Sokolov y el vuelo del ángel Damiel en el Auditorio Nacional

Crítica
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Sokolov y el vuelo del ángel Damiel en el Auditorio Nacional

Sokolov en el Auditorio Nacional de Madrid (Sala Sinfónica). 28-II-2022. XXVII Ciclo de Grandes Intérpretes de la Fundación Scherzo.

 

Cuando el niño era niño,
andaba con los brazos colgando,
quería que el arroyo fuera un río,
que el río fuera un torrente,
y este charco el mar. [1]

Con esta recitación de Bruno Ganz empieza la película El cielo sobre Berlín de Wenders. Hay una mezcla de añoranza y de admiración por la figura del niño que, en su ingenuidad, observa y vive en el mundo casi de un modo profético.

Cuando el niño era niño,
no sabía que era niño,
para él todo estaba animado,
y todas las almas eran una. [1]

El así denominado período heroico de Beethoven tiene cierta conexión con esta estrofa: la búsqueda del humanismo ilustrado y al mismo tiempo la oposición de la figura del héroe-artista frente al mundo. Las Quince variaciones y fuga op. 35 mandadas a publicar poco después del testamento de Heiligenstadt del 6 de octubre de 1802 constituyen un pequeño preludio a esta época de su producción. El acorde decidido del principio parece iniciar un discurso asertivo, en cambio, las variaciones transcurren intercalando desarrollos clichés y elegantes como las primeras variaciones, momentos dulces e intimistas como la variación V y tormentosos como las últimas tres variaciones. El amplio espectro de emociones culmina en el fugato, interpretado por Sokolov con claridad e imaginación en la elección de las voces cantantes.

Cuando el niño era niño,
andaba con los brazos colgando,
quería que el arroyo fuera un río,
que el río fuera un torrente,
y este charco el mar. [1]

Hay algo de líquido en los Intermezzi op. 117 de Brahms: las frases se entremezclan y los planos se deslizan uno sobre otro. El primer Intermezzo flota en una atmósfera nebulosa y calmada, casi estática. El tiempo queda suspendido como las gotitas de agua de las mañanas invernales. El quizás más bello de todos, el segundo Intermezzo, empieza con una verdadera cascada que pasa de mano a mano del pianista, ininterrumpidamente. La segunda sección, que muchos pianistas construyen en ocasiones con un carácter decidido y opuesto a la primera, se presenta en el caso de Sokolov como una continuación natural del transcurso de la corriente. La inercia es grande y el caudal del río cada vez mayor. El final tiene un ritardando exacerbado y se disuelve en un movimiento que roza lo inconexo. 

En mis notas del concierto puedo leer sobre el tercer Intermezzo: “Vuelve como el mar”. El motivo que construye las secciones inicial y final es ondulante por naturaleza y, a un tempo sostenido como el que eligió Sokolov, el juego de la agógica y el rubato permiten crear una sensación de verdadero oleaje. En este caso, la parte central se presenta más contrastada con un sonido lleno de fortissimo

En la película de Wenders, la escena inicial es un largo vuelo del ángel Damiel sobre la ciudad de Berlín. Se escuchan las reflexiones de una mujer que pasea en bici, los pensamientos de un niño delante de la televisión, las cavilaciones de un hombre en la casa de su madre recién fallecida, el desamor de un joven… El espectador acompaña a Damiel en su vuelo en un único plano que se interrumpe únicamente para cambiar de perspectiva de dentro a fuera: desde las calles de Berlín al interior de un avión que lo sobrevuela, a la torre de control que lo monitoriza, al interior de un bloque de casas. La Kreisleriana de Schumann está construida de este mismo modo: al agitadísimo arranque que nace de un tormento interior, le sucede una dulcísima canción sin palabras. Así Sokolov, con la maestría de Wenders, construye un único plano secuencia que pasa de atormentadas introspecciones del Intermezzo II: Etwas bewegter, a momentos de paz como el arranque del segundo movimiento, al juego casi saltarín de niños en el tercer movimiento, a los tintes militares del quinto movimiento, interrumpidos enseguida por un dialogante dueto. La maestría de Sokolov en casar la variedad cambiante de estados anímicos en torno a un único narrador y trama es sin duda su mayor virtuosismo. El pianista es de ese tipo de directores que embelesan al espectador con la variedad de sus planos secuencia, con los detalles de los macros y los planos aéreos abiertos.

Es difícil sustraerse del turbulento presente, de los adultos, y de sus atemorizantes noticias de actualidad. Por ello, encontrar unas horas de pura poesía como las que nos brindó Sokolov llena la cotidianidad de ese atisbo de esperanza de las últimas palabras del poema de Handke:

Cuando el niño era niño […] Era tímido ante los extraños
y aún lo sigue siendo.
Esperaba la primera nieve
y aún la sigue esperando.
Cuando el niño era niño,
tiraba una vara como lanza contra un árbol,
y ésta aún sigue ahí, vibrando. [1]
 

Yuriko Baba D’Agostino

Notas y referencias

[1] Peter Handke, Elogio a la infancia. En Wim Wenders El cielo sobre Berlín [Película] 1987.
Fotograma de Wim Wenders El cielo sobre Berlín [Película] 1987.

Publicado en abril 2022

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