Tanxugueiras y el “país de pandereta” del que enorgullecerse
Tanxugueiras y el “país de pandereta” del que enorgullecerse
Reflexiones en torno al Benidorm Fest
Estos días recordaba que, hace algo más de tres años, la violinista Antía Ameixeiras me contaba que había un trío de cantareiras pisando fuerte en las escenas de la música folk y tradicional gallegas. Eran ellas, por supuesto. Sabela Maneiro, Olaia Maneiro y Aida Tarrío son la cara visible de Tanxugueiras, “mujeres fuertes, valientes y empoderadas. Cantareiras de una nueva década”, según afirman en su propia página web. Musicalmente, además, se puede decir de ellas que no solo son buenas cantantes, sino también compositoras y pandeireteiras. Con parte del camino artístico ya recorrido, tras hacerse inesperadamente virales interpretando unas panaderas en el backstage del Celtic Connections en 2017, se daban a conocer discográficamente en el 2018, con su álbum homónimo. Solo un año después, en 2019, veía la luz su segundo trabajo de estudio, Contrapunto. El ascenso en la carrera musical de Tanxugueiras se ha visto catapultado debido al lanzamiento de una serie de sencillos y colaboraciones que suponen un punto de inflexión en su propuesta artística, más alejada de la sonoridad tradicional de sus primeros discos aunque manteniendo su esencia (“Midas”, “Telo, “Coda” y “Figa”), pero especialmente desde que se hiciera pública, el 21 de diciembre de 2021, su candidatura para representar a España en Eurovisión 2022 con el tema “Terra”, compuesto en colaboración con su productor, Iago Pico, de Pouland Studios. La propuesta eurovisiva, ya ampliamente conocida y defendida, contiene una serie de elementos musicales y semánticos característicos que podrían estar detrás de la enorme popularidad y éxito que ha alcanzado la pieza.
Desde el punto de vista estilístico, en estos últimos singles nos encontramos ante una hibridación entre la música tradicional gallega y las músicas populares urbanas, con sonoridades cercanas al trap, el pop, la electrónica e incluso el reggae. Su propuesta podría estar alineada con otros proyectos artísticos como los de Rodrigo Cuevas –en el caso asturiano– Baiuca o la “Muinheira De Interior”[1] de Boyanka Kostova. Este tipo de hibridación tradición-modernidad no es algo nuevo, es el sello de las recreaciones y la nueva composición que se realiza desde la música folk que, en el caso gallego, vivió una época dorada con posterioridad a la Transición política española, desde Milladoiro hasta el boom de los años noventa con A Irmandade das Estrelas de Carlos Núñez; pasando en la segunda mitad de los años ochenta por el surgimiento de Luar Na Lubre –sólo por citar a algunas de las bandas más importantes, mediáticas e internacionales–. Si bien aquellas fueron arropadas bajo la música folk que se llegó a comercializar bajo los discursos de la “música celta”, podríamos tomar por denominador común con el proceso creativo de proyectos como el de Tanxugueiras el “folklorismo artístico” que propone Josep Martí.[2] Esto es, por ejemplo, el aumento de complejidad, el perfeccionamiento técnico y la pulimentación del producto sonoro que busca la actualización y modernización del mismo. Por tanto, lo que sí que es más novedoso son las mezclas estilísticas con las que se acerca la tradición a las audiencias actuales, haciéndose un hueco entre los estilos de la industria musical más mayoritarios o comercializables en el presente.
En lo concerniente a la música tradicional, “Terra” nos ofrece un trío de voces con un color tímbrico muy característico, de tendencia nasal y gran proyección sonora, la cual sería necesaria, en el contexto tradicional, para sobrepasar el volumen de las pandeiretas sin tecnología de amplificación mediante. De éstas, sobresale en la instrumentación el sonido de las sonajas o ferreñas y de los riscados. En cuanto a la relación armónica entre las voces –al igual que en el grueso de su producción discográfica– se presenta una alternancia textural entre los unísonos, las armonizaciones homofónicas y algunos contrapuntos. Asimismo, son reseñables el recurso del aturuxo[3] –ágilmente ejecutado por Olaia Maneiro en la final del festival– y la estructura formal de la composición, basada en los alalás tradicionales.
Por el lado de las músicas populares urbanas asistimos a un procesamiento estético-creativo de las voces en momentos puntuales, a través de algunos efectos de producción como podrían ser la distorsión y/o saturación, la variación del espectro de frecuencias mediante la ecualización utilizando high pass filter y low pass filter, u otros muy estandarizados como el empleo de reverb y delay. Siguiendo esta línea de creación, en otro de sus temas más exitosos, “Midas”, llega a emplearse el AutoTune, un corrector de afinación que es utilizado con una finalidad creativa y que, como bien es sabido, no estaba permitido en el Benidorm Fest. Además, en la instrumentación cobra un gran protagonismo la percusión, así como se observan efectos sonoros que acercan la canción al tipo de producción realizada en música electrónica, por ejemplo, a través de sintetizadores o samples. Finalmente, cabe añadir que la presencia de coros mixtos, ubicados en un segundo plano respecto a las voces principales, le dan mayor densidad a la textura, ganando en intensidad el conjunto de la pieza.
