Don Giovanni: de la Arena de Verona a la gran pantalla
Don Giovanni: de la Arena de Verona a la gran pantalla
Humor y seriedad, las dos caras de una obra maestra
Don Giovanni, de W. A. Mozart. Don Giovanni: Carlos Álvarez; Il Commendatore: Rafal Siwek; Donna Anna: Irina Lungu; Don Ottavio: Saimir Pirgu; Donna Elvira: María José Siri; Leporello: Alex Esposito; Zerlina: Natalia Román; Masetto: Chrristian Seen. Orquesta y Coro de la Arena de Verona; Dirección musical: Stefano Montanari; Dirección de escena: Franco Zeffirelli; Vestuario: Maurizio Millenotti; Coreografía: Maria Grazia Garofoli. Grabado el 4 de julio de 2015 en el Teatro de la Arena de Verona (Italia). Retransmisión en diferido a través de los cines Cinesa.
En el marco del Festival de la Arena di Verona, uno de los múltiples eventos operísticos que se organizan en Italia durante el verano y que este año cuenta ya su 93ª edición, se ha puesto en escena, entre otros títulos de igual importancia y trascendencia, el “dramma giocoso” con música de Mozart y texto de Lorenzo da Ponte Don Giovanni. La Arena di Verona, antiguo anfiteatro romano con una capacidad para 32.000 personas construido en el año 30 [ca.], se ha reconvertido en un enclave de referencia para la ópera, ya que cuenta con una acústica excepcional que sabiamente se ha sabido aprovechar desde el año 1913, cuando se puso en marcha la primera edición del festival. Los amantes de la ópera que quieran y puedan viajar a Italia tendrán ocasión de asistir a la representación de esta obra maestra del genio de Salzburgo hasta el 12 de agosto; para los menos afortunados, la cadena de cines Cinesa ha tenido la gentileza de ofrecernos la grabación del estreno del pasado 4 de julio, que si bien no cuenta con las características inigualables del directo, proporciona una climatología más agradable para los espectadores.
Lo primero que llama la atención, incluso antes de que el director baje la batuta por primera vez, es el escenario caracterizado por la entrada a un majestuoso palacio formada por tres grandes arcos el central de mayor tamaño, a los que se accede por una lujosa escalinata doble y de piedra, flanqueado todo el conjunto por dos imponentes columnas a cada lado. Asimismo, el vestuario de corte tradicional creado por Maurizo Milenotti hace honor a la época y contribuye a crear un contexto en el que confluyen dos extractos sociales: por un lado la clase alta, con sus vestidos de gala y sus exclusivos bailes de máscaras; y por otro, el ambiente más popular, representado por sirvientes, campesinos y taberneros. Esos dos elementos, decorado y vestuario, se unen a la escenografía simple pero bien estudiada de Franco Zeffirelli, basada en pequeñas modificaciones entre los números, en torno al cuadro general que hemos mencionado líneas atrás, al que se le van incorporando los elementos que contextualizan cada escena.
La orquesta dirigida por Stefano Montanari, debutante este año en el festival de Verona, pasó desapercibida algo que debemos entender en un sentido positivo, acompañando en todo momento a la escena con un balance equilibrado; aunque hay que señalar ciertos desajustes en los pasajes con mayor dificultad técnica. Mención especial merece la interpretación al piano, por parte del director, de los recitativos de la ópera, pasajes a los que le infiere un cierto toque romántico, aunque sin grandes excesos que, lejos de desvirtuar la composición clásica de Mozart, le infiere un toque distintivo y personal. En cuanto al coro y el ballet, están bien introducidos en la representación, un complemento perfecto a los personajes que aporta riqueza ambiental a los diferentes contextos y contribuyen a diluir la sensación de monotonía que podría causar un decorado tan poco cambiante. La acústica, en líneas generales, fue correcta aunque en ciertas ocasiones fallaron, a nivel de amplificación sonora, las entradas de algunos cantantes y fragmentos orquestales. Por otro lado, resultaba un tanto molesto el sonido ambiente de un público que, situado en un enclave al aire libre, olvidó las normas de comportamiento típicas de un evento de estas características.
De los protagonistas debemos destacar, por encima de todo, a Alex Espósito en el papel de Leporello, quien a través de una actuación sublime cambió el rol de su personaje, hasta el punto de que musicalmente Don Giovanni estaba al servicio de su vasallo. Carlos Álvarez, en el papel protagonista, nos ofreció a un Don Giovanni estable y maduro al que se le echaba en falta la picardía característica de ese Burlador de Sevilla atribuido a Tirso de Molina. Con todo, la tan famosa “Là ci darem la mano”, a dúo con Zerlina Natalia Román, no defraudó ni tampoco el “Vedrai, carino” que ésta le cantó a un Masetti herido en cuerpo y orgullo, un personaje caracterizado por Christian Seen que, junto a Leporello, aportó la nota más humorística de la ópera. El toque serio vino de la mano de la pareja formada por Saimir Pirgu en el papel de Don Ottavio e Irina Lungo interpretando a Donna Ana, quienes, junto a Rafael Siwek como Il Commendatore, crearon el contraste perfecto entre humor y seriedad tan característico de esta ópera. Por último, no podemos olvidar a Donna Elvira, representada por María José Siri quien, si bien empezó su actuación con una voz desvirtuada y fuera de contexto, poco a poco se fue situando en su registro, aunque su interpretación de mujer despechada fue magistral en todo momento.
Podemos hacer un balance positivo de este Don Giovanni que nos llega desde la Arena de Verona a la gran pantalla, lo que hace que el privilegio que supone el hecho de escuchar la música de Mozart sea todavía mayor. Nunca nos cansaremos de esta obra en la que, siendo una de las óperas más programadas en el circuito operístico a nivel mundial, el conflicto tratado responde a una modernidad tan evidente que siempre será susceptible de nuevas interpretaciones.
David Ferreiro Carballo
Publicado en verano de 2015