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El violín de Mozart

Wolfang Amadeus Mozart. Concierto para dos violines, Sinfonía Concertante para Violín y Viola y Rondó para violín, Julia Fischer (violín), Gordan Nikolic (violín K.190 / viola K.364) y Netherlands Chamber Orchestra (director Yakov Kreizberg), PentaTone Classics, 2007.

Es indiscutible que los conciertos para violín de Mozart suponen reto para cualquier solista. La espontánea sencillez característica de su música es en sí su mayor dificultad, su armonía cristalina y sus ingeniosas sutilezas dejan expuesto al intérprete a una impecable afinación y a una musicalidad exquisita.

El elegante lenguaje mozartiano es puesto en valor por Julia Fischer en este CD, que se encuentra dentro de la serie de múltiples discos que la violinista alemana ha grabado como solista para el sello PentaTone Classics. Entre la discografía de Fischer para esta casa podemos encontrar la integral de los cinco Conciertos para violín de Mozart, el Concierto en Re Mayor de Jachaturian, el Concierto para violín y el Doble Concierto de Brahms, el Concierto para violín de Chaikovski o los tríos para violín, chelo y piano de Mendelssohn.

Este disco está dedicado completamente a la figura de W. A. Mozart y fue grabado por Julia con tan solo 24 años en 2007. En él cuenta con la colaboración de Gordan Nikolic, a cargo del violín en el Concierto para dos violines, y de la viola en la Sinfonía Concertante, y de la Orquesta de Cámara de Holanda bajo la dirección de Yakov Kreizberg. La visión de Fischer es la de un joven Mozart brillante y gentil en los movimientos rápidos, y carismático y delicado en los movimientos lentos.

La Sinfonía concertante para violín y viola presenta una enérgica unión, que se caracteriza por la conjunción instrumental a través de un hilo conductor que siempre se dirige hacia delante. El trabajo técnico del Allegro y del Presto muestra una ejecución férrea conjunta basada en los ritmos enérgicos y los contrastes dinámicos como forma de construcción de la estructura musical. Por otro lado, Fischer introduce una pieza muy poco habitual del repertorio violinístico: el Rondó para violín en do, presentando una versión juguetona y divertida, en la que incluye una cadencia compuesta por ella misma.

Igualmente, el Concierto para dos violines tampoco es una obra común, situándose a caballo entre el concierto y la sinfonía concertante. Es aquí donde podemos disfrutar de los espectaculares solos del oboe y del chelo que Mozart introduce como valor añadido a la parte solista. La energía y exactitud rítmica predominan en toda la partitura, tanto en los solistas como en la orquesta, apostando por una interpretación mozartiana en la que, lejos de arriesgarse, sigue los rasgos estilísticos heredados de los violinistas de los años 50.

En los momentos de mayor masa instrumental la claridad de las articulaciones se pierde como en una nebulosa, pudiéndose atribuir este problema a la acústica de la iglesia Doopsgezinde Kerk de Haarlem en la que se hizo la grabación, y que quizá no fuese la más adecuada. En cualquier caso esta versión expone una visión canónica del repertorio mozartiano para violín que facilita la escucha al público.

Elia Berdala Gil

Publicado en octubre 2015

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