Atendiendo a las cuestiones semánticas de la canción, con letra en galego, ésta supone un homenaje a las mujeres anónimas de la historia que con sus prácticas mantuvieron vivo el legado de la tradición desde la transmisión oral, así como subyace en ella un mensaje de reivindicación por las raíces culturales y lingüísticas, apelando al nivel identitario de “pueblo” y abriendo esos procesos de identificación más allá de la comunidad autónoma, defendiendo la diversidad y la interculturalidad. No en vano el lema de “Terra” residía en las palabras “non hai fronteiras”, pero ¿no las hay? Tras los votos del jurado hacia las cantareiras se hizo evidente en redes sociales que un número notable de la audiencia quería irse a “la calle de la llorería”, como bien diría Rayden, o a parar la ciudad de Benidorm “sacando un pecho fuera al puro estilo Delacroix” –vaya aquí mi reconocimiento a la propuesta de Rigoberta Bandini–. Cualquier cosa antes que aceptar el despropósito de resultados que veían en sus pantallas. Y es que se ha quedado el regusto de haber perdido una oportunidad histórica para mostrar y difundir algo diferente.
Pese a todo, vivimos en un “país de pandereta” del que enorgullecerse, por la enorme riqueza del patrimonio inmaterial que posee, con sus músicas y sus lenguas, reivindicadas y divulgadas en proyectos como el de Tanxugueiras. Sólo nos falta que se derriben las fronteras que siguen dificultando la difusión de otros iconos musicales y culturales de España, y que siguen fomentando el rol de la mujer en la industria de la música popular como diva sexualizada y apropiada/ble.[4] No se puede pasar por alto que las músicas tienen la capacidad de intervenir en la generación de identidades y, por ende, pueden participar en “cambios profundos en las relaciones de género de nuestra sociedad”.[5] Pero, para ello, se debe promover a aquellas artistas que “se revelan como sujetos activos que rechazan la narrativa masculina […], desestabilizando así la lógica del sistema patriarcal y ampliando las posibilidades de identificación para las mujeres”.[6] De este modo, podríamos alejarnos de la constante reproducción de “los cánones [patriarcales que establecen] estereotipos y modelos femeninos que restringen la capacidad de acción de las mujeres”.[7]
Alguien debería haber explicado al jurado del Benidorm Fest que el trabajo de las mujeres en la música popular va mucho más allá de “volver loquitos a todos los daddies“, de “romper caderas”, o “romper corazones”. Hay muchas compositoras, intérpretes, directoras, productoras, musicólogas, y demás profesionales de la música, que están demasiado ocupadas tratando de cambiar y romper con el silencio y los roles de género que históricamente se han explotado desde la industria. Llegada a este punto me gustaría aclarar que lo mencionado no se contradice con el hecho de que valoro y respeto la profesionalidad, el trabajo y el talento de Chanel Terrero, quien tiene un importante recorrido artístico a sus espaldas y es poseedora de una presencia escénica sobresaliente.
Para concluir puedo quedarme con una de las certezas más positivas que nos dejó la noche del 29 de enero de 2022, y es que Tanxugueiras ha sido la agrupación más querida y valorada por la audiencia –atendiendo a las votaciones de la final–, y es esta una cuestión que trae esperanza. Esperamos el próximo disco y queremos llenos los conciertos y los festivales, puesto que no hay duda, “veñen pra quedar, pra quedar, pra quedar”. ¡Lume!
Ainhoa Muñoz Molano
Notas y referencias
[1] Agradezco desde aquí a la musicóloga Marina Arias Salvado que me diera a conocer la existencia de este tema.
[2] Martí, Josep. El folklorismo: uso y abuso de la tradición. Barcelona, Ronsel Editorial, 1996.
[3] Como recoge el diccionario de la Real Academia Galega (https://academia.gal/dicionario, 2022) se trata de un grito agudo de gran intensidad y duración. Se emite en señal de alegría o celebración y en el marco de la tradición se puede encontrar en espacios como las foliadas (eventos festivos con habitual presencia de música y baile) o en los cantos asociados a las labores profesionales.
[4] Viñuela, Eduardo. “La subversión de los roles de género en la música popular: Mónica Naranjo como artista inapropiada/ble”, TRANS-Revista Transcultural de Música, 15 (2011), pp. 1-20.
[5] Viñuela Suárez, Laura. “La construcción de las identidades de género en la música popular”, Dossiers feministes. No me arrepiento de nada: mujeres y música, 7 (2003), p.26.
[6] Ibid., p. 19.
[7] Viñuela, Eduardo. “La subversión de los roles de género…”, p. 1.
Imagen 1 de La Opinión A Coruña
Imagen 2 de ElDiario.es
