Esquizofrenia psicodélica

Crítica
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Esquizofrenia psicodélica

Iglooghost lanza dos EPs mutuamente maximalistas que relatan la batalla cósmica entre dos deidades imaginarias

Clear Tamei (2018, Gloo) / Steel Mogu (2018, Gloo), Iglooghost.

Conozco un montón de pequeños dioses. Son reales. Me dicen que hay muchos más de los que puedo imaginarme, pero no les creo. Mientras estaba produciendo los discos, un dios con una gran nariz redonda no paraba de infiltrarse en mi casa, mientras que yo no paraba de dormirme cuando trabajaba en las canciones.[1]

La historia va como sigue. Hay dos dioses, Tamei y Mogu, cada uno de los cuales está detrás de los dos EPs. Mogu es un xao: una entidad que emerge cada vez que un iglooghost (i.e., un fantasmaiglú) es creado por un tamei. Los xao son seres sombríos, condenados a vagar por los intersticios marginales de las dimensiones, controladas por los tamei. Pero “ser un xao sucks” (da asco), por lo que el xao Mogu se ha propuesto acabar con Tamei (“un pequeño Diös Red”, tal y como cierra su LP debut, Neo Max Bloom) para acabar con el horror de existencia a la que han sido condenados. Así, dos polos en disputa comienzan a configurarse. Uno, paladín del orden cósmico –Tamei–, emanación del universo, cuyo fin es mantener el equilibrio interdimensional; otro, basura cósmica, subproducto oscuro del hiperorden –Mogu–, que ya no ve otra manera de destruirse a sí mismo más que acabando con todo lo que existe.


Esta es, a su vez, la polaridad que los dos EPs buscan reflejar. Clear Tamei ofrece un sonido donde se cumpla el conocido principio de Leibniz: máxima diversidad de cosas bajo un mínimo número de principios. ¿Cómo es esto posible? ¿De qué manera podemos maximizar la variedad e intensidad del sonido mientras que minimizamos su disonancia? Consideremos los tres atributos fundamentales de una canción: por lo que respecta al ritmo, Iglooghost (Seamus Malliagh) nos satura, como siempre, con unos compases frenéticos, en los que, aunque no tengamos las repeticiones ininteligibles de Neo Max Bloom, apenas se mantienen lo justo para permitir la continuidad; las melodías, si acaso, recuerdan a una canción pop de los 2000 pasada por los espejos de la calle de los gatos –y puede que de algún que otro JRPG (Japanese Role Playing Game, o la versión japonesa de los videojuegos de rol)–. Ambas variables dan un resultado bastante alejado de lo que tenderíamos a asociar con un orden canónico. Es necesario compensar con la tercera variable: la armonía. La clave de Clear Tamei, la manera en que trata de reflejar la máxima de Leibniz que acabamos de mencionar y que constituye la paradoja que le da todo su valor, consiste en expresar una armonía tanto más intensa cuanto más tenga que luchar contra los elementos, cuantos más locos sean los malabares que se vea obligada a hacer. Todo ello acompañado de unos nuevos sonidos en la paleta del productor –instrumentos de cuerda y momentos de piano– que refuerzan la imagen idiosincrásica comúnmente asociada a las composiciones altamente armónicas. “Clear Tamei”, punto central de este acto, condensa como ninguna otra canción todas estas particularidades.

Nada que ver con Steel Mogu. Mientras que el otro EP buscaba ofrecer un concepto de pureza matemática, orden y contención dentro del plano armónico, si hay algo que este trabajo trata de explotar es el componente dionisíaco de los sonidos electrónicos. Aquí la armonía brilla por su ausencia, y los ritmos hiperacelerados simplemente son liberados a fin de maximizar su poder destructivo. Unos bajos agresivos refuerzan la violencia de los ritmos, que han perdido todo aquello que compensara su naturaleza esquizofrénica. En este sentido, si bien Clear Tamei transmite deliberadamente un clasicismo cyborg, Steel Mogu encuentra en la pérdida de todo orden el recuerdo de unas convenciones más propiamente electrónicas, donde el simulacro armónico es intercambiado por la saturación ravera, aunque siempre en ambos casos dentro del marco sonoro y narrativo que Malliagh pone de base para la experimentación.

Y sin embargo, la avalancha rítmica no pierde capacidad de sorpresa, puesto que si antes hablábamos de una compensación, Mogu, como enemigo natural de Tamei, encontrará en la exacerbación de sus propias contradicciones la punta de lanza que quiebre la red electrónica sobre la que reposa su propia miseria. Es un kamikaze, y no tiene miedo de mostrar sus armas al descubierto. Su baile es al compás de un IDM y un jungle cuyas identidades han quedado borrosas en este nuevo escenario de 808s salvajes.

Todo este viaje resulta en una serie de texturas con un sabor tan alienígena como su narrativa que, hasta ahora, ha mantenido su unidad y coherencia. Es por eso que, si hubiera algo que desear para lo que Malliagh vuelva a traer consigo, es que se abriera un poco más a esos demonios, que explote su contrato con ellos y nos traiga experimentos desde mundos diferentes, antes de que toda esta trama se agote ante nuestra mirada, más capaz de acostumbrarse a lo nuevo que lo nuevo de expresar todas sus posibilidades.

Bosco García

[1] Declaraciones ofrecidas a Exclaim: https://exclaim.ca/music/article/iglooghost_tries_to_explain_the_bonkers_worlds_of_the_clear_tamei_and_steel_mogu_eps.

Publicado en marzo 2019

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