de Vulnicura –con el que Björk consiguió demostrar, tras Volta y Biophilia, que todavía estaba en condiciones de producir el pop rompedor que la consagró desde el comienzo–, este trabajo nace, cuanto menos, bajo una sombra alargada.

Dos son las principales razones que hacen que esto sea así: en el apartado temático, Utopia se presenta, en oposición directa a su antecesor, como la invitación a imaginar futuros posibles, convertirnos, como llegó a decir Björk misma, en “un guerrero cuya arma es el amor”. Vulnicura (“cura de las heridas” en latín), en cambio, nacía como una profusa nota autobiográfica en la que su autora nos ofrecía sus entrañas abiertas de par en par como terapia de superación de su noviazgo con el artista Matthew Barney, en una relación que se descomponía a cada paso que daba. Para ello se sirvió de Arca, productor venezolano erigido como uno de los personajes más interesantes de la electrónica actual y cuya música se caracteriza por unos sonidos violentamente emocionales, a caballo entre el dolor humano, demasiado humano, y la impersonalidad maquínica. Repetir la colaboración con Arca es, entonces, un segundo hándicap que la artista se pone a sí misma; ¿cómo hacer encajar su oscuro estilo sonoro con las vibraciones tan positivas del concepto que quiere expresar? Tras Vulnicura surgió no solo una enorme amistad, sino la asociación de dos artistas que han encontrado el uno en el otro la mejor manera para expresar su propia individualidad. Utopia es el resultado de este encuentro, pero sustituyendo la dramática narración de una ruptura por la celebración de un futuro emocional por venir.

Así, los instrumentos de cuerda que daban su seña de identidad a Vulnicura son sustituidos en Utopia por una orquesta –femenina– de flautas y abundantes samples de pájaros, tratando de transmitir un estadio de liberación, de apertura a los encuentros de la vida que posibilita un corazón cuyas heridas ya han cicatrizado. Por ello el disco comienza con “Arisen My Senses” (“Despierta mis sentidos”), sin duda uno de sus mejores momentos; una oda al amor explosivo que recupera la temática erótica clásica de la artista islandesa (“Every cell in my body lined up for you / Legs a little open once again, awaken my senses”). Este tema da paso a los dos singles promocionales, “Blissing Me” y “The Gate”, la canción que hace referencia más explícita a su continuidad temática con Vulnicura, hablando de cómo justamente esas heridas que antes le atormentaban han sido la fuente misma de su liberación –un motivo, por cierto, que se repite en Vulnicura– (“My healed chest wound / Transformed into a gate / Where I receive love from / Where I give love from”).

Cuando finaliza “The Gate”, las flautas que caracterizan al disco comienzan a hacerse notar más explícitamente con la canción que le da nombre, “Utopia”, así como “Courtship”, o “Features Creatures” (la única junto con “Paradisa”, de la que ya hablaremos más adelante, que no cuenta con la participación de Arca). Es en este tramo intermedio en el que la médula conceptual del trabajo se deja sentir con más fuerza, destacando la combinación –casi el co-devenir– tan fluida que tienen la artesanía electrónica de Arca y el elemento diferenciador del álbum, la orquesta de doce flautas. Como siempre, Björk es capaz de combinar dos ingredientes tan dispares para ofrecernos unos momentos musicales únicos, llenos de intensa efusividad. El reverso de Vulnicura, no obstante, no desaparece: “Body Memory”, por ejemplo, encuentra en “Black Lake”, del disco anterior, su compañera operática, grandilocuente, pero en vez de hablar de un lago negro en el que se hunde el corazón de la cantante se pregunta “Cómo capturar todo este amor / Cómo hilar el océano a través de un alfiler”. Tal vez ese contraste representado por estas dos canciones sea el punto en el que la oposición conceptual que sustenta a ambos discos quede mejor representada.

Pero esta progresión no continúa hasta el final. En la tercera parte del disco, la energía de “Sue Me” o “Losss” dan paso a toda una etapa de una cierta homogeneidad, en la que comienza a costar distinguir las flautas de una canción con los pájaros de otra. “Tabula Rasa”, “Claimstaker”, “Saint” o “Future Forever” son todas ellas canciones que, por agradables que suenen al oído gracias a esa aura de paz tan intensa que transmiten, podrían haberse resumido en uno o dos temas. Tal vez la única irremplazable sea “Paradisa”, que se corresponde con el apartado exclusivamente orgánico e instrumental, ofreciéndonos dos minutos de flautas y pájaros. El objetivo en conjunto de este último acto es claro: cerrar el torrente de energía que veníamos recibiendo hacia un final sosegado y lleno de armonía para poder recibir el futuro con brazos abiertos. No obstante, por fácil de escuchar que sean los casi veinte minutos que componen estas últimas cinco canciones, no son capaces de construir la suficiente consistencia como para justificar la más de una hora que dura el LP.

Y tal vez sea este el único punto en el que Utopia no consigue dar la talla del todo. Al extenderse por más de una hora, el producto total queda ligeramente emborronado, como un conjunto de intensidades demasiado grande que no termina de hacer de cada una de ellas lo bastante memorable para mantener la atención durante tanto tiempo. El resultado es que el oyente puede quedar algo aturdido al final de la escucha, agotado por semejante flujo de estímulos sin una estructura demasiado aparente. Si hay una cosa que podía haberse mejorado, esta es claramente el apartado de mezclas: auténticos temazos como “Body Memory”, “Claimstaker”, pero sobre todo “Losss”, podían haberse orientado hacia un sonido más claro sin perder la emotividad agresiva de Arca. Ensimismado en un mundo de su propia creación, a veces este trabajo falla en ver lo que se mueve fuera de él, y eso implica perder puntos de contacto que habrían servido para saber cuándo hacer las renuncias que en algunas ocasiones podrían haber hecho falta. Utopia es, de principio a final, un disco de madurez. Ahí residen gran parte de sus virtudes, pero también gran parte de sus defectos.

No obstante, nos encontramos ante un magnífico trabajo. Lleno de instantes catárticos (“Arisen my Senses”), otros más agresivos (“Losss”), algunos incluso de serenidad total (“Future Forever”), disponer de más de una hora le permite ofrecer una paleta emocional diversa, sin perder calidad musical. Al fin y al cabo, es el producto de dos de los artistas más importantes del panorama pop y electrónico. Es cierto, como se viene diciendo desde que Utopia salió al mercado allá por noviembre, que su éxito fuera de sus fronteras no está tan garantizando como el de dentro de su propio núcleo de devotos. Y eso sería algo que reprochar si no fuera porque su propuesta central sigue siendo una de las más logradas y complejas –en el sentido de incorporar una gran cantidad de elementos y combinarlos adecuadamente entre sí– del último año: la originalidad de su concepto musical, la radicalidad de su propuesta, sigue sin envejecer. Por eso no nos queda más que agradecer un trabajo que, en definitiva, ofrece una magnífica experiencia sonora y una intuición cautivadora, a pesar de que, tal vez, podría haberse esperado un poco más de tiempo y ofrecer un resultado más pulido. Y, junto con ello, esperar a ver por dónde nos llevarán los caminos de una artista cuya imaginación nunca parece terminar de agotarse.

Bosco García Rodríguez

Fotografía: soulfeederweb.com

Publicado en nº 32 de 2017

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