Cruces y sombras. Una imagen crítica de Curro Vargas

Crítica
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Cruces y sombras

Una imagen crítica de Curro Vargas

Curro Vargas, Ruperto Chapí. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 26 de febrero de 2014. Cristina Faus, Milagros Martín, Ruth González, Aurora Frías, Alejandro Roy, Israel Lozano, Marco Moncloa, Gerardo Bullón, Luis Álvarez, […]. Graham Vick, dirección de escena. Martín Baeza-Rubio, dirección musical. Orquesta de la Comunidad de Madrid, Coro del Teatro de la Zarzuela.

“No es una ópera, no es una zarzuela, no es una simple obra… Es Curro Vargas”. Así definía la obra de Ruperto Chapí el director de escena británico Graham Vick en una entrevista. Esta excepcionalidad dentro del género de drama lírico –que se bate entre lo cómico y lo dramático– se reflejó en las diversas opiniones del público a la salida del teatro: algunos dañados por unas imágenes consideradas perniciosas por una moral beata; otros fascinados por la escenografía paródica de los valores más conservadores y castos. Lo cierto es que fue, sin duda, una representación dramatúrgica y musicalmente sorprendente, y más para aquellos acostumbrados al Chapí de La Revoltosa o de El tambor de granaderos.

Curro Vargas se estrenó en el Teatro Parish de Madrid el 10 de diciembre de 1898, tras un largo año de desatinos. Posterior a la versión fragmentaria de 1984, volvió de nuevo completa a La Zarzuela después de 116 años enterrada en el archivo. Dentro del segundo reparto de esta producción sobresalieron las voces de Alejandro Roy (Curro Vargas) y Luis Álvarez (el Padre Antonio), destacando este último –junto con Milagros Martín y Aurora Frías en los papeles de Doña Angustias y la Tía Emplastos, respectivamente– por su gran interpretación, que mereció una ovación final. Batiéndose en duelo entre teatro clásico y ópera, la fuerza dramática versificada de Dicenta y Paso cobraba vida con la potencial partitura del compositor alicantino.

El estilo musical de Chapí está impregnado de influencias wagnerianas y, en ocasiones, rossinianas –véase la escena V, con el “¡Ay, ay, ay, ay, ay! No sé qué me da” de Rosina y Timoteo–. La armonía cromática de las escenas dramáticas se intercalaba con la ligereza orquestal de las escenas cómicas. A excepción de algunos pasajes deficientes en los metales y algunos desajustes generales, la Orquesta de la Comunidad de Madrid hizo un buen trabajo a cargo de Martín Baeza-Rubio.

Pequeños tintes tradicionales –como la banda del pueblo, los campos de secano andaluces, las cruces y las vírgenes…– fueron los elementos imprescindibles para la escenografía que Vick dispuso dentro de una perspectiva atemporal. Los versos del libreto, que reflejan implícita y explícitamente la España profunda de nuestros antepasados, configuraron el plano crítico de Curro Vargas. Una obra sobre amor, venganza y muerte (tema bastante convencional dentro de este género), enmarcada en una escenografía paródica de la tradición, la devoción y la imagen machista de la mujer que el director de escena inglés quiso aportar. Todo esto llegó a su máxima expresión durante la escena de la procesión, en la que Vick recrea el ambiente de la misma a través de una sucesión alegórica de imágenes que caricaturizan de manera ingeniosa la realidad de las costumbres religiosas españolas.

La gran producción desde luego no pasó desapercibida entre la programación de este año. Con esta versión íntegra de Curro Vargas, por momentos pareciera que aún hierve la sangre al rememorar una España no tan pasada.

María Elena Cuenca Rodríguez

Imagen (interior): http://teatrodelazarzuela.mcu.es/media/k2/galleries/194/curro11.jpg
Exterior: http://teatrodelazarzuela.mcu.es/media/k2/galleries/194/curro9.jpg

Publicado en abril 2014

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